No sólo se negó a intervenir, sino que participó activamente para que se produjera la tragedia
El día que Bill Clinton aterrizó en el aeropuerto de Kigali, en marzo de 1997, con el fin de encontrarse con su amigo Paul Kagame, el pueblo estadounidense y el resto del mundo pensaban que él estaba allí por motivos de compasión. Pues bien, era un error. Bill Clinton está muy preocupado debido al descubrimiento del secreto de la tragedia de Ruanda. Aquel día, Clinton consiguió pronunciar un discurso bien pensado, pero traicionó a su corazón y omitió el genocidio en su alocución: “Puede que os parezca extraño a los que estáis aquí, en particular al gran número de vosotros que ha perdido a miembros de su familia, pero la gente como yo, los que trabajamos sentados en un despacho día tras día, no hemos podido apreciar plenamente la profundidad y la rapidez con la que este terrorismo inimaginable os ha engullido”. Aparte del contenido del discurso, lo que tiene suma importancia es el momento: ¡era marzo de 1997! ¿Se acuerdan de lo que había pasado unos días antes, a finales de febrero de 1997? El fiscal del Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), proveniente de Australia, Michael Hourigan, mediante sus profundas y secretas investigaciones especiales, descubrió que fueron Kagame y Bill Clinton los que derribaron el avión de Habyarimana, hecho que posteriormente provocó la tragedia de Ruanda. Michael Hourigan tuvo miedo de hacer público el nombre de Clinton. Pero hoy, 16 años después, mediante una videoconferencia realizada desde su país natal, Australia, Hourigan cree que es el momento de decir la verdad al mundo.
Entonces, ¿cómo se ha revelado la verdad? Era 26 de febrero de 1997. Desde la embajada estadounidense de Kigali, el investigador del TPIR Michael Hourigan (de Australia) realizó la famosa “llamada telefónica de Ruanda” a su jefa de La Haya (Holanda), la fiscal jefa del TPIR Louise Arbour (de Canadá), para transmitirle la delicada información que acababa de descubrir. Inmediatamente, Arbour, en pleno estado de nerviosismo, llamó a Nueva York para informar al Secretario General, Kofi Annan. La conversación fue como un jarro de agua fría: Kofi Annan ya se había enterado hacía dos años, en la oficina del Ministro de Asuntos Exteriores Jean-Marie Vianney Ndagijimana en Kigali, Ruanda, que fue Bill Clinton quien ordenó el asesinato de Habyarimana y esperaba que esta información nunca fuera descubierta. Kofi Annan informó inmediatamente a Madeleine Albright, la Secretaria de Estado de Clinton que eligió a Kofi Annan como Secretario General de la ONU en sustitución de Boutros Ghali. Madeleine Albright se plantó en el despacho oval en poco tiempo: “Señor Presidente, nuestra acción contra Francia en la tragedia de Ruanda ha sido descubierta. Los investigadores de TPIR han descubierto que nosotros derribamos el avión francés”. Este fue el comienzo de una larga historia que bien podría parecer el juego del escondite: Louise Arbour ordena el despido del investigador del TPIR, Michael Hourigan, y el cierre de la investigación. Kofi Annan recibe órdenes de enviar a Ruanda a Michael Hall, del Servicio de Seguridad de la ONU, con el fin de organizar la pronta salida de Michael Hourigan de Ruanda. Después, Bill Clinton ordena a Madeleine Albright que presione a los jueces del TPIR para que no investiguen más sobre el accidente que desencadenó el genocidio de Ruanda: el derribe del avión de Habyarimana. ¿Eran estas órdenes suficientes para asegurar el espíritu de paz de Clinton ante el mundo? La idea de que algún día te llamen “terrorista americano” hace daño: “Ningún testigo debe sobrevivir. Nadie debe saber que yo derribé el avión de Habyarimana”, dijo, según recuerda un asistente de alto cargo de Clinton hoy en día.
