Diversas situaciones electorales en un continente variopinto. Un elemento siempre presente y que condiciona: la pandemia. El otro, en algunos casos, es la crispación política.
Ingresamos en el cuarto mes de un segundo año pandémico. En 2021 la novedad es que la vacunación avanza, si bien en África lo hace a un ritmo muy lento frente a otras regiones. La situación sanitaria es un factor a tener en cuenta en el desarrollo electoral de todos los escenarios africanos que en este año afrontan compromisos con las urnas. La variedad de contextos invita a ser rigurosos en la descripción de cada cita electoral y a marcar especificidades. Diversas situaciones electorales en un continente variopinto. Un elemento siempre presente y que condiciona: la pandemia. El otro, en algunos casos, es la crispación política.
Lo que pasó
El primer país llamado a elecciones presidenciales y legislativas fue Uganda, el 14 de enero. Generó mucha expectativa, también por el alto grado de conflicto previo. La violencia se había desatado semanas antes del gran día. El anciano Yoweri Museveni, gobernante desde 1986, quiso a toda costa lograr un mandato más y para ello (emprendiendo reformas previas), al costo de suprimir la disidencia y encarcelar a su principal rival, el joven y talentoso músico apodado Bobi Wine, paladín de una juventud que es mayoría en el país de la región de los Grandes Lagos africanos. Wine denunció que el 14 de enero (y luego) tuvo rodeada su residencia por fuerzas de seguridad, ante la primera queja sobre el desarrollo de un resultado electoral que denunció amañado.
Siguió Níger, el país más pobre del mundo pero la principal fuente de uranio para su exmetrópoli Francia. Las elecciones del 27 de diciembre se definieron por una segunda vuelta, que se disputó el 21 de febrero, entre el candidato de la continuidad, Mohamed Bazoum, delfín del saliente Mahamadou Issoufou —quien gobernó una década en dos mandatos pero declinó presentarse a un tercero—, por un lado, y por el otro Mahamane Ousmane, expresidente entre 1993 y 1996, derrocado en un golpe de Estado. La diferencia en la primera vuelta había sido mayor al 15 % del voto (55,75 % a 44,25 %) y Bazoum obtuvo la victoria, a pesar de una reñida disputa en algunos distritos. Como ocurrió en Uganda en enero, el perdedor impugnó el resultado. Ahora bien, el desafío de Bazoum es lidiar con la realidad de uno de los países más subdesarrollados del mundo y hacer frente a la emergencia, en los últimos años, del yihadismo como fenómeno de importancia. Este es celosamente vigilado por Francia y la alianza regional conocida como G5-Sahel, de la cual Níger es uno de los integrantes. Esta última amenaza, sumada a la situación epidemiológica, no impidieron que la ciudadanía nigerina ejerciera el derecho a voto dos veces. En la primera vuelta la participación fue cercana al 70 %.
Capítulo aparte merece Somalia, nación del Cuerno de África tan olvidada como golpeada. El 8 de febrero se suponía que debía celebrarse su elección presidencial pero el disenso lo impidió, tras unas negociaciones fallidas. La nación se tambalea junto a la desunión entre los clanes y la presión yihadista letal del grupo radical Al Shabaab. Este grupo irrumpió a fines de enero en un prestigioso hotel (fiel a su modus operandi de los últimos años) y generó el caos en la capital Mogadiscio, como lo viene haciendo desde hace casi una década, a pesar de cierto repliegue militar actual. El país intenta salir a flote desde que cayó en el desorden y en la guerra civil en 1991. Punto a favor de Shabaab es que no se hayan celebrado las elecciones, pues había prometido alterarlas a como diera lugar. Mientras tanto, en un clima muchísimo más ordenado, la no reconocida Somaliland, Estado que se desgajó de Somalia en el fatídico 1991, tendrá elecciones parlamentarias en mayo.
En República del Congo no hubo sorpresas tras el domingo 21 de marzo. Denis Sassou-Nguesso gobierna desde 1979, excepto entre 1992 y 1997, cuando perdió las elecciones. Superará los 41 años de gobierno si completa el mandato conseguido, el cuarto consecutivo, por cinco años. Como en otras situaciones, sus rivales, muy débiles, denunciaron fraude y el principal de ellos falleció al día siguiente de la elección, por covid-19, tras encontrarse hospitalizado. La victoria muy cómoda del presidente congoleño va en contra de una tendencia que pareciera dirigirse a lo inverso, pues varios mandatarios africanos que parecían eternos cayeron, como el ugandés Museveni o el ruandés Paul Kagame, mientras otros lo están haciendo bien para perpetuarse, como Alpha Condé en Guinea Conakry o Alassane Ouattara en Costa de Marfil.
Lo que viene
Habrá elecciones locales a lo largo del año en Ruanda, Senegal, Angola, Sudáfrica y Madagascar, entre otros, y parlamentarias en Marruecos, Costa de Marfil, Gabón y República Centroafricana. Sin embargo, las citas presidenciales concitan más atención, y estrés político y social, en algunos casos. En ese sentido, en abril hay una doble cita.
Primero en Chad, donde el malestar crece frente a una nueva pero no novedosa candidatura de Idriss Déby, gobernante desde 1990. El principal contendiente retiró la suya al denunciar persecución a la oposición y esta última busca el boicot alegando que los comicios son una farsa. El camino al 11 de abril se desenvuelve entre la incertidumbre y el miedo. La otra cita electoral ese mismo día es en Benín. Este país celebrará presidenciales y el actual presidente, Patrice Talon, anunció la búsqueda de su reelección, amparándose en los logros económicos de su gestión. Lo mismo hará en agosto Edgar Lungu, en Zambia, aunque la situación económica allí sea bastante diferente a la beninesa, intervención del FMI mediante.
Hay dos países en los cuales el contexto en que se llega a elecciones tiene algo en común. Sudán del Sur, el país más joven del mundo, próximo a cumplir una década de existencia, en agosto tiene cita en lo que puede ser garantía de consolidación de la paz definitiva. En Libia, el 24 de diciembre serán las elecciones presidenciales, decisión que es fruto de largas deliberaciones en el exterior, que comenzaron a sellar la pacificación luego de casi una década de guerra olvidada. Gambia también tendrá sus presidenciales a fin de año, las primeras sin el dictador Yahya Jammeh (1994-2017), quien fuera derrotado en las urnas a fines de 2016 frente al actual presidente y sucesor, Adama Barrow. Este buscará su reelección en la nación continental más pequeña.
Pese a que no tendrá una elección presidencial, una consideración adicional merece Etiopía, el segundo país más poblado de África, que celebrará comicios parlamentarios en junio próximo, pospuestos en agosto de 2020 por la pandemia. El año pasado estuvo intensamente marcado por la protesta social, con el asesinato del reconocido músico y activista Hachalu Hundessa en junio y el inicio, a comienzos de noviembre, de la guerra en Tigray, que afectó la imagen del premio Nobel de la Paz 2018, el primer ministro Abiy Ahmed. Mientras el gran desafío gubernamental es calmar la crispación política y étnica en varias regiones, la próxima cita electiva debería ser la prueba de fuego para dar nuevos aires a la coalición que gobierna Etiopía hace menos de dos años.
Original en: Diálogo Político