Ataques a la Prensa de 1999: El Trauma de Sierra Leona

18/06/2015 | Crónicas y reportajes

Introducción

El 6 de enero de 1999, fuerzas rebeldes entraron a Freetown y lanzaron una campaña de terror. Luchadores del Frente Unido Revolucionario (RUF) asesinaron sistemáticamente, mutilaron y violaron a miles de civiles. Durante las tres semanas que tardaron las tropas de África Oeste para el mantenimiento de la paz provenientes de Nigeria para expulsar a los rebeldes de Freetown, Sierra Leona se convirtió oficialmente en el país más peligroso del mundo en donde ser un periodista.

La RUF veía a todos los periodistas como enemigos, los asechaban y asesinaban. Los combatientes rebeldes asesinaron al menos ocho periodistas-algunos con sus familiares, todos brutalmente. Un noveno fue asesinado por soldados para el mantenimiento de la paz (ECOMOG), y un décimo murió en prisión después de que el gobierno le negó tratamiento médico.

La guerra civil comenzó en 1991, cuando el RUF lanzó su primera ofensiva desde Liberia. Desde entonces la prensa independiente en Sierra Leona ha enfrentado acoso, amenazas, y censura; usualmente bajo el nombre de seguridad nacional”. Los periodistas han sido dirigidos por todos los partido políticos del creciente complicado conflicto: gobiernos civiles, varias juntas militares, fuerzas rebeldes, mantenedores de la paz (ECOMOG), hasta mercenarios de Sudáfrica y cazadores tradicionales de Sierra Leona, o Kamajors, quienes se organizaban en guardias civiles en un esfuerzo para defender sus pueblos de los rebeldes.

Ambos rebeldes y gobierno luchaban para controlar el lucrativo comercio de diamantes de Sierra Leona. En efecto el conflicto parece centrarse más en comercio que en ideología. En mayo de 1997, yo vivía en Freetown y trabajaba como un reportero independiente para la BBC y otras organizaciones occidentales. El 25 de mayo, soldados renegados y sus aliados rebeldes del RUF le quitaron poder al presidente Ahmad Tejan Kabbah del gobierno civil. Ese fue el tercer golpe de Estado de Sierra Leona en cinco años, y terminó con el pequeño experimento del país con la democracia. El primer gobierno elegido democráticamente en Sierra Leona en casi tres décadas duró apenas un año.

Este fue el golpe de Estado más violento has la fecha; también marcó la primera vez que la guerra llegó a Freetown. Durante todo ese día, grupos mixtos de civiles y soldados entraron disparando a casas y oficinas. Llevaban un variado surtido de uniformes militares y vestimenta civil. Algunos llevaban cascos de la II Guerra Mundial, máscaras de gas, y hasta gorros de Santa Claus. Todos llevaban rifles AK47 o lanzadores de granadas propulsadas por cohetes. Salieron cargando marcos de camas y ollas de cocina, grabadoras de video y antenas parabólicas, las cuales cargaban en camionetas robadas.

Los soldados regresaron a mi casa ocho veces, volviéndose más ebrios y agresivos con el pasar del día. Los rebeldes asesinaron a un estimado de 50 personas el primer día. Muchas otras personas fueron atacadas. Algunos, incluidos extranjeros, fueron violados.

Me fui de Sierra Leona una semana después, evacuado por los marines de los Estados Unidos. A la mayoría de mis colegas de Sierra Leona no les fue ofrecida esa oferta; se quedaron e intentaron hacer su trabajo bajo una creciente e impredecible junta militar. Aunque las fuerzas de la paz (ECOMOG) derrocaron a la junta en marzo de 1998, los periodistas continuaban viviendo en un estado de miedo y de propia censura, no de menos porque abusos a los derechos humanos eran cometidos en diferentes grados, por todos los partidos del conflicto.

