Burkina Faso dice adiós al algodón transgénico

4/05/2016 | Opinión

En el año 2003, el gobierno de Burkina Faso, tras la firma de un acuerdo con la firma Monsanto, autorizó la implantación y desarrollo del algodón transgénico. Los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) entraban en África del Oeste. Muchos temieron que se trataba de una etapa en la penetración de OGM en África. En 2008, con el apoyo del presidente Blaise Compaoré, se sembraron 8.500 hectáreas y en la actualidad más del 75% del algodón de Burkina es transgénico. Sin embargo, la Asociación Interprofesional del algodón de Burkina (AICB), que agrupa a la Unión nacional de productores de algodón (UNPCB) y a las Sociedades algodoneras (APROCOB), ha decidido dar un giro radical y regresar a la producción del algodón tradicional. ¿Razones?: el descenso de la calidad del algodón, el fracaso de las expectativas en los rendimientos, las dificultades para colocar el algodón burkinés, que ha perdido la denominación de origen en los mercados internacionales. El algodón genéticamente modificado no es rentable. Como explicó el Presidente Roch Marc Christian Kaboré, «la fibra de algodón que producimos hoy se ha vuelto más corta», y por consiguiente más difícil de hilar, lo que significa que ya no nos favorece en el mercado».

Algodon_burkina.jpgEn torno a 4 millones de campesinos de Burkina viven directa o indirectamente del “oro blanco”, producto exportado y fuente importante de la entrada de divisas en el país. El algodón supone del 55 al 70% de las exportaciones y el 40% del PIB. El algodón burkinés era muy apreciado en el pasado por su pureza y por la longitud de la fibra. La introducción del algodón modificado genéticamente levantó enormes esperanza hace unos años. En 2003 el gobierno dio el visto bueno a experimentar el algodón modificado, con el objetivo de resolver el problema de los parásitos, que periódicamente arruinaban las cosechas, con el consiguiente descenso de los ingresos. El balance muestra que si bien el algodón genéticamente modificado ha resistido correctamente a la devastación de los parásitos, ha tenido también efectos negativos, sobre todo en lo relativo a la longitud de la fibra; la variedad GM es más corta que la del algodón convencional y menos apreciada en los mercados internacionales. Así lo han reconocido las autoridades, que en el periodo 2011-2015 tuvieron que inyectar dinero para proteger a los productores. El declive del algodón burkinés se produjo con la introducción del algodón genéticamente modificado, tras muchos años de excelente reputación en los mercados internacionales. Dos tercios de la producción 2014/2015 fue clasificada como de calidad inferior. Los algodoneros burkineses, frustrados ante la incapacidad de Monsanto en determinar las causas del descenso de calidad y dar con la solución al problema, han roto los acuerdos con Monsanto y han decidido reducir progresivamente la utilización de semillas GM hasta suprimirlas totalmente para la campaña 2017/2018, y reemplazarlas por algodón no-GM, por el algodón convencional. Han reclamado también a Monsanto 280 millones de dólares como compensación por las pérdidas sufridas desde 2010. “¿De qué nos sirve ser los primeros productores de algodón si no podemos venderlo?”.

¿Se trata de una ruptura definitiva con Monsanto y los OGM o sólo de un repliegue técnico hasta que Monsanto encuentre una solución? ¿Es una batalla ganada por los defensores de una agricultura biológica que exigen una moratoria de 5 a 10 años en el uso de OGM en Burkina? El profesor genetista de la Universidad de Burkina, Jean-Didier Zongo, ha acusado a Monsanto de prácticas criminales y de haber suministrado variedades no suficientemente experimentadas. Las autoridades afirman que no hay ruptura ni rechazo total de los OGM y que las discusiones con Monsanto prosiguen para que logren una corrección técnica de su variedad.

Lo que parece evidente es que el abandono, aunque solo fuera temporal, de Burkina del algodón transgénico, podría sembrar la inquietud, bloquear e incluso poner fin a algunas negociaciones en curso en otros países africanos sobre la introducción de OGM en los cultivos no sólo de algodón sino también de maíz, sorgo y otros cereales básicos en la alimentación de la población subsahariana. Para Christian Legay, del Consejo Nacional agroalimentario biológico, «los temores se centran en los experimentos en curso con los cereales, en particular con el maíz, el sorgo y el frijol, con Monsanto»; la interrupción de Burkina del algodón GM es una «buena advertencia para los demás países africanos tentados o incitados por el gobierno americano y cortejados por las empresas de la agroindustria»; “no olvidemos que Burkina Faso, con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, ha comenzado a trabajar en la modificación genética de maíz, frijol y sorgo» (resulta pertinente señalar que la Fundación Bill y Melinda Gates posee 500.000 acciones de Monsanto).

