Bamako no se detiene, por Fátima Válcarcel

23/02/2012 | Bitácora africana

Son las siete de la mañana. Mi vecino me acerca a la redacción del periódico Les Echos en mi primer día de “prácticas”. No es que se haya ofrecido a hacerme el favor -qué también- sino que, como este mundo es siempre más pequeño de lo que pensamos, mi vecino trabaja en el departamento de administración del diario donde hoy comienzo a colaborar. El primero del país tras L’Essor: el oficial.

Me toca madrugar igualmente, pero menudo cambio. Si pretendes coger un mini-bus pasadas las siete: ¡olvídate! Todos van llenos y debes esperar un buen rato al borde de la carretera hasta que, por fin, te dejan subir. Para entonces, encontrarte en mitad de un embotellamiento es ya un hecho inevitable, y llegar tarde también.

Los malienses no trabajan nada. Claro qué no. Por eso, Bamako bulle desde las seis de la mañana. Cuando la oscuridad todavía oculta a su población. Es más, a las 4:00 de la madrugada el muecín ya está llamando a la oración y la capital de Malí comienza a movilizarse.

De camino al centro de la ciudad, desde el coche de mi vecino observo a muchos de los que llevan horas en pie. Contemplo a quienes me habrían quitado la plaza en cualquiera de los mini-buses verdes (sotrama) que se amontonan en fila india. La mayoría son mujeres que también me miran. Nos miran. Me asombran los motoristas que convierten los dos carriles en ocho. ¡Bamako está invadida por scooters! Las famosas Jakarta.

En el puente del Rey Fahd también se ven chicos en bicicleta que, cargados con todo tipo de artículos para vender en el mercado, pedalean a toda prisa. Es la postal que más me gusta. La de uno de los tres puentes que cuelgan sobre el río Níger. Sobre el Djoliba, como lo llaman en bambara. La de la vida del presente que no espera. La de los malienses que, como las aguas que les bañan, no se detienen. Cubra el polvo el sol naciente o amanezca despejado.

En la redacción, nadie se sorprende al verme. Algunos me conocieron ayer durante la entrevista, los menos. Mi misión: acompañar al nuevo redactor en su jakarta. Se presenta el Programa de Apoyo Conjunto de las Naciones Unidas para la Promoción de los Derechos Humanos en Malí (2012-16), en el hotel L’Amitié (un símbolo de la ciudad, que compraron los libios). Entre los conferenciantes se halla el ministro de Justicia maliense, Maharafa Traoré, y el coordinador residente del Sistema de las Naciones Unidas, Makan Kane. La Constitución maliense de 1992 reconoce y garantiza los Derechos Humanos fundamentales.

No obstante, este programa se cerró antes de la complicada situación que se vive en el Norte y hoy han optado por no hablar de los desplazados, de los refugiados… El presupuesto del nuevo plan para este año asciende a 650.000 dólares y participan, además del gobierno maliense y de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). No ha habido rueda de prensa. Casi que lo celebro. Yo no debo preguntar todavía y mi compañero tampoco tenía la intención de hacerlo. En Les Echos se publican opiniones comprometedoras, pero hay lugares en los que la información que te dan es la que saldrá en el diario del día siguiente. Este era uno de ellos. Tras el café, hemos esperado a que todos se marcharan para que los reporteros recibieran “su sobre”, pero sin sobre. El espacio de esta noticia ha ascendido a 10.000 francos CFA (unos 15 euros). Todos para el periodista. Me cuentan que, dependiendo del organizador, te pagan más o menos. Lo que me extraña es que ni siquiera me extraña. En estos periódicos apenas hay publicidad y en España, en cierto modo como aquí, también quien paga manda. Quizá por ello, el último informe de Reporteros sin Fronteras haya situado a ambos países en el nivel dos del ranking de la libertad de prensa. Igual que a Estados Unidos o a Francia.

Mientras reflexiono sobre esto en el porche de mi casa, en Bamako anochece. Levanto la vista y, a través de la puerta entreabierta, veo pasar a un chico sentado en un carro, que va cargado de paja hasta arriba. El asno trota. Los niños juegan en la calle. Se divierten.

Mañana será otro día. Tal vez algo me sorprenda más que lo vivido hoy, pero tampoco creo que vaya a estar relacionado con el modo en el que los malienses se desenvuelven. En Malí, el presente no se detiene, no. En Malí, el futuro de sus hijos también les preocupa.

Original en Es la Hora de África

Autor

  • Valcárcel, Fátima

    Fátima Valcárcel es ante todo periodista y enamorada de África y por este continente ha volcado su labor profesional y humana . Actualmente reside en Mali donde colabora con el periódico "Les Echos" y desde Bamako escribe su blog "Es la hora de África" que reproducimos en esta Bitácora Africana.
    Escribe en la Revista "Política Exterior" y en "FronteraD" , y en la Universidad de Valencia con la Cátedra UNESCO . organizó y dirigió seminarios sobre África

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