Hoy ( por ayer 14 enero 2016) es un día de celebración. La epidemia de ébola más virulenta de la historia ha llegado oficialmente a su fin. Han pasado 42 días (dos periodos de incubación) desde que las últimas dos personas contagiadas dieron negativo en un centro de tratamiento de la capital liberiana y por fin se confirma la buena noticia de que África occidental está libre de ébola, lo que ha sido posible gracias al sacrificio y enorme trabajo de miles de personas. Sin embargo, hoy también es un día para recordar a los más de 11.300 muertos que el virus deja tras de sí, muchos de los cuales se podían haber evitado si el mundo hubiera reaccionado en el momento y la manera adecuada. Y no faltaron voces autorizadas que alertaron de lo que se avecinaba. Lo cierto es que esta epidemia, que golpeó con dureza a tres países y que dio incluso el salto fuera de África, supo sacarnos los colores y colocarnos frente a nuestra propia ineficacia.
El 16 de abril de 2015, más de un año después del inicio de la epidemia, la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, hacía una declaración pública de autocrítica durísima. El organismo internacional reconocía que ofreció una respuesta inicial lenta e insuficiente, que no fue lo bastante agresivo a la hora de alertar al mundo respecto a lo que estaba pasando, que su capacidad de reacción fue limitada, que no fue eficaz en la coordinación con otros organismos y que hubo deficiencias en la comunicación de riesgos y confusión de roles y responsabilidades dentro de la propia organización. “Ante una emergencia de este nivel, los actuales sistema de respuesta, tanto nacionales como el internacional, sencillamente no funcionaron”, dijo entonces Chan.
Y es que desde la declaración oficial de la epidemia el 22 de marzo de 2014 hasta que la OMS declaró la emergencia de salud pública global y comenzó a intentar a movilizar a los donantes a gran escala, el 8 de agosto, pasaron nada menos que cuatro meses y medio, un tiempo precioso. Siempre quedará la duda de cuántas vidas se hubieran podido salvar si hubiera existido un sistema eficaz de respuesta ante una epidemia como esta. Otra pregunta que muchos se hacen es cuál hubiera sido la reacción internacional si el brote se hubiera producido en otro continente o en el Primer Mundo. Preguntas sin responder.
Pero fue aún peor. No es que no hubiera respuesta, es que hubo un intento de aislar el problema. La primera e instintiva reacción de los gobiernos fue cerrar fronteras y suspender vuelos con los países afectados. Dicho de otra manera, a medida que el fuego comenzaba a devorar la casa del vecino, la respuesta fue encerrarse en casa y cerrar la puerta con llave, en lugar de acudir al incipiente incendio con cubos de agua y mangueras. Y luego, cuando comenzaron a aparecer los primeros casos puntuales en Estados Unidos y España, cundió el pánico. Una mezcla de mala gestión, información errónea sobre lo que es el ébola y su forma de transmisión y alarmismo mediático desembocó en una especie de histeria social que, una vez más, estaba desenfocada y se olvidaba de dónde estaba el verdadero problema.
Pero también el ébola deja alguna herencia positiva. Si bien deprisa y corriendo, lo cierto es que ahora se conoce un poco mejor el virus y sus consecuencias (por ejemplo su capacidad de resistir hasta seis meses en el semen de pacientes ya sanados o los problemas de salud que puede generar a posteriori) y se han desarrollado tratamientos y hasta una vacuna que ha dado excelentes resultados y que ha contribuido a acabar con la epidemia, sobre todo en Guinea.
Pero si hubo una experiencia positiva de la que extraer lecciones esa fue la nigeriana. La irrupción de la epidemia en la superpoblada ciudad de Lagos hizo temer lo peor, pero la profesional respuesta de los trabajadores sanitarios, la movilización social, las políticas de comunicación puestas en marcha por el Gobierno y, sobre todo, la existencia de una red epidemiológica de vigilancia bien engrasada para la lucha contra la polio, que se convirtió en la columna vertebral del combate contra el ébola, dio sus frutos. Sólo una veintena de casos y ocho fallecidos. Y eso que el virus viajó también hasta Port Harcourt.
