Ayaan Hirsi Ali, un destino fuera de lo común, por Paquita Reche, mnsda

27/05/2009 | Bitácora africana

De una Somalia devastada por la guerra al Parlamento Holandés

En 2006, muchos nos sorprendimos al ver que el título de europea del año, había sido otorgado a una mujer africana de 37 años. ¿Por qué la somalí Ayaan Hirsi Alí había merecido este galardón?

Con apenas veinte años había llegado a Holanda huyendo de un matrimonio concertado por su padre. Allí obtuvo el asilo político, trabajó como traductora y pudo estudiar Ciencias Políticas. En 2003 fue elegida diputada al Parlamento holandés, del que se vio obligada a dimitir en 2006 como consecuencia del escándalo que reveló que había empleado datos personales incorrectos durante la tramitación de su nacionalización, en 1992. Pudo conservar la nacionalidad holandesa, pero, amenazada de muerte por los islamistas, la ex diputada se exilió a Estados Unidos, para trabajar como investigadora en una fundación en Washington.

Ayaan se hizo famosa luchando por los derechos de las mujeres musulmanas y por su libertad, que las costumbres arcaicas enjaulan y en las que permanecen atrapadas con velos que cierran las mentes. Por experiencia propia, conoce el sufrimiento que ciertas costumbres y la interpretación rígida del Corán generan para las mujeres, no sólo en países lejanos.

Debido a la emigración, hoy, se pueden encontrar también en Europa las mismas situaciones de violación de derechos humanos. Aquí llegan hombres que reproducen comportamientos y costumbres inspirados en ideas retrógradas, incompatibles con las conquistas democráticas de esos derechos en Occidente. Ayaan Hirsi Ali no se cansa de denunciar estas situaciones, lo mismo que denuncia una errónea comprensión de la multiculturalidad, que lleva a cierta complicidad y tolerancia, que impide ir a la raíz de los problemas. Piensa que mantener al margen de toda crítica a las culturas no occidentales, encierra en su atraso a los representantes de esas culturas. Para ella, este relativismo es nefasto y no es más que una forma de racismo.

La vida que forjo a una luchadora rebelde

¿Quién es esta mujer y de dónde saca la fuerza para enfrentarse a los fundamentalistas que no le perdonan la crítica que hace de una forma de Islam que choca frontalmente con los valores democráticos de occidente? ¿De dónde saca la fuerza para luchar por los valores de justicia y libertad en los que cree?

Ayaan Hirsi Ali nació en Mogadiscio en 1969. Su abuelo paterno fue el poderoso guerrero Magan. Su padre, Irsi Magan, que había estudiado en Italia y Estados Unidos, soñaba con una Somalia fuerte que, liberada del poder colonial, podría ocupar un lugar importante en África. Convencido de la importancia de saber leer y escribir, empezó a dar clases de alfabetización para la gente del pueblo. En ellas conoció y se enamoró de la que sería la madre de Ayaan. Asha Artan, pertenecía a un clan nómada del norte. Estaba divorciada de un rico comerciante instalado en Kuwait y era una mujer de fuerte personalidad. Se casaron en 1966 y tuvieron dos hijas y un hijo. Las circunstancias políticas, separaciones, cambios de residencia y de país marcarán la vida de la familia.

El padre de Ayaan era un activo opositor al dictador Siad Barre, autor del golpe de estado que en 1969, había convertido Somalia, en un país satélite de la unión Soviética, fue encarcelado y, en abril de 1972, pudo evadirse y huir a Etiopia. Allí fundó el Frente de Democracia de Salvación Nacional. En 1978 la familia se reúne en Arabia Saudita, país en el que toda la vida, hasta en sus detalles más pequeños, está regida por la estricta observancia islámica. Expulsados a causa de las actividades de resistencia política del padre, pasarán un año en Etiopia, convertida en base de la oposición. En 1980 la familia se traslada a Kenia con estatuto de refugiados políticos: “Con diez años ya había conocido tres sistemas políticos diferentes, todos ellos un fracaso. El Estado policiaco en Mogadiscio racionaba el hambre de la gente e imponía la obediencia con bombas. En Arabia Saudí trataba la mitad de sus ciudadanos como animales, carentes de derechos o de instancias a las que recurrir y disponía de las mujeres sin contemplaciones. Y la vieja norma somalí de los clanes, protectora cuando necesitabas refugio, se descomponía fácilmente bajo sospechas conspiraciones y venganzas. En el curso de los siguientes años, la lucha de clanes se agudizaría, se fragmentaría y rompería Somalia en pedazos, tras una de las guerras civiles más destructivas de África”, escribe Ayaan en su autobiografía. (1)