Bill Clinton quería reunirse con Paul Kagame, su amigo en el terrorismo, lo antes posible. “Sí, Señor Presidente”, responderían por aquel entonces Madeleine Albright y Susan Rice, como si fueran las mejores alumnas de la clase. Algunos días más tarde, Bill Clinton aterrizó en el aeropuerto de Kigali en Ruanda y, tras el famoso discurso, ordenó a Paul Kagame que asesinara a todas las personas que pudieran saber del asesinato de Habyarimana, empezando por las personas que figuraban en la nota de servicio que Hourigan había entregado a Louise Arbour en La Haya algunos días antes: era el comienzo de una larga serie de asesinatos por todo el mundo. Así, con un astuto estilo de camuflaje propio de Bill Clinton, fueron asesinados algunas semanas más tarde en Nairobi, Kenia, Seth Sendashonga y Théoneste Lizinde, quienes ayudaron a los agentes de Clinton a derribar el avión de Habyarimana. Además, Bill Clinton aconsejó a Kagame, hace poco, que asesinara al general ruandés Faustin Nyamwasa en Sudáfrica. Cuando dicho atentado no sucedió, Clinton se trasladó rápidamente a Sudáfrica para presionar con el fin de enterrar el asunto.
Pero, ¿cómo se implicó Bill Clinton en estos actos de terrorismos a la sombra de Kagame? El día que el muro de la Guerra Fría fue derribado en Berlín en 1989, con tantos festejos, el presidente francés François Mitterrand no sabía que Francia sería el siguiente blanco del Imperio Americano. Veinte años más tarde, la imagen de esta guerra estadounidense invisible contra Francia es horrible: doce millones de personas asesinadas en África francófona y un caso certificado de genocidio en Ruanda. Y las víctimas son los negros africanos. Entonces, ¿quién sabía de todo esto? ¿Y cuándo lo supieron? Desgraciadamente, el primer hombre que dio con la idea infame es nuestro “héroe negro”: el general Colin Powell.
Todo comenzó el 25 de noviembre de 1987 en California, en las colinas de Santa Inés, Santa Bárbara, en el rancho del presidente Reagan. El general estaba contento de decirle a su jefe que la Guerra Fría con los soviéticos había terminado. “Señor Presidente, el Kremlin ya no tiene la fuerza suficiente para seguir en el poder; el Secretario de Defensa, George Shultz, firmó ayer un acuerdo nuclear con los soviéticos”. El presidente, en pleno momento de excitación, invitó al general a encontrar un nuevo enemigo con el que combatir. Y el nuevo enemigo sería el Imperio Francés de África. Los recursos del Congo se concebían como un tesoro indispensable que había que conseguir por todos los medios, incluso con un genocidio. Debido a que una nueva orden acababa de salir de Washington, el presidente francés François Mitterrand percibió la amenaza y para evitarla decidió adelantar los cambios. Así, invitó a todos los presidentes africanos que estaban bajo su control a La Baule (Francia) y les impuso un cambio radical en la gobernanza pública (la democracia), para corregir los llamados “errores franceses” a los que Sarkozy se refirió en su discurso durante el Memorial para el genocidio de Ruanda en febrero de 2010 y cumplir con la voluntad de Kouchner, su Ministro de Asuntos Exteriores, y de su autodenominado amigo Paul Kagame.
¡Pero ya era demasiado tarde! A Washington no le interesaba la democracia africana, más bien le atraían los inmensos recursos minerales del Congo.
