Asesinado por ser honrado, por Ramón Echeverría

19/09/2025 | Bitácora africana, Opinión

 

Goma, capital de Kivu Norte se encuentra en el ojo del huracán. Epicentro de la guerra en el este de la República Democrática del Congo (RDC), ofensivas militares y desplazamientos masivos han hecho de esta ciudad un lugar estratégico y a la vez extremadamente frágil. En parte por su situación fronteriza, Goma sigue siendo un dinámico polo económico. También humano, con numerosos movimientos cívicos que siguen funcionando en medio de la crisis. Lo que la convierte en símbolo del sufrimiento del pueblo congoleño, pero también de su capacidad de resiliencia. En Goma nació en 1981 Floribert Bwana Chui Bin Kositi. Controlador de aduanas, fue asesinado en 2007 a la edad de 26 años por negarse a dejar entrar en la RDC alimentos en mal estado. En reconocimiento a su coraje frente a la corrupción, Floribert fue declarado “beato” por la Iglesia Católica el pasado 15 de junio, durante una misa solemne en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma. Al día siguiente, durante una audiencia en el Vaticano, León XIV lo puso como ejemplo para los jóvenes de hoy. ¿Ejemplo? No les será fácil seguirlo.

Así se conseguía una ‘paguita’ con fondos públicos en la Andalucía de los ERES”, titulaba un periódico español este 13 de septiembre. La corrupción (soborno, malversación, nepotismo, porcentajes, etc.) es un problema mundial que, con distintos niveles de gravedad, afecta a casi todos los países, también a las democracias avanzadas. La ONU estima que cada año se pierden por corrupción unos 2,6 billones de dólares (más del 5 % del PIB mundial). En 2003 la ONU aprobó la Convención contra la Corrupción, que ya han firmado 190 países, entre ellos 51 estados africanos. Sudán del Sur, independiente desde 2011, no se ha adherido aún. Somalia firmó en 2005, pero aún no ha ratificado. Eritrea ni siquiera ha firmado.

Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. En la RDC, el país de Floribert Bwana, se percibe la corrupción como algo “normal” en la vida diaria, desde el pago de sobornos para trámites básicos hasta la gran corrupción política en la gobernanza: presupuestos desviados, contratos públicos amañados, funcionarios “fantasma” en nóminas del Estado. En el sector minero grandes empresas extranjeras y políticos locales han firmado contratos opacos, con pérdidas millonarias para el Estado. Y en las Aduanas, donde Kositi trabajaba, gran parte de lo recaudado no llega al Tesoro. Según Transparency International, la RDC figuraba en 2023 entre los países más corruptos del mundo (puesto 162 de 180). La RDC firmó la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción el 23 de septiembre de 2003 y la ratificó el 23 de septiembre de 2010. Haciéndolo, se comprometió a criminalizar el soborno, la malversación y el blanqueo de capitales; adoptar medidas preventivas (transparencia en la contratación pública, gestión de fondos públicos, códigos de conducta); y a cooperar internacionalmente en la recuperación de activos robados y asistencia judicial. Los gobiernos de Joseph Kabila y Félix Tshisekedi anunciaron campañas anticorrupción, y llegó a crearse la Agencia de Prevención y Lucha contra la Corrupción (APLC). Es cierto que la presión de organismos internacionales (Banco Mundial, FMI, UE) ha llevado a algunos avances en transparencia presupuestaria, percibidos a menudo como maniobras políticas más que como reformas sistémicas. Pero en la práctica, las instituciones encargadas de hacer cumplir la Convención carecen de independencia, de recursos y, muchas veces, de voluntad política.

Nacido el 13 de junio de 1981 en una familia de clase media (su padre era empleado de banco y su madre oficial de policía fronteriza), Floribert Bwana Chui estudió derecho y economía antes de unirse a la Oficina de Control del Congo (OCC) como comisionado de quejas. En 2001 asistió a una conferencia regional de estudiantes en Ruanda, en la que un sacerdote italiano miembro de la Comunidad de Sant’Egidio (un movimiento de laicos y clérigos, comprometidos con el servicio social) dio una charla en la que se discutió sobre cómo vivir y promover paz en la inquieta región de los Grandes Lagos. De vuelta a Goma, Floribert se hizo miembro activo de la comunidad de Sant’Egidio con la que se comprometió a promover la paz y el diálogo entre personas de diferentes orígenes sociales y étnicos. Y en la “Escuela de la Paz” ayudó a niños de la calle a volver a la vida normal y reintegrarse al sistema escolar. En 2007, con tan solo 26 años, trabajaba como funcionario de aduanas en la frontera entre Goma (R. D. del Congo) y Ruanda, controlando la entrada de mercancías. En ese contexto difícil, se negó a aceptar sobornos para permitir el paso de alimentos en mal estado que habrían puesto en riesgo la salud de la población más pobre. Según la comunidad católica de Sant’Egidio, “primero le ofrecieron $ 1,000 (£ 750), luego $ 2,000 e incluso más«. Recibió llamadas telefónicas y presiones, incluso de las autoridades, para que hiciera la vista gorda y cobrara su tarifa como siempre lo había hecho todo el mundo. Su negativa le costó la vida: fue secuestrado, torturado y asesinado. El 8 de julio de 2007, dos días después de su secuestro, el cadáver ensangrentado y maltrecho de Floribert Bwana Chui Bin Kositi fue arrojado junto al campus universitario en la ciudad de Goma.

Presente durante la beatificación, el cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa, declaró: «La beatificación de Floribert Bwana, en el corazón de una crisis de seguridad en el este de la RDC, especialmente en Goma, donde vivió heroicamente los valores del Evangelio hasta el martirio, es un signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo herido«. Y Aline Minani, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio de Goma: «Luchó con las manos desnudas contra la corrupción, y para todos los jóvenes congoleños, es una invitación a creer que es posible vivir y mantener la libertad incluso frente al dinero. Vemos lo mucho que la plaga de la corrupción penetra en nuestras instituciones, y creo que Floribert es un modelo. Con el clima que reina en nuestro país, es hora de darnos cuenta de que debemos cambiar, y seguir los pasos de Floribert Bwana Chui«.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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