Inclusive ahora, después de la firma del acuerdo de paz de Lomz, entre el gobierno del presidente Kabbah y la RUF en julio de 1999, los periodistas en Freetown continúan recibiendo amenazas, acoso, y ataques. Algunos continúan siendo testigos, aunque otros se han quedado callados por miedo. Algunas de las amenazas vienen de antiguos líderes rebeldes, que les fue concedida amnistía bajo el tratado de Lomz. Otras vienen directamente del gobierno o de las fuerzas para la paz de ECOMOG, los cuales son efectivamente responsables por la seguridad nacional ahora que el ejército y la fuerzo policial se ha desintegrado.

El golpe de Estado de 1997 nos enseñó de lo que era capaz la RUF, pero en retrospectiva nada más dio una pincelada a los horrores que tuvieron lugar en enero de 1999. Mientras que todos sufrían en Freetown, los periodistas eran los objetivos principales de la ira rebelde. En consecuencia, el Comité para Protección de los Periodistas les preguntó a tres reporteros de Sierra Leona que escribieran sus recuerdos personales sobre la ocupación de la RUF.

El Día que los Rebeldes Llegaron a la Ciudad

Por: Aroun Rashid Deen

Mi prima me despertó el miércoles, 6 de enero, a la 1:45am. Ella me dijo que los rebeldes habían entrado a Freetown desde el este. Brinqué fuera de la cama junto con mi esposa, que estaba embarazada de tres meses. Levantó a nuestro hijo de 2 años de la cama y lo amarró a su espalda. Escuchamos disparos desde las afueras de la ciudad.

Supe que los rebeldes me iban a buscar por la declaración que hice en un programa de televisión que presentaba sobre atrocidades rebeldes entre marzo y agosto de 1998, después de que las fuerzas de la paz ECOMOG) echaran a una junta compuesta por líderes rebeldes y antiguos oficiales del ejército, y reinstauraran el gobierno civil del presidente Kabbah.

Afuera vimos a muchas personas preocupadas apresurándose desde Kissy, que es la forma de salida de la ciudad. La mayoría mujeres. Algunas llevaban bebés en sus espaldas, y otras llevaban paquetes en sus cabezas. Mientras se acercaban al centro de la ciudad gritaban, “¡los rebeldes vienen! ¡Los rebeldes han entrado en la ciudad! ¡Los rebeldes están aquí!”

Yesos de Cocaína

Para las 7am había rebeldes por todo lado. Muchos de ellos se veían como antiguos soldados del ejército de Sierra Leona, muchos de los que se unieron a los RUF después de marzo de 1998, cuando ECOMOG echó a la más reciente junta militar. Algunos cargaban rifles AK-47 rusos o rifles estándares G3 de la OTAN, mientras otros cargaban granadas propulsadas por cohete. Se veían demacrados y hambrientos con “yesos de cocaína” en sus caras.

Comandantes de la RUF gastaron parte de sus ingresos en del comercio de diamantes de drogas. Les daban cocaína a sus combatientes para operaciones militares, para que encontraran más fácil matar y torturar. Muchos de los combatientes eran chicos adolescentes. Utilizaban navajas de rasuradoras para cortar pequeñas incisiones en sus caras y restregarles polvo de cocaína adentro. Después cubrían las incisiones con yeso. Se veía a los combatientes de la RUF saludando a las personas normalmente cuando no estaban drogados. Pero durante las operaciones cambiaban completamente. Las drogas tenían mucho que ver con eso.

Dos mujeres entraron en nuestro recinto, cargando AK-47 y municiones extra. Las reconocí del grupo de mujeres civiles que acabábamos de ver escapando de las cada vez más cercanos rebeldes. De repente entendí la estrategia de los rebeldes. Enviaron mujeres rebeldes antes vestidas con ropa de civiles, cargando armas y municiones escondidas en sus bultos en la cabeza. La idea era fundir pánico entre la gente de Freetwon para que salieran a las calles, creando un escudo humano entre las tropas de ECOMOG y las rebeldes. Funcionó: los soldados de ECOMOG estaban dispuestos a disparar entre la multitud de civiles, y eso les hizo más fácil la entrada a Freetown a los rebeldes.