Vale la pena recordar algunas fechas clave y algunos de los hitos de esta epidemia que comenzó en un rincón apartado de la Guinea Forestal y se convirtió en global.
6 de diciembre de 2013, el comienzo. Un niño de menos de dos años, Émile Ouamouno, moría en un pequeño pueblo de Guinea llamado Meliandou, situado a pocos kilómetros de las fronteras de Liberia y Sierra Leona. Según los científicos, se trata del paciente cero, la persona que estuvo en contacto con un murciélago infectado y el primer caso que desencadena la epidemia y del que proceden todos los demás. Poco después fallecía su madre, su hermana y su abuela y se contagiaban una matrona y una enfermera, que fue trasladada a un pueblo vecino. El virus empezaba a extenderse lentamente.
14 de marzo de 2014, salto a la ciudad. Un comerciante residente en Dinguiraye llega a Conakry, la capital de Guinea, en busca de ayuda. Desde hace días se siente enfermo y sus síntomas se agravan. Se aloja en casa de su hermano. Setenta y dos horas más tarde el comerciante es llevado a una clínica privada en Kipé Dadia, un barrio popular, donde fallece el 18 de marzo. El Ébola hace su entrada triunfal en la capital: la familia del comerciante y los trabajadores de la clínica son los primeros pacientes ingresados en el hospital de Donka. Sin embargo, aún no sabían cuál era el asesino silencioso. 22 de marzo de 2014, declaración oficial. Las autoridades guineanas comunican al mundo que el virus que está provocando unas misteriosas fiebres hemorrágicas en la Guinea Forestal y en el interior del país desde principios de año es, nada menos, que el Ébola. Las muestras de sangre enviadas y analizadas en el Instituto Pasteur de Lyon no dejaban lugar a dudas. Médicos sin Fronteras abre un centro de tratamiento en Guekedou y habilita una zona de aislamiento en el hospital de Donka. La OMS envía expertos a Conakry y comienza el seguimiento de las cadenas de transmisión.
30 de mayo de 2014, traspasando fronteras. Sólo dos meses después de la declaración oficial de la epidemia, la situación está totalmente fuera de control. El virus no sólo ha llegado a Conakry, sino que ha traspasado las fronteras de Liberia y Sierra Leona. Comienzan las cuarentenas y el cierre de fronteras en un intento de los países fronterizos por aislar el problema. Las compañías aéreas también suspenden vuelos. Sin embargo, no se produce una movilización de recursos acorde a la dimensión creciente de la epidemia.
20 de julio de 2014, Nigeria. Patrick Sawyer, asesor del Gobierno liberiano, está enfermo y sabe que es ébola. Su hermana había fallecido días atrás a causa de esta enfermedad en el hospital Saint Joseph de Monrovia, contagiando a su director y este luego a buena parte del personal, entre ellos al religioso español Miguel Pajares, pero aun así decide coger un avión a Nigeria para participar en una reunión de la CEDEAO. Nada más llegar a Lagos es trasladado al hospital, donde fallece. Sawyer había introducido la enfermedad en Nigeria, donde sólo se producen 20 casos y ocho muertos, con dos focos, uno en Lagos y otro en Port Harcourt.
8 de agosto de 2014, emergencia global. La OMS declara finalmente esta epidemia como una emergencia de salud pública global. Han pasado cuatro meses y medio de que se identificara al Ébola y el virus ya campa a sus anchas por cuatro países, con especial incidencia en las regiones sierraleonesas de Kenema y Kailahun y en las liberianas de Foya y Montserrado. En Monrovia la situación es caótica, barrios enteros son puestos en cuarentena y se producen los primeros disturbios. Los centros de tratamiento están desbordados y muchos enfermos fallecen fuera de los mismos, provocando a su vez nuevos contagios.
