Aumenta el crimen en “Nairobbery”

26/02/2007 | Opinión

La una vez conocida como “ciudad del sol”, la capital de Kenia, es descrita cada vez más como el lugar que se tambalea bajo el peso del crimen y la violencia, por donde vagan con impunidad los criminales armados, algunos con armas de juguete, pero espantosamente realistas.

La declaración de la policía a principios de febrero diciendo que habían sido asesinados 50 civiles y oficiales de seguridad en el periodo de un mes, hizo caer en el pánico a todos los residentes de Nairobi, y puso a las fuerzas de seguridad ante una nueva prueba.

Lo que comenzó hace décadas como un goteo de crímenes de baja categoría, como robar bolsos, se ha convertido en lo que algunos llaman una oleada de atracos violentos, robos, violación de menores y robo de coches, aunque la policía de Kenia todavía no ha hecho públicas cifras oficiales. Y el problema ha trascendido a todas las clases sociales en este centro cosmopolita de más de dos millones y medio de habitantes.

“Nairobbery”

Un chiste que circula por la calle dice que Nairobi debiera ser rebautizada como “Nairobbery” (robbery significa atraco), una inquietante etiqueta para una ciudad que alberga la sede de dos agencias de las Naciones Unidas y regularmente acoge a celebridades, realeza y a la elite de Kenia.

‘The Standard’, uno de los periódicos más vendidos, en una crónica sobre esta escena de criminalidad, va más allá y titula diciendo que este país del este de África podría llamarse perfectamente “Kenia, tierra de bandas”.

No todos están de acuerdo, aunque el crimen no es nuevo “la brutalidad de los gánsteres sí lo es”, admite el portavoz de la policía nacional, Gideon Kibunjah. Pero “estamos aumentando las patrullas de vigilancia en puntos más notorios. No es tan alarmante como la gente dice”, añade el policía.

La policía fue rápida en montar una enorme operación de seguridad que atrapó y mató a uno de los gánsteres más buscados del país, Simon Matheri Ikere, de 30 años. “Este fue el día más grande para la fuerza de policía”, afirma al respecto el comandante Njue Njagi.

El crimen de Ikere

Ikere estaba acusado de una serie de asesinatos, incluyendo dos ciudadanos norteamericanos que resultaron muertos en un asalto para robarles el coche a las afueras de la capital, el pasado mes de enero, por el mismo tiempo en que también un alto cargo de Ayuda oficial humanitaria resultó muerto por un disparo en circunstancias similares, al igual que varios residentes locales.

Y la elite no es inmune. Uno de los científicos de más renombre en Kenia e importante investigador sobre el SIDA, el profesor Job Bwayo, fue asesinado para robarle el coche el pasado 4 de febrero. Diplomáticos rusos, daneses y estadounidenses y un Ministro keniata han sido víctimas también del asalto para robarles el coche, aunque ellos sobrevivieron.

Mientras tanto, los atracos a bancos han comenzado a perpetrarse a plena luz del día, acabando con la vida de algunos policías y empleados de banca.

En 2005, ciertos analistas del Gobierno de los Estados Unidos, identificaban Nairobi como el centro neurálgico de una nueva preocupante tendencia a violentos “carjackings” (son robos de coche a mano armada y con violencia, a veces incluso secuestrando a su ocupante. Sería la versión moderna de los antiguos asaltantes de carruajes en los caminos, pero robando también el carruaje) por toda África. En febrero, tanto los Estados Unidos como las Naciones Unidas, han publicado advertencias para que no se viaje a Kenia, principalmente a su capital, debido a la criminalidad, algo que enfurecido a Nairobi, cuya economía se basa en los ingresos por el turismo.

“Hacer públicos consejos para que no se viaje a un lugar por unos cuantos actos de brutalidad en nuestro país es totalmente injusto”, afirmaba el portavoz del Gobierno, Alfred Mutua, replicando que el crimen también estaba proliferando en Nueva York y en Los Ángeles. Los afectados por esta situación culpan a las Fuerzas de Seguridad, afirmando que a menudo son menospreciados y temidos por su presunta brutalidad, corrupción y complicidad con los propios criminales. También arremeten contra el sistema judicial, que causó conmoción en 2003 por supuestos sobornos a jueces, alegando que carece de recursos y que no es eficaz.

Policía y corrupción

“La policía es la número uno en corrupción”, acusó Maina Kiai, el principal vocal la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Kenia, perteneciente al Estado. “Es común la extorsión, pero no pagan por ello, por la falta de responsabilidad por rendir cuentas de las cosas que existe”, aclaró, “Como la policía es tan corrupta, los criminales les sobornan al igual que los que cometen infracciones de tráfico”.

En una encuesta de 2005, el grupo de vigilancia internacional de la corrupción, Transparencia Internacional, descubrió que casi la mitad de las transacciones de los keniatas con los funcionarios, públicos o privados, se hacían mediante el soborno, cada año en mucha mayor medida que el anterior.

El portavoz de la policía, Kibunjah, sugirió que el problema se hacía más grande debido al continuo goteo de armas entrando en Kenia, por la frontera norte con el país vecino sin ley Somalia, destrozada por las luchas continuas y sin un Gobierno central efectivo desde el golpe de Estado de 1991. “Existe un gran número de casos de crímenes violentos cometidos por gánsteres que utilizan armas de fuego de Somalia”, añade.

“Se está dejando en libertad a los criminales por errores técnicos”
Otros, como el abogado criminalista, Evans Monari, acusan a lo que ellos llaman falta de coordinación entre la policía y la magistratura. “La policía y la justicia no se ayudan mutuamente para combatir el crimen. La policía carece de trabajadores cualificados y no existen las investigaciones transparentes, muchos criminales están siendo puestos en libertad por errores técnicos”, afirma.

Como el país se está preparando para las elecciones generales, el próximo mes de diciembre, la oposición ha tomado la seguridad como el tópico más popular de la campaña. Mientras tanto el Presidente ordenó en febrero tomar medidas enérgicas contra las armas ilegales, temiendo que la inseguridad espante las inversiones extranjeras en este país de 33.6 millones de habitantes, de los que el 60 % vive con menos de un dólar al día.

La policía ha ofrecido recompensas de hasta 150.000 chelines keniatas (unos 1.600 euros) por información sobre algunos criminales en busca y captura. Pero no todos los residentes de Nairobi quieren ayudar a una fuerza que consideran poco limpia de gatillo fácil. “Se les paga para que hagan su trabajo, si necesitan mi ayuda, el Gobierno deberá pagarla”, protesta Martin Mwangi, un estudiante universitario.

Lucie Peytermann

Publicado el 26 de febrero de 2007 en el diario surafricano, ‘Mail & Guardian’

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