Diez minutos después escuché una explosión, seguida del sonido de lamentaciones. Seguí a una multitud de personas a un llano cercano y me mantuve atrás para que los rebeldes no me pudieran distinguir. Los restos de ocho personas se encontraban tirados en la sala. Eran todos de la misma familia. Las cabezas de dos niños de diez años, un niño y una niña, habían sido cortadas de sus cuerpos. La única sobreviviente era una niña de cuatro años sumamente herida.

Su padre se encontraba afuera cuando la granada explotó. Se mantuvo de pie frente a su familia muerta, llorando desconsoladamente. Luego un niño entró al recinto sosteniendo un lanzador de granada. Tenía al menos 14 o 15 años, con pelo corto, llevaba jeans pero no camisa. Su cara estaba cubierta de yeso. Gritando en un quebrado Krio, le decía a las personas que estaban llorando que se callaran. Algunos lo hicieron. Dijo que él había lanzado la granada y que lo haría de nuevo de ser necesario.

Se agachó sobre una mujer muerta, tomó un poco de su sangre y la pasó por su cara. Después se fue.

Atormentados

Caminé de vuelta a mi propia casa y me escondí en un cobertizo que tenía una ventana, a través de la cual podía ver la mayor parte del recinto sin ser visto. Como una media hora después, dos pequeños niños entraron en nuestro recinto. Les reconocí y llamé al más grande por su nombre. Se volvió al sonido de mi voz pero no me podía ver. Dejé mi escondite y los llamé. El más joven sugirió que me fuera de inmediato porque los rebeldes iban de casa en casa, preguntando sobre mi paradero, y diciendo que habían jurado capturarme muerto o vivo. Después se fueron.

Mi familia y yo pasamos las siguientes cuatro semanas escondidos en una bodega debajo de la casa de uno de mis amigos más cercanos, que trabajaba como secretario de finanzas en uno de los departamentos del gobierno y vivía a unos 200 metros de un puerto. No había electricidad o servicio telefónico en Freetown durante la ocupación de los rebeldes. Ni siquiera podíamos encender una fogata, porque temíamos que los rebeldes la vieran, así que vivíamos de harina de yuca mezclada con agua.

Aparte de la BBC, nuestro único medio de noticias era 98.1FMm una estación de radio localizada en el territorio controlado por ECOMOG en el lado lejano oeste de Freetown. Los rebeldes sospechaban de todos de pasar información sobre ellos a 98.1. Una vez, me dijeron, que vieron a un hombre escuchando su transmisor de radio cerca de nuestro escondite. El radio parecía un teléfono celular, así que los rebeldes lo acusaron de espiar para 98.1. Él intentó explicarles, pero ellos no escucharon. Simplemente le dispararon y quemaron su casa.

La Vida en Freetown

Usualmente era ruidoso por las noches. Debido al apagón y al peligro afuera, las personas se iban a la cama temprano. Pero los rebeldes querían que todos se quedaran despiertos hasta tarde. Hacían fogatas de llantas y árboles caídos y cantaban canciones alabando al RUF, similares a las canciones que nosotros los de Sierra Leona nos gusta cantar en partidos de futbol y bodas. En la noche iban de casa en casa obligando a hombres y mujeres jóvenes a salir. Los rebeldes querían civiles a su alrededor todo el tiempo, para que las tropas de ECOMOG y sus aviones no los pudieran identificar. A pesar de su deseo de matar y mutilar, los combatientes de la RUF no soportaban los jets de combate: corrían y se escondían cada vez que estaban en el aire.

Una noche escuché el sonido de un carro que se acercaba. Era un Peugeot sedan 504, al que llamamos un carro familiar. Se detuvo cerca de 200 metros de mi lugar de escondite, y seis rebeldes armados salieron. El conductor echó reversa y manejó de vuelta a la carretera principal.

Los rebeldes entraron a una zona de construcción y comenzaron a disparar al aire. Escuché gente gritando y llorando a la distancia. Después de dos minutos de disparos salieron de la casa sin terminar y comenzaron a tocar puertas. Nadie salió al principio, pero luego los rebeldes gritaron que matarían a todo el que se quedara dentro.

