Burundi: Los ignorados del asentamiento de Sabe

14/04/2009 | Crónicas y reportajes

Al menos 3.000 personas, muchas de ellas retornadas, han vivido durante años en un asentamiento informal de las afueras de la capital de Burundi, Buyumbura, con sólo dos letrinas entre ellos, sin agua potable ni tarjetas sanitarias que les permitan tener acceso a los cuidados médicos.

El que hayan sobrevivido tanto como 15 años en estas difíciles condiciones, sin ayuda del gobierno ni de ninguna agencia de ayuda, atestigua el hecho de que miles de personas pueden pasarse totalmente por alto en un país como Burundi, que va emergiendo de décadas de guerra.

Escondido detrás de las villas y los edificios comerciales, en un barrio de Buyumbura, está Sabe, donde viven 500 familias.

“Algunos de nosotros volvimos de Ruanda en 1993, después de las elección de Melchior Ndadaye, [el primer presidente de Burundi elegido democráticamente], otros de Tanzania y otros de [la República Democrática del] Congo”, cuenta Olive Bararusesa, una de las líderes del lugar.

Olive asegura que otros son desplazados internos de otras provincias del propio Burundi.

Marc Ngendakumana, un desplazado interno del norte de la provincial de Kanyanza, que vive en Sabe, asegura que “vivir en una zona residencial como un indigente es como vivir con un alfiler en el pié, es una experiencia dolorosa”.

La mayoría de las cabañas en Sabe tienen estructura con el tejado de paja y los muros de barro, con parches de placas de metal.

“Cuando llueve, pasamos la noche sin dormir con nuestros hijos por las goteras”, dice Bararusesa.

Con la estación lluviosa de marzo abril, varias casas se han caído, dejando a sus residente sin hogar. La mayoría de las casas son diminutas, alrededor de 4 metros cuadrados, y a menudo se inundan porque están en una zona pantanosa.

Letrinas voladoras

Como el lugar sólo tiene dos letrinas, muchos residentes hacen sus necesidades en el bosque, durante el día. “Por la noche utilizamos bolsas de plástico para recoger nuestros deshechos y por la mañana, lo lanzamos al bosque que hay cerca”, explica Marc Ngendankumana, otro residente de Sabe.

“La falta de agua limpia agrava la situación, con los residentes utilizando para las labores domésticas, aguas estancadas y con barro, o incluso para beber. Algunos de los residentes merodean por las carreteras con bidones, con la esperanza de obtener agua de los motoristas que pasan. Otros luchan por traer agua de un pozo cercano que se utiliza para regar viveros de árboles.

Como resultado, los residentes corren el riesgo de contraer enfermedades por el agua. “La toxocara y el cólera son algunas de las enfermedades que nos amenazan”, lamenta Bararusesa.

La ministra de solidaridad nacional, Inmaculée Nahayo, declaró el pasado 4 de abril que el ministerio está dispuesto a dar agua a los residentes de Sabe, pero que no tenía depósitos para el agua.

En cuanto al acceso a la sanidad, Ngendakumana declara que sólo los niños menores de cinco años y las mujeres embarazadas se han beneficiado de la asistencia sanitaria gratuita. “Como hemos estado abandonados durante años, no tenemos tarjetas sanitarias que nos permitan acceder a la sanidad pública”, explica.

Bo Schack, representante de la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas, UNHCR, asegura que la agencia no tiene conocimiento de la existencia de este lugar como grupo que necesita ayuda internacional humanitaria. “Si hay retornados, la UNHCR considera que esos retornados que han pasado tanto tiempo, nada menos que 15 años, ya no se consideran retornados”, asegura, añadiendo que uno no puede ser considerado un retornado durante mucho tiempo o para toda la vida.

“La UNHCR sólo asiste a los que acaban de volver, principalmente en la búsqueda de alojamiento, tierra y dinero de subsistencia para el principio”, y explica que la gente que lleva mucho tiempo en un lugar son responsabilidad ya del gobierno. “Vamos a reaccionar ya que tenemos pensado mantener discusiones sobre este asunto con el gobierno”.

Tácticas de supervivencia

Aunque gente adinerada y asociaciones de la sociedad civil ayudan a los residentes de Sabe ocasionalmente con comida y artículos que no son comida, a menudo esta ayuda no es adecuada ni suficiente, y les obliga a buscar otras manera de sobrevivir. Algunos lanzan a pregonar, otros se dedican a realizar tareas menores en las casas y granjas de los alrededores, mientras que otros se dedican a comerciar con su sexo. “A veces nos contratan para hacer trabajos en el campo o en la construcción, así podemos comprar algo de pescado y maíz”, cuenta Aloys Manirakiza, de 28 años, desplazada de la provincia de Ruyigi.

Algunas mujeres aseguran que se dedican a la prostitución para alimentar a sus familias. “Para dar de comer a mis hijos, algunas veces hago de ‘Akagemeri’ [palabra que en kirundi significa bol pequeño]”, cuenta una mujer que pide permanecer en el anonimato. En su caso, “akagemeri” significa el dinero que le pagan por el sexo que ofrece, que la permite comprar un pequeño bol de harina de maíz, arroz o alubias.

Esperanza

La ministra Nahayo asegura que la ayuda ha sido retrasada porque “la existencia de este lugar no se ha conocido hasta hace poco” y añade que hace poco el ministerio distribuyó comida en Sabe después de que un equipo evaluase las necesidades de los residentes.

El portavoz del ministerio aseguró que las familias recibieron alubias, harina de maíz y jabón.

Otra distribución tendrá lugar después de que otras personas indigentes del país hayan recibido su ayuda, porque los residentes de Sabe son considerados iguales que los demás indigentes del país.

La Sociedad Nacional de la Cruz Roja anunció que enviaría un equipo para evaluar las necesidades antes de enviar ayuda. “tenemos un pequeño almacén de artículos no alimenticios, como ropa para mujer, bidones, lonas de plástico, utensilios de cocina, etc que podemos poner a su disposición”, declaró Vénérand Nzigamasabo, a cargo de la asistencia.

Él también aseguró que la Cruz Roja hubiera reaccionado antes si hubiera sido informada de las condiciones precarias en las que vivían los residentes de Sabe.

Hasta el momento, no se ha propuesto un asentamiento alternativo a los residentes de Sabe, algunos de los cuales nacieron en el exilio o dejaron las casas de sus padres en 1972, y por tanto no conocen el su lugar exacto de origen.

“Los que quieran volver a sus casas, serán realojados, los que no tengan dónde ir, serán realojados en poblados de paz”, aseguró el portavoz del ministerio. “pero mientras tanto, el ministerio está buscando la manera de financiar más letrinas, agua y alojamientos decentes para los residentes de Sabe”.

(Burundi Réalités, 13-04-09)

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