Burkina faso : De bueyes y ovejas, por Antonio Molina

24/06/2010 | Bitácora africana

Una de las características del Sahel son los rebaños. Es la especialidad de la etnia fulani o peule . Hay rebaños de transhumancia, que “corren tras de las nubes” para encontrar pastos allí done ha llovido. Me explico: Al exterior de muchos pueblos, pero en su periferia, encontramos campamentos de fulani que pastorean en la región y a quienes los campesinos agricultores confían sus pocas reses, ovejas o cabras. Así se forma una especie de rebaño comunal, confiado a “profesionales”.

LAS OVEJAS DE FERNANDO

Fernando era Animador de una Comunidad Cristiana Rural. Aceptó salir de su pueblo, Luta, junto a la frontera del Malí, al pie de los acantilados de Bandiágara, donde se ubica el famoso pueblo Dogón, para bajar e instalarse en la llanura de Sumara. Pobre comunidad, que se reunía y celebraba bajo un cobertizo de paja. Yo, para darles ánimos, les ayudé a construir una capilla decente, cubierta con chapas de zinc y vigas de viejos raíles de tren. Hace un par de años fue ordenado sacerdote uno de sus hijos, al servicio de la diócesis de Dedugú, donde yo trabajaba también.

El bueno de Fernando iba preparando su jubilación. En Burkina Faso no existen pensiones no contributivas y como el ser animador de Comunidad Cristiana no constituye una relación de asalariado con el Obispo, para poder sobrevivir, fue comprando algunas ovejas, con cuyas crías iba formando un pequeño rebaño.

Un día que la familia fue a visitar a unos conocidos que estaban de luto y a participar en los funerales, vinieron los ladrones y le robaron las ovejas y los corderitos. Al regresar y encontrar su corral vacío, preguntó a los vecinos y nadie había visto nada sospechoso. Todos tienen miedo de denunciar por causa de las represalias y venganzas

Para colmo de males, una tarde, cuando Fernando regresaba a Sumara en su bici, al salir de un sendero que se cruzaba con otro, por causa de la maleza alta, no vio a una mujer que venía también en bici. Del choque, Fernando resultó con una mala fractura en una pierna. Tuvo que ser evacuado a la capital y aunque la diócesis cubrió una parte de los gastos sanitarios. El dinero que yo le había enviado para reponer las ovejas, se lo gastó en pagar parte de los cuidados médicos, pues en Burkina Faso la Sanidad Pública no es gratuita.

Algunos podrán pensar: ¿porqué no le ayudó su hijo cura? Muy sencillo. Porque su hijo vive pobremente. En Burkina Faso, un sacerdote diocesano no cobra ningún salario, ni del Estado, ni de la Iglesia y tiene que sobrevivir con los estipendios de algunas raras misas de encargo y alguna ayuda externa. Por eso, aun queriendo, no pudo ayudar a su padre.

Total, que le puse un giro de 300 euros para que comprara algunas ovejas preñadas. Así podría ir vendiendo los añojos para las fiestas de los musulmanes. Ahí tenemos a Fernando retirado a su pueblo, con su pata coja, que le impide trabajar los campos con la azada, pero que se dedica a sus ovejas y corderos, teniendo con ello una ayuda en su vejez.

LOS TERNEROS DEL RVDO. OMER PARÉ

Durante los años que estuve en la parroquia de Tugán, al llegar los seminaristas para las vacaciones con sus familias, yo les reservaba algunos trabajos fáciles, como repasar y pintar las puertas y ventanas metálicas, pues la madera escasea y se la comen las termitas, dar una mano de aceite quemado de los motores a los bancos de la iglesia para protegerlos de las voraces hormiguitas, ordenar los archivos, limpiar el huerto-jardín de la casa parroquial… de esa forma se ganaban un dinerillo, que les venía muy bien al comenzar el nuevo curso escolar. Mi idea era educar a aquellos chicos a ganarse la vida con algún trabajo, para ir eliminando al clero pordiosero.

Pues bien, uno de estos seminaristas, ya sacerdote, está en una parroquia del sur de la diócesis, donde el Sahel va perdiendo su austero nombre. Allí llueve más, las tierras son mejores y los campesinos cultivan el algodón y el maíz con buenos rendimientos.

El joven coadjutor tuvo un accidente de moto. Él escapó con suerte, pero la moto tuvo que ser reparada. La factura 250 euros…Ante esa emergencia, yo le ayudé. Pero al mismo tiempo le sugerí, que ¿porqué no cultivaba con algún grupo de muchachos un campo comunitario?

Consiguió un terreno de unas 10 Ha. que les atribuyó el jefe de las tierras del pueblo de Wakara y se pusieron manos a la obra. Se corrió la voz de que el cura joven estaba cultivando con un grupo de muchachos. Los ancianos de la región iban a verlo trabajar la tierra, pues nunca antes habían visto a un sacerdote cultivar un campo. El primer año el Señor bendijo sus esfuerzos. Tuvieron una buena cosecha de maíz y alubias. Cuando me lo comunicaron, les aconsejé que almacenaran los productos en algún local de la misión, que les sirviera de granero, dejando pasar los meses de la abundancia y que al año próximo, cuando antes de la siembra, el grano empieza a escasear y sube de precio, era la hora de venderlo y comprar algunas reses jóvenes, si posible preñadas, en esos meses que baja el precio del ganado, por la mayor oferta.

Les dije: “Cuando paran las vacas, guardáis las hembras para reproductoras y engordáis los terneros para venderlos a los carniceros de Bobo- Yulaso”, (segunda ciudad del país, distante unos 150 kms).

También les indiqué que seleccionaran un buen par de novillos para domarlos y enseñarles a labrar la tierra y a tirar de la carreta, así no tendrían ellos que destripar los terrones con la azada y transportar los cereales en las bicis. Ya llevan seis años funcionando. Cada año, en el momento de la recolección, planean lo que van a hacer. Separan lo necesario para el consumo de cada familia y el resto lo guardan para comercializar. Con la paja alimentan el ganado y el pequeño rebaño va aumentando y dando rendimiento. Lo dejan pastar por los campos los restos de paja de maíz y así abonan la tierra al mismo tiempo.

Siguen domando novillos para los trabajos agrícolas y otros agricultores se los quitan de las manos. Yo les dije que los subasten.

Total, que ahí tenemos a un cura joven y a un grupo de muchachos que ni les pasa por la cabeza emigrar a la Costa de Marfil a trabajar en las plantaciones de café o cacao y menos aún buscar un cayuco y lanzarse a la aventura …

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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