Los primeros en salieron fueron dos hombres, quienes salieron con sus manos sobre la cabeza. Los rebeldes seguían gritando, y en menos de cinco minutos más de 40 personas salieron a la calle. Los rebeldes les ordenaron a sentarse en el suelo con sus manos sobre la cabeza.

Uno de los rebeldes se dirigía a ellos. No pude entender lo que les decía. De repente escuché varias pistolas disparar simultáneamente. Pero antes de comenzara la masacre, una mujer se levantó y rogaba por misericordia. Se movió cerca del rebelde que hablaba. Uno de sus colegas se apresuró hacia ella y la golpeó con su arma, pero ella continúo rogando. Después gritaba mientras el que hablaba le agarró uno de sus pechos. Después le ordenó a sentarse pero con voz gentil.

Los rebeldes ordenaron a todas las mujeres a seguirles. Le dijeron a los hombres que vigilaran y reportaron sobre cualquier movimiento extraño o intentos del enemigo. Luego los rebeldes se marcharon. Cerca de 13 mujeres les siguieron.

Aroun Rashid Deen sobrevivió la invasión de los RUF y regresó a trabajar al canal de televisión. Meses después recibió una llamada telefónica anónima de un hombre que le decía, “hemos regresado”, y luego colgó. Con ayuda de un estado de emergencia concedido por el Comité de Protección al Periodista, pudo salir de Freetown el 31 de julio. Llegó a Nueva York el 1 de agosto y comenzó a buscar asilo político en los Estados Unidos. Su familia se quedó en Freetown.

Diario de Freetown

Por: Mike Butscher

6 de Enero

Cuando el tiroteo comenzó a las 3 am, yo estaba dormido en mi casa de huéspedes en la calle Rawdon. Mi colega nigeriano Martin entró a mi cuarto y me despertó. “¡Llegaron los bastardos!”, dijo. Salí de la cama, y nos quedamos en mi ventana en el tercer piso.

En la calle de abajo, vimos a cientos de personas apresurándose hacia el final oeste de Freetown. Vehículos estaban atascados de principio a fin, moviéndose a la velocidad de un caracol. Era obvio que los rebeldes habían penetrado cuando pensamos que era la pared impermeable de ECOMOG alrededor de la capital. Martin y yo nos sentamos en mi cama y nos mantuvimos callados por al menos tres minutos, hasta que otra explosión movió la casa de huéspedes.

Pios Foray, editor del periódico Demócrata, entró en mi habitación con cuatro tenientes mujeres. Yo le dije a Pios y las mujeres que no podía ir a ningún lado porque no tenía dinero. Pios y Martin tenían un poco de efectivo, así que decidimos quedarnos y vivir como una familia. Seis tenientes estaban ahora durmiendo en mi habitación.

7 de Enero

Dormimos toda la noche. Cientos de personas inundaban el lado oeste de Freetown, escapando de los rebeldes que se acercaban desde el este. Las mujeres en nuestra casa de huéspedes estaban aterrorizadas. Los rebeldes llegaron a la calle Rawson a las 3 am. Escuchamos gritos, cantos de victoria, explosiones de granadas e ininterrumpidos balazos. A las 7am quemaron Sonny Marke, el bar más popular de Freetown. Era el final de una era.

Mientras tanto, la prisión de Pademba Road fue abierta. Los prisioneros incluyendo, rebeldes, antiguos soldados, y criminales. Fueron todos lanzados a nosotros. En la mañana una granada propulsada a cohete explotó en el cuarto de al lado. Me pasé al cuarto de Pios en el segundo piso. No había ningún refugio, cuando comenzaba el tiroteo todos nos lanzábamos al piso.

La BBC, Radio Francia Internacional, y VOA eran ahora mis únicas fuentes de noticias acerca de lo que sucedía en mi país. El servicio de Transmisión de Sierra Leona era completamente inservible. Espiando a través de una ventada a las 8:30am, vi tres comerciantes nigerianos prisioneros arrojados a la calle de un carro sin puertas. Los rebeldes después tomaron turnos cortando sus cuellos.