A modo de reflexión

La decisión de Burkina Faso de romper sus acuerdos con la firma Monsanto y volver a un cultivo del algodón tradicional convendría contemplarlo en el contexto global de una mundialización de la economía que, según algunos analistas, está conduciando, más allá de las pretendidas “buenas intenciones” de luchar contra el hambre y el subdesarrollo, a prolongar y perpetuar la dependencia, en muchos casos alimentaria, del SUR, al que se le asigna el rol de suministrador de materias primas agrícolas y mineras, respecto del NORTE. El caso de Burkina puede ser un ejemplo. Burkina Faso apostó por el algodón y su exportación como motor de su desarrollo económico. Para ello había que modernizar los cultivos tradicionales, gracias a la ayuda técnica y científica del Norte; la modernización queda en manos de sociedades occidentales. Los precios de venta dependen de las fluctuaciones del mercado mundial y los precios de compra de semillas, fertilizantes, pesticidas, y demás productos modernizadores son controlados por el exterior. Los campesinos son empujados a modernizar sus sistemas de cultivo en detrimento de sus saberes tradicionales y a importar instrumentos, fertilizantes químicos, herbicidas, etc., que están en manos (lo mismo que la investigación) de multinacionales occidentales Por otra parte, en el caso de Burkina (y algo similar sucede en los países africanos exportadores de materias primas), la mejora de la productividad no se ha traducido en la creación y desarrollo de una industria transformadora textil. Se da el hecho paradójico de que Burkina, productor y exportador de un algodón hasta hace poco apreciado en los mercados, se ve obligado a importar de China y de India grandes cantidades de tejidos (pareos, por ejemplo), que con frecuencia no son sino desvergonzadas copias de producciones locales. Puede decirse que la exportación de Burkina de la fibra algodonera ha constituido una fuente de divisas y ha sido un factor de transformación del mundo rural, sí, pero ha acrecentado la dependencia.

La apuesta de muchos países pobres como Burkina por una agricultura comercial de exportación, en detrimento de una agricultura de autosuficiencia alimentaria, como principal fuente de renta nacional, frena el avance hacia un desarrollo autónomo, ya que depende del capital y de las técnicas provenientes del exterior.

Ramón Arozarena

FUENTES: (para saber más):

– newsquebec.ca/2016/04/12/le-burkina-faso-desabuse-largue-le-coton.

– news.aouaga.com/h/97262.html

– www.grain.org/fr/bulletin_board/entries/4758-au-burkina…

– cybergeo.revues.org/2665

– lefaso.net/spip.php?article69506

– www.abcburkina.net/

– GeneWatch « Burkina Faso abandons GM Bt cotton »

– Informe : Dowd-Uribe B and Schnurr MA (2016). «Briefing: Burkina Faso’s reversal on genetically modified cotton and the implications for Africa». African Affairs 1–12. First published online : January 4, 2016

Autor

  • Arozarena, Ramón

    Catedrático de Francés, jubilado.

    Cooperante con su mujer en Ruanda, como profesores de la Escuela Normal de Rwaza, de 1969 a 1973.

    Coordinador de la red de escuelas primarias en los campos de refugiados ruandeses de Goma (Mugunga, Kibumba, Kahindo y Katale), en 1995, con un programa de Caritas Internacional.

    Observador – integrado en las organizaciones de la sociedad civil congoleña – de las elecciones presidenciales y legislativas de la República Democrática del Congo, en Bukavu y en Bunia, en julio y octubre de 2006.

    Socio de las ONGDs Nakupenda-Áfrika, Medicus Mundi Navarra y colaborador de los Comités de Solidaridad con África Negra (UMOYA).

    Ha traducido al castellano varios libros relativos a la situación en Ruanda.

    Ha escrito y/o traducido para CIDAF (Ahora Fundación Sur) algunos cuadernos monográficos sobre los países de la región de los Grandes Lagos.

    Parlamentario por Euskadiko Ezkerra, entre 1987-1991, en el Parlamento de Navarra.

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