Bill Clinton entró en el despacho oval en el momento perfecto y con la gente perfecta. Pero cometió un gran error eligiendo a un hombre sin instrucción y soldado sin experiencia: Paul Kagame. El 1 de octubre de 1990, debido a que el presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana se había negado a traicionar a los franceses, el Pentágono decidió invadir Ruanda desde Uganda, escondiéndose tras la rebelión del Frente Patriótico Ruandés (FPR). Aquel día, el presidente ruandés, Juvénal Habyarimana, estaba en Washington y el Departamento de Estado estadounidense le ofreció asilo político a cambio de transferirle todos los poderes a Paul Kagame, del FPR. Habyarimana declinó la oferta y volvió a Ruanda. Desde octubre de 1990 a enero de 1993, el Pentágono (Dick Cheny y Colin Powell) ayudó a Kagame, facilitándole todo lo que necesitara para derribar al gobierno de Ruanda. Pero, dado que Francia había trasladado sus tropas a Ruanda con el fin de presionar las negociaciones y la democracia entre el gobierno ruandés y el FPR, Washington se dio cuenta de que no era factible invadir el Congo con un gobierno democrático en Ruanda: Washington necesitaba a un hombre de contacto. Así fue como apareció el plan B: el asesinato de los dirigentes hutu.
En septiembre de 1993, Bill Clinton ordenó al Pentágono y a la CIA que ayudaran a Kagame a asesinar al presidente hutu de Burundi, Melchior Ndadaye, vecino de Ruanda y aliado de Francia. El 20 de octubre de 1993, Kagame, con sus batallones de la muerte y los agentes de la CIA, fue a Bujumbura: el presidente Melchior Ndadaye fue asesinado y cortado en trozos con un cuchillo: el “método Kagame” para asesinar a sus víctimas. En cuanto Kagame volvió a Kampala algunos días más tarde después su maligna misión en Bujumbura, fue recibido por Brian Atwood, el director de la USAID (Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos), para terminar el plan de asesinar al presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana. Tal y como un informador ha podido confirmar hoy en día, Kagame dudó y advirtió que podría darse un cataclismo en Ruanda si el presidente Habyarimana fuera asesinado, como sucedió con su homólogo burundés Ndadaye. Sin embargo, Bill Clinton, a través de su embajador George Moose, le dijo a Kagame que el asesinato de Habyarimana era el único medio para ganar la guerra rápidamente. La CIA calcula que alrededor de 50.000 personas fueron asesinadas tras el asesinato de Habyarimana, un sacrificio aceptable y barato para una causa justa. El Pentágono prometió facilitarle todo lo necesario a Kagame, información y asistencia militares incluidos.
Kagame aceptó el riesgo e invitó a Lizinde y Kanyarengwe, dos rebeldes hutus y antiguos aliados del presidente Habyarimana, a trazar un plan de asesinato. Alex Kanyarengwe propuso un atentado contra el avión de Habyarimana y Théoneste Lizinde indicó el mejor emplazamiento para derribar el avión presidencial: Masaka Hill, cerca del aeropuerto de Kanombe. En diciembre de 1993, Kagame se reunió de nuevo con Brian Atwood, Prudence Bushnell y el embajador estadounidense George Moose: “Decidle a Clinton que necesito dinero y armas”, les dijo, según recuerda un funcionario de alto rango del FPR en el exilio. Bill Clinton, cuando pasaba por Kampala, facilitó todo al movimiento de rebelión de Kagame: en aviones Hercules C130 les llevaron dinero, hombres, inteligencia (información) y armas. Las tácticas políticas para asesinar a Habyarimana fueron efectuadas por el presidente ugandés, Yoweri Museveni, bajo petición de Bill Clinton. El presidente de Tanzania, Hassan Mwinyi, se unió a la trama y forzó al presidente Habyarimana a ir a Dar-Es-Salaam el 6 de abril de 1994 con motivo de una reunión infame: nunca más volvería a casa.