Todos los carros en la calle Rawdon estaban incendiados. Había nubes de humo sobre toda Freetown y avanzaba hacia las calles de Ecowas, Goderich, Kissy y Wilberforce. En el radio, el Ministro de Información Dr. Julius Spencer le decía a todos que se quedaran dentro de sus casas. Cualquiera encontrada en las calles sería matado. Mientras tanto el lado este y oeste de Freetown estaba completamente controlado por los rebeldes, que estaban llevando a cabo múltiples amputaciones. Todas las líneas telefónicas estban sin servicio, y no había electricidad. Había un gran bombardeo por parte de ECOMOG, quien prometía liberarnos. El tiempo se acababa.

8 de Enero

Una mañana melancólica. El presidente Kabbah pidió un alto al fuego, pero Maskita (“Mosquito”, el nombre de guerra del comandante de RUF, Sam Bockarie) juró seguir la batalla. El cuartel general de los rebeldes estaba ahora en la calle Rawdon, cerca de mi casa de huéspedes. Los rebeldes intentaban sin éxito saltarse mi portón esta mañana. Siendo periodistas, estábamos todos en peligro, pero Martin era aún más vulnerable por su nacionalidad nigeriana. Era hora de marcharse. Martin y yo salimos de la casa en pantalones cortes y pantuflas, con pañuelos blancos alrededor de nuestras cabezas para hacernos parecer partidarios de RUF.

Los rebeldes estaban por todo lado, pero elegimos una ruta por las calles traseras más silenciosas. El centro de la ciudad estaba destruido e infestado de cuerpos. En la entrada del Hospital Connaught, una montaña de cuerpos pudriéndose emanaba un repugnante olor. Nos tapábamos la nariz mientras caminábamos rápidamente por Bahía Kroo, Kingtom y Ciudad Ascension. Finalmente llegamos a Ciudad Congo, que es territorio ECOMOG. Con nuestras manos en la cabeza, caminamos hacia unos ECOMOG y soldados militares de Sierra Leona.

Martin tenía dinero, así que nos fuimos a un comercio en donde nos engullimos dos cañas de cerveza, nuestra primera en tres días. Luego le pagamos a un soldado para que nos llevara al cuartel general del sétimo batallón de ECOMOG, en Goderich. El soldado nos dejo en Lumley, y caminamos el resto del camino, pasando por varias emboscados por soldados nigerianos a los largo de la carretera Peninsular.

Pero cuando llegamos al cuartel general de ECOMOG, el coronel nigeriano le ordenó a sus hombres a echarme del campamento. Aceptó a Martin, pero no confiaba en un Sierra Leonés. Me sentí enojado de haber sido rechazado por extraños en mi propio país pero, ¿cómo podía culparlo? Por fortuna el ayudante aceptó infiltrarme en su cuarto por la noche, porque ya estaba oscuro y estábamos exhaustos.

9 de Enero

Me pasé la mañana con un comandante de ECOMOG más razonable. Hablamos mientras escuchaba operaciones aéreas y terrestres de ECOMOG a través de sus auriculares. ECOMOG había avanzado más allá de Congo Cross y estaba ahora combatiendo a los rebeldes en Kingtom. Apodaron a su ataque “Operación Busque y Destruya”.

Dormí en casa de mi hermana que estaba cerca de la línea entre los dos territorios. ¿Qué si moría ahora? No podría conocer a mi nuevo bebé. El Ministro de Información Spencer volvió a hablar por la radio diciendo al país que ECOMOG estaba avanzando. Los rebeldes estaban siendo empujados fuera del centro de la ciudad, y jets de ECOMOG patrullaban el cielo sobre Freetown. Sentí que era seguro volver y revisar mi cuarto en la calle Rawdon. Quería ir a casa, recoger mis pertenencias e irme de la capital.

