No es fácil resumir la trayectoria de Manuel Belgrano en una columna de opinión ni tampoco el objetivo. Estudiante en España, graduado como abogado también con oficio en economía y en el periodismo, en forma inesperada secretario del Real Consulado de Buenos Aires, hombre de letras e impulsor de la educación, fundador del periódico Correo de Comercio de Buenos Aires en 1810, vocal del primer gobierno patrio y creador de la principal insignia patria, en febrero de 1812.
En su faceta militar, con nula preparación militar previa, aguerrido líder en el rechazo de las invasiones inglesas y general en jefe en la expedición al Paraguay entre fines de 1810 y principios de 1811 (por la cual fue enjuiciado y exonerado, con saldo de dos pueblos fundados: Mandisoví y Curuzú Cuatiá en la mesopotamia, camino al Paraguay). Luego, jefe militar en la Banda Oriental y conductor del Ejército del Norte, fuerza vencedora en Tucumán y Salta, de la cual cedió el mando al general San Martín en 1814 luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, por las cuales fue de nuevo juzgado y absuelto, para después conducir el desmoralizado y diezmado Ejército del Alto Perú.
En cuanto a ideas políticas, en un principio a favor de la ascensión al trono de la princesa Carlota Joaquina, más tarde partidario de una monarquía constitucional con un descendiente de la casa real incaica.
Sobre Manuel Belgrano se ha escrito profusamente, comenzando por su primer biógrafo de importancia, Bartolomé Mitre, y al punto que el Instituto Nacional Belgraniano honró al prócer en 1998 con 1852 títulos de un listado que ocupa 371 páginas. Han pasado 20 años y su extensión sigue aumentando. La breve reseña anterior está compuesta por algunos de los multifacéticos roles que detentó Belgrano a lo largo de su intensa y no tan larga existencia, de 50 años, cuando el 20 de junio de 1820, muy aquejado por varias dolencias, falleció en su natal Buenos Aires, sin ser noticia, en absoluta pobreza y soledad, un convulso día de tres gobernadores; parte de la secuencia de la denominada (en forma errónea) «anarquía del año 1820», ocurrida tras la disgregación de la autoridad central del Directorio Supremo.
Belgrano, por el momento, resultó olvidado tras un funeral austero y poco asistido, pese a un segundo mucho más elaborado en julio de 1821. Recién en 1873 el entonces presidente Domingo F. Sarmiento inauguró una estatua ecuestre del prócer en Plaza de Mayo y en 1887 Mitre publicó la biografía de quien muriera 67 años atrás en una mañana del «fatídico año 1820», según lo denominaran varios de los contemporáneos.
Más allá de las menciones de la trayectoria del prócer, se debe repasar un aspecto no tan abordado. Un dato importante de la acción militar belgraniana quedó marginado. En su comandancia del Ejército del Norte, el prócer ascendió al grado de capitana a una aguerrida combatiente, la afrodescendiente y porteña María Remedios del Valle, conocida por ello como «La Capitana», así como «niña de Ayohuma», por ser parte del grupo que auxilió a Belgrano en dicha batalla. En las invasiones inglesas auxilió a los defensores de la ciudad y desde 1810 se sumó a los ejércitos patrios. Por sus proezas en batalla, como integrante del Ejército del Norte, su apodo es «Madre de la Patria».
La parda, según la clasificación en castas del orden colonial (así fue inscrita al nacer en 1766 o 1767), había recibido varias heridas y la pérdida en batalla de su marido y dos hijos. Además fue tomada de prisionera por los realistas y torturada por haber provocado la fuga de varios de sus compañeros. En síntesis, su vida fue una vejación tras otra, bajo su triple condición estigmatizante para la época de ser mujer, muy humilde y afro.
Pese a su foja intachable, esta heroína en la década de 1820 mendigaba a la altura de la actual Plaza de Mayo guardando el secreto de haber combatido bajo las órdenes de Belgrano. Avanzada dicha década obtuvo una renta irrisoria, pero con el cambio de década logró conseguir una pensión adecuada a partir del ascenso que le confirió Juan Manuel de Rosas al grado de «sargento mayor de caballería». Por tamaño gesto de gratitud, y en agradecimiento al gobernador, ella cambió su nombre a Remedios Rosas. La Capitana falleció el 8 de noviembre de 1847 solo con el estipendio citado y sin más reconocimientos a su gran gesta por la patria. No obstante, como una reivindicación tardía —que demuestra aun hoy el problema de la invisibilidad afro—, desde 2013 esa fecha sirve para homenajearla y con ello a la comunidad afro, siendo tal jornada el Día Nacional de los/as Afroargentinos/as y de la cultura afro (ley n° 26852). Se estima, según pruebas realizadas antes de 2010 más cálculos de activistas e investigadores, un 5% de población argentina con algún ancestro africano en su identidad, unos dos millones de habitantes entre más de cuarenta millones.
La reivindicación de la «Madre de la Patria» sirve para iluminar tres aspectos. El primero es atender y criticar el blanqueo de la historia argentina, un relato siempre reticente a incluir en las gestas a personajes no blancos o a disimular sus orígenes si son agregados (como el caso del célebre sargento Cabral respecto a San Martín, por ejemplo). En segundo término cuestionar una galería de próceres siempre masculinos y, en último lugar, matizar ciertas impresiones acerca de los afrodescendientes muy frecuentes en opiniones de época. En diciembre de 1813, tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Belgrano escribió a San Martín lo siguiente: «No estoy así contento con la tropa de libertos; los negros y mulatos son una canalla que tiene tanto de cobarde como de sanguinaria, y en las cinco acciones que he tenido han sido los primeros en desordenar la línea, y buscar murallas de carne; sólo me consuela saber que vienen oficiales blancos o los que llamamos españoles con los cuales acaso hagan algo de provecho».
No obstante, la historia de la afrodescendiente citada aporta un importante matiz a una opinión consecuencia del desánimo tras una derrota bélica. Por último, solo la experiencia de los afrodescendientes durante el cruce de los Andes, al mando de San Martín, desmiente esta prejuiciosa y previa mirada del creador de la bandera.
Originall: Infobae