En Kenia, la madre tendrá que hacer frente sola a la educación de los tres hijos. Ayaan es inscrita a los 14 años en el Instituto de Jóvenes Musulmanas. Allí cursa durante cuatro años estudios en inglés y encuentra a la señora Said, árabe keniata, convertida al Islam estricto: profesora de doctrina islámica tuvo una gran influencia sobre ella. Ayan la admira y la imita. Empieza a rezar, a estudiar el Corán y a vestirse como ella, adoptando el hiyab que sólo deja al descubierto las manos y la cara. Pero, algo en ella se resiste a aceptar la sumisión a la que estaban sometidas las mujeres. También le asaltan dudas: “¿Cómo podía querer un Dios justo que las mujeres fuesen tratadas tan injustamente?”.

Después de los estudios secundarios, se forma como secretaria y consigue un trabajo en Mogadiscio, donde las cosas han cambiado mucho. La influencia de la hermandad musulmana es muy grande, especialmente entre las mujeres. Por encima de la política y de los clanes, se quiere imponer la ley islámica y ganan adeptos.

La rebelión aumenta en el campo. La violencia crece y el dictador sólo controla la ciudad. Ante el caos en el que está sumida Somalia, representantes de todos los clanes pidieron a Siad Barre la dimisión. La mayor parte del personal de las Naciones Unidas es repatriado y la agencia de telecomunicaciones, en la que Ayaan trabaja, cierra. A petición de su madre regresa con su hermana a Nairobi. En 1991, después de una larga ausencia vuelve el padre. A pesar del abandono de tantos años Ayaan lo adora. En sus memorias Ayaan señala el cambio político que se había producido en él. A pesar de seguir soñando con una Somalia ideal unificada, ya no preconizaba una democracia al estilo norteamericano, ahora estaba convencido de que lo único que podía unir a los clanes enfrentados y apaciguar la violencia desatada en todo el país, era la ley de Alá. Su interpretación del Islam era más inteligente y más humana que la del islamismo fundamentalista. Eso no impide que imponga a su hija el matrimonio con un somalí que había venido de Canadá para buscar una esposa, “como Dios manda”, sumisa, que no estuviera pervertida por Occidente, como las muchas somalíes que vivían en Canadá.

El acto de rebeldía que cambiaría su vida

Durante el viaje, para reunirse con el esposo que su padre había elegido para ella. Ayaan decide huir para librarse de la vida a la que estaba destinada por ser mujer: la vida de su madre. Quería “poder tomar sus propias decisiones, ser una persona, un individuo con vida propia”. Así empieza la aventura que le llevará a convertirse en parlamentaría holandesa y ser nombrada en 2006 mujer europea del año.

Ayaan ha estado varias veces en España para recibir premios o para participar en congresos.

Todo no ha sido fácil para ella, pero se considera afortunada por haber podido rebelarse contra el rol al que estaba destinada y haber conseguido ser libre. Existen miles de mujeres que se rebelan y acaban en circunstancias peores que aquellas contra las que se rebelaron: asesinadas o víctimas de la trata de blancas.

En el punto de mira de los islamistas que asesinaron al cineasta Theo van Gogh, con el que había colaborado en el guión de la película Sumisión, sigue recibiendo amenazas de muerte, por su crítica contra el Islam. Es considerada como una mujer peligrosa, librepensadora y apóstata. Tiene que esconderse y ser protegida. Ayaan es una mujer valiente que interpela e incómoda, pero como dice Salman Rushdie: “Nadie tiene más autoridad que ella para recordarnos que tolerar la intolerancia no es otra cosa que una cobardía”.

(1) Ayaan Iris Ali, Mi vida mi libertad, Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, Barcelona 2006.

Autor

  • Nació en Chirivel (Almería). Estudió Magisterio en Almería, Licenciaturas de Pedagogía y de Filosofía, en la Complutense de Madrid.

    Llegó por primera vez a Africa en 1958 (a Argelia): después estuvo en Ruanda, Guinea Ecuatorial y desde el 1975 en Burkina Faso.

    En África trabajó como profesora en el Instituto Catequético Lumen Vitae de Butare, Profesora de enseñanza secundaria de español y filosofía; Universidad Popular (filosofia). También ha colaborado con Asociaciones de mujeres y con niños de la calle en Burkina Faso.

    Está en España desde 2004, actualmente, en Logroño. Colabora con la revista de los misioneros de África "Africana", Los Comités de Solidaridad con África Negra y con Rioja Acoge.

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