10 de Enero

Cuatro importantes comandantes rebeldes fueron asesinados en una misión suicida- las tropas de ECOMOG les dispararon mientras intentaban manejar a lo largo del límite entre territorios de Congo Cross en un Jeep Pajero. Martin y yo intentamos cruzar ese límite pero en dirección contraria, pero los soldados nigerianos nos devolvieron en el cruce del Estadio Nacional. Luego comenzaron a disparar, y corrimos a cubrirnos.

Encontramos refugio cerca en la casa del Dr. Olu Williams, quien nos recibió amablemente. Pasamos la noche ahí, y no nos cobró nada por la comida o el alojamiento. Había más amputaciones en el lado este controlado por RUF de Freetown.

11 de Enero, 7:30 a.m

Los rebeldes se retiraron. Había disparos en todo lugar. Refuerzos de ECOMOG se dirigieron a Kingtom, donde parte de la planta de energía fue dañada. Cerca de 100 personas habían sido asesinadas, la mayoría policías. En 98.1FM, el portavoz de los rebeldes, Allieu Kamara pedía perdón mientras que Freetown ardía en llamas. Cuando Martin y yo nos fuimos de la casa del Dr. Williams, vimos el carro quemado que llevaban cinco comandantes rebeldes cuando mataron a soldados de ECOMOG ayer.

El área olía a explosivos y sangre. El cielo estaba oscuro, y una manta de humo colgaba sobre la ciudad. Cruzamos un puente que había sido campo de batalla 24 horas antes, caminando sobre casquillos de bala con cada paso. Vimos incontables cadáveres debajo del puente y buitres revoloteando sobre ellos. Mis piernas estaban temblorosas, pero intentaba ser valiente mientras pasábamos cuerpos acribillados por balas y carros. Un cadáver había sido golpeado en la cabeza, sus sesos estaban tirados por toda la pista.

Martin me apresuró a través de las calles vacías. Los soldados nos sonreían desagradablemente mientras pasábamos puestos de control de ECOMOG. No nos dejaban ir más allá de Cotton Tree, aunque Martin habló con ellos en Hausa, una lengua comúnmente hablada en Nigeria. Nos cubrimos de los disparos en la calle Bathurst. Vi algunos residentes asomándose desde sus casas, pero ignoraron mis súplicas de que nos dejaran entrar. Debieron pensar que era un rebelde. Nos quedamos ahí por una hora, hasta que los disparos cesaron. Dormimos afuera en la calle Percy-había fogatas por doquier.

12 de Enero

Intentamos de nuevo pasar Cotton Tree para llegar a la casa de huéspedes, la cual estaba a cinco minutos. Y nuevamente los soldados de ECOMOG nos devolvieron, diciendo que el área no era segura. Nos dirigimos al centro de Freetown durante un intervalo sin disparos. Buthurst, Percival, Liverpool y calles de soldados estaban devastados por el fuego. Conté 30 casas destrozadas solamente en la calle Bathurst.

Un hombre les ofrecía a los rebeldes 100,000 leones (cerca de US$33 en aquel momento) para que no se llevaran a su hija adolescente. Los soldados tomaron el dinero, lo ataron y lo tiraron en la calle, y le echaron repelente de mosquitos en la boca. Se llevaron a su hija. Pasé la noche con mi colega Jon Foray, el cual tenía una habitación en el Hotel Stadium.

13 de Enero

Martin me encontró en el estadio. Un soldado de ECOMOG que había estado atrapado en una alcantarilla por cuatro días sin comida salió hoy. ECOMOG lanzó la Operación Muerte antes de la Deshonra.

14 de Enero

El gobierno ordenó al Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) irse de la ciudad. El presidente Charles Taylor de Liberia acababa de declarar un alto al fuego para Sierra Leona.

15 de Enero

El comandante de RUF Sam Bockarie llamó al presidente fanfarrón. “Oh, jefe, deje que el alto al fuego sea el lunes o martes”, le dijo a la BBC sarcásticamente. Entonces, ¿a quién creía Taylor que engañaba? Mientras tanto, observé tres grandes camiones tirar cuerpos en el cementerio de la ciudad Asension. Cinco perros arrastraban el cadáver de un rebelde de su tumba. Deseaba haber tenido mi cámara.

