Bono y la pobreza en África (I)

1/09/2007 | Opinión

TED, sigla de “Tecnología, Entretenimiento y Diseño”, es una fascinante conferencia que reúne periódicamente a los más brillantes cerebros del mundo de la innovación. En junio de este año se realizó en Tanzania, y allí el periodista Andrew Mwenda, de Uganda, presentó una ponencia en la que decía que África debe buscar su propio camino hacia el desarrollo, en lugar de depender de la ayuda de los países ricos. Afirmó que, en la historia, ningún país había salido de la pobreza gracias a la limosna.

Mwenda fue interrumpido “de manera agresiva y estridente”, según Technology Review (junio 5), por Bono, el legendario cantante de U2, quien asistía a la conferencia y quien, como abanderado del concepto de la ayuda exterior a África, no podía permitir que alguien, menos aún un africano, pusiera en cuestión la idea que subyace a sus exitosas campañas. No. Él y Jeffrey Sachs ya tienen un plan para salvar al mundo: incremento sustancial de la ayuda que los países ricos envían a los países pobres.

Este plan se ha aclimatado en un entorno de farándula, en el cual se nota la ausencia de dos elementos: primero, una reflexión seria sobre la efectividad de las estrategias que se promueven. Y segundo, voces de la propia África: aparte de unos cuantos burócratas y corruptos a quienes siempre ha convenido el dinero de la ayuda, hay muchos africanos que creen que ya es hora de que su continente salga de la minoría de edad, y avance hacia su propio desarrollo. Esto no excluye para nada algo de ayuda: la cooperación internacional es crucial para el desarrollo de infraestructura, la salud y la atención de emergencias humanitarias. Pero, en ningún caso, la ayuda será la clave para vencer definitivamente a la pobreza.

Las propuestas de Bono no tienen nada de novedoso ni de original. La verdad es que la estrategia de utilizar ayuda exterior para combatir la pobreza tiene ya bastantes años, al menos cuatro décadas, o incluso más. Durante este tiempo, los países de la región sub-sahariana han recibido enormes sumas de dinero en ayuda exterior, y el resultado de esto no ha sido otro que un doloroso surtido de disfunciones políticas y económicas. Al cabo del tiempo, en la mayoría de los casos, los beneficiarios de la ayuda siguen siendo tan pobres como antes, e incluso algunos son más pobres. Otros se volvieron absolutamente dependientes de la ayuda internacional: nunca pudieron desarrollar su propia economía.

Todos recordamos el caso de Etiopía, cuya terrible hambruna conmovió al mundo a mediados de los ochenta. Fue allí cuando empezamos a ver campañas de este tipo, mitad farándula, mitad buenas intenciones, y muy poca efectividad. Bob Geldof, quien trazó la ruta que hoy recorre Bono, organizó los conciertos Live Aid, que recogieron $ 100 millones de dólares, suma que se añadió a otros aportes internacionales muy cuantiosos. Veamos los resultados. Etiopía es hoy más pobre que en ese entonces. Depende por completo de la ayuda exterior. Y se ha denunciado que los organismos que ejecutaron las campañas de ayuda terminaron, en la práctica, sirviendo al gobierno etíope, un tenebroso régimen de extrema izquierda que, con su política de colectivización agrícola forzosa, había causado la hambruna.

Lo que hoy nos propone Bono, con el patrocinio de Jeffrey Sachs, es exactamente lo mismo. En su campaña, las consideraciones de efectividad de la ayuda y de cómo lograr los resultados están ausentes. Predomina la ingenuidad: “la ayuda, junto con la reducción de la deuda, significa que veinte millones más de niños africanos irán a la escuela, y que 1.3 millones tendrán medicamentos para salvar su vida. Fascinante”. Esto dice Bono en su editorial de Vanity Fair de este mes, de la cual fue editor invitado. Y predomina especialmente una obsesión con la cantidad: sólo se habla de que los países ricos deben incrementar la ayuda, no de cómo se hará para que esta produzca resultados. Como bien comentó William Easterly, esto sería como juzgar las películas de cine por el presupuesto gastado en ellas, no por su calidad (Foreign Policy, septiembre de 2005).

El gran peligro que subyace a esto es la posibilidad de causar una decepción gigantesca. Luego de que pase la fiesta, y luego de que Bono, Madonna, Brad Pitt, Bob Geldof y otros ya hayan refinado su imagen de acuerdo con lo que dicta la moda, y hayan expiado algunas culpas interiores, es muy posible que los pobres sigan tan pobres como antes, y que a su miseria tengan que añadir una frustración.

Andrés Mejía Vergnaud

El autor es el Director Ejecutivo del Instituto Libertad y Progreso, Bogotá, Colombia.

info@libertadyprogreso.net

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