Entonces, ¿qué pasó exactamente aquel día? El 6 de abril de 1994, Bill Clinton ordenó al Pentágono el envío de 450 soldados estadounidenses a Burundi para ayudar a los agentes de la CIA en Ruanda a ejecutar el asesinato. Aquel día, por la mañana, Madeleine Albright, embajadora de Clinton en la ONU, ordenó al general Roméo Dallaire (de Canadá), que estaba en Ruanda como jefe de los Cascos Azules de la ONU, que facilitare al FPR y a los agentes de la CIA un viaje al parque nacional de Akagera con vehículos de la ONU, para supervisar el regreso desde Tanzania del avión de Habyarimana por la noche, y que alertara al equipo terrorista en Masaka Hill para que se prepararan para la explosión del avión. El mismo día, el presidente ugandés Yoweri Museveni recibió la orden de Bill Clinton de asegurarse de que el regreso a Kiagali de Habyarimana se realizara por la noche. A las 20:01, los espías de la CIA detectaron el avión de Habyarimana sobrevolando el parque de Akagera, advirtieron inmediatamente al cuartel general de Kagame, en Mulundi, y llamaron a las tropas estadounidenses ya situadas en el aeropuerto de Bujumbura y al embajador de Estados Unidos en Burundi, Robert Kruer, para que estuvieran preparados ante una posible catástrofe en Ruanda. Desde Mulindi, donde estaba la base del cuartel general del FPR, Kagame envió un mensaje por radio al equipo de terroristas ya ubicados en Masaka Hill para que se prepararan para derribar el avión.
Mientras tanto, en Washington, Bill Clinton estaba sentado a su mesa en el despacho oval, esperando las buenas noticias. En Kigali, el general canadiense Roméo Dallaire apagó todos los teléfonos involucrados en las conversaciones secretas con los funcionarios de la CIA y los hizo desaparecer. A las 20:21, cerca del aeropuerto de Kigali, el piloto de Habyarimana, francés, recibió la autorización por radio de la torre de control para poder aterrizar. Pero, mientras descendían por la pista de aterrizaje, dos misiles salieron de Masaka Hills hacia el avión presidencial. No sobrevivió nadie a bordo de aquel avión.
Las buenas noticias llegaron a la Casa Blanca en un abrir y cerrar de ojos y Antony Lake, el consejero nacional de seguridad de Bill Clinton, entró en el despacho oval: “Señor Presidente, lo hemos hecho: el Congo será americano”. Unos minutos más tarde, Robert Flaten, el embajador estadounidense en Ruanda por aquel entonces, estaba al teléfono para confirmar el informe. Fue un día alegre en la Casa Blanca y un día triste en los Campos Elíseos. El objetivo último era derribar a Francia en el Congo y quedarse con los inmensos recursos congoleños. Bill Clinton aceptó apoyar a los rebeldes de Kagame y, a cambio, Kagame actuaba como hombre de contacto para invadir el Congo y derrocar el gobierno “afrancesado” de Mobutu. En marzo de 1997, Clinton aterrizó en el aeropuerto de Kigali y pronunció el discurso infame. Después, escondiéndose tras Kagame, invadió el Congo, mató a 8 millones de personas, incluidos los residentes españoles, derrocó a Francia y se quedó con los recursos del Congo: cientos de millones de dólares fueron a parar al bolsillo de Clinton, y Kagame pudo permitirse dos jets privados de lujo y un inmenso edificio en Londres con Tony Blair como co-titular de la acción.