16 de Enero

El presidente Kabbah rechazó el llamado de hoy de alto al fuego de Taylor y anunció que (el líder rebelde FOday) Sankoh permenecería en la cárcel. Los Estados Unidos denunciaron al gobierno de Taylor por entrometerse en asuntos de Sierra Leona. Mientras tanto, Martin y yo tomamos caminos separados. Más de 500 personas desplazadas desde el este llegaron al estadio, y más venían de camino.

17 de Enero

Fui a un servicio de la iglesia en el estadio. Los perros lanzaron su propia rebelión; vi más de ellos en el cementerio hoy, arrastrando y compitiendo sobre carne humana. Mientras tanto, ECOMOG empujaba a los rebeldes hacia el este de Freetown. Había puestos de control en cada cruce de calles. Continué hacia la casa de mi hermana en Congo Cross, justo a tiempo para el toque de queda de 3 pm a 9 am. No había transporte ni público ni primado en Freetown desde el 6 de enero.

18 de Enero

Después de intentar en vano durante días, finalmente logré pasar el puesto de control de ECOMOG para ir a recoger mi equipaje a la casa de huéspedes. Un soldado de ECOMOG me detuvo en la esquina de las calles Siaka y Rawdon: “¡Está jugando con su vida, eh! ¡Identifíquese y hacía donde va!” Pasé la prueba y me apresuré a la casa de huéspedes, que estaba justo al lado. Golpeé la puerta varias veces hasta que el cuidador me abrirá. “Hemos estado preocupados por usted, gracias a Dios por su vida”, dijo, abrazándome.

Me dirigí a Cockerill para intentar conseguir un aventón fuera en el helicóptero de ECOMOG. Pero el capitán de ECOMOG me rechazó. De alguna manera mi colega Roy Stevens me consiguió un lugar. Estaba temblando todo el camino hacia el aeropuerto en Lungi. El aeropuerto estaba lleno de familias, occidentales y libaneses, desesperados por abandonar Sierra Leona. El capitán Asgill de la aerolínea Inter Tropic aceptó llevarme a Conakry (en Guinea) y poder pagarle después. Fui la última persona en que le sellaran el pasaporte. Cuando entré en el avión estaba empapado de sudor. Me tomó un tiempo recuperarme. En Conakry, un corresponsal de la BBC, Alhassan Sillah pagó por mi habitación en el Hotel Hanoi, en donde pasé una noche sin dormir. Estoy quebrado, pero aún tengo fe.

Mike Butscher se encuentra actualmente terminando su investigación para una propuesta de libro sobre Sierra Leona, titulado “La Confianza Traicionada”. El libro intenta hacer un análisis histórico comprensivo sobre los orígenes de las actividades rebeldes en Sierra Leona: cómo la situación política se deterioró en una anarquía cuando los soldados de las fuerzas del ejército unieron fuerzas con los rebeldes del Frente de la Unión Revolucionaria (RUF) para expulsar un gobierno legítimo; una representación de un terrible trauma sufrido por la población civil, y como una paz tentativa fue finalmente lograda.

El Trauma de Sierra Leona

Por: Claudia A.R Anthony

Para mí la invasión de los rebeldes en Freetown comenzó a mediados de diciembre de 1998, cuando escuché persistentes sonidos de artillería pesada bombardeada en el área de Sumbuya, cerca de 40 kilómetros al este de la capital.

Estaba viviendo en la aldea de Waterloo, cerca de 20 minutos al este de Freetown. Cuatro días después, fui desplomada en mi terraza escribiendo un borrador sobre noticias para mi periódico, La Tribuna del Pueblo, cuando miles de personas de todas las edades, cargando sus pertenencias envueltas en su cabeza, pasaron. Deje mis instrumentos de escribir y corrí para hablar con refugiados. Dijeron que rebeldes armados entraron en la aldea a la medianoche y comenzaron a saquear, destruir casas, matar personas, violar niñas y mujeres y secuestrando niños. “Todos desaparecieron en la mañana”, un hombre mayor me informó.