12 de agosto de 2014, España. El religioso español Miguel Pajares, que trabajaba en el Saint Joseph de Monrovia, es trasladado al hospital Carlos III de Madrid enfermo de Ébola, pero no se consigue salvar su vida. Un mes más tarde sucede lo mismo con el también religioso Manuel García Viejo, en este caso procedente de Sierra Leona. Otros cooperantes contagiados empiezan a ser trasladados también a otros países, como Estados Unidos, Reino Unido o Italia.
20 de agosto de 2014, Senegal. Un joven estudiante de la Universidad de Conakry que estaba bajo vigilancia en Guinea logra cruzar la frontera con Senegal y llega a Dakar. A los tres días acude el médico con los primeros síntomas y poco después se confirma que era ébola. Su rápido ingreso en el hospital de Fann evitó que se produjeran nuevos casos y permitió salvar la vida del joven en un clima de miedo generalizado y medidas de precaución entre la población.
30 de septiembre de 2014, Estados Unidos. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades declara oficialmente el primer caso de Ébola en EEUU. Se trata de Thomas Eric Duncan, un joven liberiano que había viajado desde su país hasta Dallas y que murió pocos días después.
6 de octubre de 2014, Teresa Romero. La auxiliar de enfermería española Teresa Romero, que había participado en la atención al religioso Manuel García Viejo en Madrid, da positivo para Ébola y se convierte en la primera persona que se contagia fuera de África. El 19 de octubre las autoridades anuncian su recuperación.
20 de octubre de 2014, Malí. La pequeña Fanta Kondé, de dos años, viaja desde Guinea hasta Malí en brazos de su abuela Ami Gueye. Al llegar a Kayes fallece en el hospital y se convierte en el primer muerto en este país africano. Una segunda importación tiene lugar el 12 de noviembre, cuando un imam guineano muere en un hospital de Bamako y contagia al personal sanitario y personas que acudieron a su entierro. El ébola en Malí se salda con ocho casos y seis fallecidos.
31 de julio de 2015. La OMS anuncia los excelentes resultados de una vacuna que había sido probada en Guinea. El despliegue de la ayuda internacional que comienza a finales del verano de 2014 y la creciente concienciación de la población contribuyen en buena medida a que la intensidad de la epidemia comience a descender ya desde finales de 2014, pero la aparición de esta vacuna da la puntilla a la epidemia. El ambiente es de optimismo, el fin del ébola ya se perfila en el horizonte.
3 de septiembre de 2015, primer ébola free fallido. El primero de los tres países más afectados en ser declarado libre de ébola fue Liberia. Sin embargo, hubo sorpresa. Dos meses después, un adolescente llamado Nathan Gbotoe se contagia del virus tras estar en contacto con un paciente ya sanado y fallece el 23 de noviembre. La resistencia del virus en el organismo de los supervivientes es una de las lecciones que los científicos están aprendiendo con este brote. Su padre y su hermano, también enfermos, lograban sobrevivir y recibían el alta el pasado 3 de diciembre, hace ahora 42 días.
7 de noviembre de 2015, Sierra Leona. Con el rebrote de Liberia, Sierra Leona se convertía en el primero de los tres países en quedar libre de ébola, pero aún está dentro del periodo de vigilancia máxima de 90 días.
28 de diciembre de 2015, Guinea. El final del ébola en Guinea llegó acompañado de un pequeño milagro. El 17 de noviembre, la pequeña Nubia, de sólo 21 días era dada de alta en un centro de tratamiento de Conakry y se convertía no sólo en la última paciente en todo el país sino en el primer bebé nacido con ébola que sobrevivía a la enfermedad. El 28 de diciembre, Guinea se sumaba a la alegría de Sierra Leona.
14 de enero de 2016, África ébola free. Hoy es el día. Tras casi dos años de infierno, la OMS declara a Liberia, por segunda vez, libre de ébola, lo que pone punto y final a esta terrible epidemia en toda África occidental. Igual que en los otros dos países, nadie baja la guardia porque el virus puede surgir en cualquier momento.
Original en : Blogs de El País. África no es un país