Sin embargo, en enero de 2009, cuando Obama se convirtió en el presidente de Estados Unidos, Clinton y Kagame, que eran amigos del crimen, se convirtieron en enemigos de la justicia. ¿Por qué? Obama ordenó a Kagame el arresto en el Congo del general Laurent Nkunda y Kagame reaccionó planeando un complot para asesinar a Obama, buscando la ayuda de Clinton y Tony Blair para derribar el Air Force One, exactamente de la misma manera con la que procedieron para eliminar a Alison Des Forges. En cuanto la información se hizo pública (sin duda Obama lo sabía), Clinton ya se había asegurado de tomar distancias con Kagame. Al mismo tiempo, el TPIR reveló los nombres de los autores del asesinato de Habyariamana, y ahora las familias de las víctimas reclaman justicia en los tribunales. El juicio de la corte de Oklahoma reclama 350 millones de dólares en compensación de este asesinato terrorista en el aeropuerto de Kigali el 6 de abril de 1994, dinero que Kagame no se puede permitir. Pero Kagame, de todas formas, asesinó a 8 millones de personas en el Congo, incluidos los residentes españoles, durante la invasión y la ocupación ilegales bajo las órdenes de Bill Clinton. ¿Cuánto dinero se necesitará para compensar todas estas víctimas? ¿Quién lo pagará, Kagame o Clinton? El juez español cree que es Bill Clinton quien debe pagar esta suma. Y Skinney, de Kigali, está dispuesto a acusar a Clinton ante los tribunales si Hillary Clinton le empieza a criticar públicamente. El hombre de Kigali está en una buena posición para destruir Estados Unidos, y ya ha empezado a intimidarles públicamente: “El (…), ya sabéis, Occidente (…), Clinton me ordenó que matara a Habyarimana (…), invadir el Congo (…), y ahora debe hacer frente a la justicia él solo (…)”. Según un alto responsable del FPR (los servicios secretos de Kagame), muchos políticos estadounidenses se encontrarán ante la justicia bajo acusaciones de terrorismo si detienen a Kagame: Bill Clinton, Madeleine Albright, Bill Perry, Colin Powell, Dick Cheney, George Bush, Suzan Rice, Brian Atwood, Antony Lake, John Shalikashvili, Pierre Richard Prosper, Robert Kruer, Kofi Annan, Roméo Dallaire, Louise Arbour y muchos más.
Entonces, ¿qué pasa con Kagame? ¿Es inocente? Muchos abogados españoles piensan que Kagame es inocente. Si se demuestra que Bill Clinton ordenó a Kagame el asesinato de Habyarimana y le forzó a invadir el Congo, Kagame no puede ser detenido y toda la responsabilidad recae sobre Bill Clinton. En conformidad con la ley y la teoría de la Agencia, Kagame es un hombre inocente, ya que actuó bajo las órdenes de su jefe, Bill Clinton, y está en una buena posición para demostrarlo.
Entre bastidores, el caso de “Kagame contra Clinton” ante los tribunales está atrayendo a un buen número de abogados en todo el mundo. Es fácil defender a Kagame en la sala de audiencia para conseguir los millones de dólares de la tesorería de Bill Clinton. Sin embargo, recientemente, Bill Clinton ha negado en Toronto (Canadá) toda implicación en la tragedia de Ruanda. ¿Fue honesto? Hace algunas semanas, realicé esta pregunta a uno de los antiguos consejeros jurídicos de Bill Clinton: “¿Cómo reacciona ante los jueces españoles que quieren detener a Clinton con la acusación de terrorismo en Ruanda y en el Congo en 1994 según la “teoría de la agencia”?”. “Bueno, ya sabe, las teorías son muy bonitas, pero en la sala de audiencia se necesitan pruebas”.
Sin embargo, el juez francés Jean-Louise Bruguière me dijo, hace muchos años: “Hay suficientes pruebas que implican a Bill Clinton en el asesinato de Habyarimana. El abogado australiano y antiguo fiscal del TPIR, Michael Hourigan, confirmó esta afirmación. Asimismo, la antigua fiscal jefa del TPIR, Carla del Ponte (Suiza), ha confirmado la implicación de Clinton. Incluso Kagame ha entendido el peligro que corre y es probable que esté dispuesto a decir a la verdad para salvar su vida. El antiguo embajador estadounidense en Ruanda, Robert Flaten, ha confirmado que los soldados estadounidenses estaban situados en el aeropuerto de Bujumbura el 6 de abril de 1994… ¿Quién los envió allí? ¿Qué hacían allí, en un país francófono? Y, ¿por qué estaban ahí justo ese día?
“Nadie sabe cuándo será detenido Bill Clinton, pero ya hay un juez español que está dispuesto a enfrentarse con Estados Unidos”.
Audiencia Nacional, Madrid, España
Tribunal des Hautes Instances, París, Francia
Emmanuel BAMENYEKANYE.
Traducción de Arantza Cortázar, para Fundación Sur.