Dos días después cerca de las 2 am, los rebeldes golpearon Waterloo, dejando cerca de 70 casas quemadas. Secuestraron un estimado de 120 hombrees jóvenes, mujeres y niños, se llevaron millones de leones en comida, bienes y dinero en efectivo, y mataron cinco personas. Acaba de terminar mi baño y estaba lavando mi ropa cuando intensos disparos de pequeñas armas comenzaron cerca de 30 metros. Luego vi a mi primo de 45 años Willard en la ventana. Me gritaba que escapara.

“¿Cómo puedo dejar a Cess?”, le pregunté, refiriéndome a mi hija.

“¡No digas que no te lo advertí!”, me gritó mientras corría.

Cess estaba con mi madre, la cual la había llevado a un tour de la aldea para ver la destrucción que habían dejado los rebeldes. Decidí esconderme en el lavatorio y esperar a que regresaran.

Finalmente volvieron, buscando aliento. “¿Adonde está Willard?”, preguntó mi madre.

“¡Se ha ido! ¡Vámonos!”, le dije. Tomé la mano de mi hija y apresuré a mi madre de 60 años. Casi que cada minuto mi madre se quejaba de que estaba cansada y que no podía seguir más. Nos quitamos nuestras pantuflas y pasamos con dificultad el pantano. Mientras que nos acercábamos a la autopista en Devil Hole, cerca de cuatro kilómetros lejos de casa, me di cuenta que solamente llevaba puesta una toalla desgarrada.

Esa tarde, Dominic Kabba Kargbo, mi colega y compañero de aldea, recibió una gran paliza de una multitud en Freetown después de que la edición de la tarde de la BBC “Enfoque en África” salió al aire. El crimen de Kargbo fue decirle al pilar de la BBC, Robin White como los rebeldes habían descendido de la luz de la luna en la aldea y la habían devorado.

Mi familia y yo intentamos resituarnos en la aldea, pero un tercer ataque el miércoles 30 nos envió con de vuelta con una multitud de refugiados. Llevaba dos bolsas en mis hombros, y tenía que detenerme cada 5 kilómetros para que mi exhausta madre pudiese descansar.

Eventualmente llegamos al pequeño apartamento de una habitación de mi primo, cerca de 10 metros de la prisión de máxima seguridad de Freetown. Cuando los rebeldes entraron en Freetown el 6 de enero, abrieron las puertas de la prisión. Reclusos liberados corrían por las calles.

No nos atrevíamos a salir. Comíamos sobras. No había azúcar para una taza de té. Desde la ventana podía ver hombres y niños armados de forma militar gritando que no teníamos nada que temer. Bombardeos esporádicos continuaban. Mensajes telefónicos de amigos y familiares hablaban de grandes asesinatos, saqueos indiscriminados e intimidación en los distritos del este y centro. Después de que una bala perdida matara a mi sobrina, su familia aterrorizada abandonó el cadáver y se refugiaron en una mezquita cercana. Un continua anuncio por radio nos advertía quedarnos en casa y nos aseguraba que las fuerzas de la paz del oeste de África liderados por los nigerianos (ECOMOG) estaban en “completo control de la situación”.

Al día siguiente los rebeldes ordenaron a todos en el barrio a salir y cantar, “¡Queremos paz!”. Me escondí detrás de un hombre mayor. Todos cantábamos y aplaudíamos como niños de escuela. Mientras que tres soldados adolescentes se acercaban los aplausos y el canto se volvía más fuerte y el coro crecía más. Un miedo nauseabundo me golpeo el estómago, ya que podía ser identificada como una periodista. Pero solamente exigieron dinero y aseguraban que la paz estaba aquí para quedarse.

Claudia Anthony es una experimentada periodista de prensa y tiene un especial interés en derechos de los niños. Es también una activa defensora de de los derechos de las pocas mujeres periodistas de Sierra Leona. En noviembre de 1999 lanzó la Alianza para Mujeres Periodistas en Sierra Leona.

Fuente: Committee to Protect Journalistis. / Traducción: Carolina Ruiz

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