Artículos de fondo sobre Noruega

28/07/2011 | AfroIslam

25-07-2011

Masacre en Noruega : Palabras como puños, puños sin palabras

Por JOSÉ JUAN TOHARIA

Es blanco, cristiano, de clase media, culto, con buenos modales, conservador. Y, además, un fanático asesino en serie. El caso de Anders Behring Breivik constituye un doble y trágico recordatorio: por un lado, que la violencia extrema no es monopolio exclusivo de ninguna cultura o religión, de ninguna ideología o creencia; por otro, que quienes se complacen en lanzar a los cuatro vientos y «sin complejos» palabras como puños tarde o temprano tienen seguidores desequilibrados dispuestos a prescindir de las primeras y usar exclusivamente los segundos.
Basta con unos cuantos iluminados, y algunos iluminadores, para que prenda la mecha.

En un reciente y esclarecedor libro colectivo, dirigido por Fernando del Rey y que lleva precisamente por título Palabras como puños, se documenta minuciosa y abrumadoramente el grado en que la espiral de violencia verbal desatada durante nuestra Segunda República por los grupos más radicales de la izquierda y de la derecha fue gradualmente ensanchando su efecto tóxico, terminando por hacer irrespirable el clima político y erradicando toda posibilidad de negociación, de pacto o de acuerdo. Pero ocurre que es en eso, precisamente, y no en otra cosa, en lo que en el fondo consiste la democracia: en ser un sistema (más o menos armónico) de frustraciones mutuas, según la conocida frase de Jefferson.

Atrincherarse en purezas dogmáticas, creer que la búsqueda de consenso equivale a tibieza de convicciones o a cobardía y que la única actitud admisible es la intransigencia radical, no es sino abrir la puerta a la barbarie. Una barbarie, por cierto, siempre acechante, nunca del todo conjurada ni por tanto descartable, por consolidada que sea una democracia. Basta con un puñado de iluminados, y otro puñado de iluminadores, para que prenda la mecha.

En un sondeo reciente de Metroscopia, seis de cada 10 españoles dicen estar preocupados por el resurgir en nuestra Europa de ideas, planteamientos y valores de extrema derecha. Y casi cinco de cada 10 expresan también esa preocupación para el caso de nuestro propio país. Exageraciones, habrá quien piense, simple hipocondría política. Quizá. Por ahora, al menos, nuestra sociedad dista mucho de estar radicalizada, como confirman los abundantes datos de opinión disponibles: seguimos siendo un país que de forma prácticamente unánime cree que nadie está en posesión de la verdad, que nadie tiene derecho a decir a los demás cómo vivir o cómo pensar y que todos debemos respetar las ideas y creencias ajenas. Pero, al mismo tiempo, seis de cada 10 españoles señalan que ya empieza a ser detectable en las relaciones sociales el contagio de la crispación que ha venido caracterizando nuestro ambiente político.

José María Izquierdo espiga diariamente, en su blog El ojo Izquierdo, lo más granado de las opiniones y comentarios de connotados informadores autosituados a la derecha de nuestra derecha política a los que él designa, en conjunto, como «cornetas del apocalipsis». Con frecuencia resulta difícil creer que lo que Izquierdo recoge no sea producto de su imaginación, sino transcripción literal de textos escritos por personas inteligentes, cultas y educadas. En la puja actualmente abierta por ver quién la dice más gorda y más brutal, la puerta ha quedado abierta a las «verdades como puños».

Por suerte, por el momento, esto solo se da en los círculos que cabe definir como derecha de la derecha: resulta muy difícil, por no decir imposible, encontrar textos de tan desgarrada virulencia como esos que se pueden leer en El ojo Izquierdo en periódicos o publicaciones de difusión similar a la de los que los publican pero con la orientación ideológica opuesta. Quizá, después de todo, sea esto lo que nos está salvando, pese al latente temor popular que recogen los sondeos, de estar cerca de la fase de «puños sin palabras». Dos no pelean si uno no quiere -o si lo quiere mucho menos-. Lo cual no nos pone a salvo de que, de pronto, pueda aparecernos un Anders Behring Breivik que se erija en autojustificado justiciero.


23-07-2011

Anders Behring Breivik

El hombre que odiaba a muerte el Islam y el mestizaje cultural
Anders Behring Breivik, un joven educado y de clase media, noruego de pura cepa, destruye el paraíso de Noruega.- Perteneció al segundo mayor partido de Noruega y fue masón

Por Ricardo Martines de Rituerto

Bruselas

El perfil corresponde como un guante a un hombre con ambiciones e inclinaciones intelectuales. Entre sus actividades favoritas incluye la de fundar y desarrollar organizaciones, junto a las de leer y escribir. Como intereses fija los análisis político y bursátil, mientras que a la hora de escuchar música se inclina por la clásica o por ese cóctel de absoluta contemporaneidad que supone la llamada vocal trance.

Un hombre sin aristas que deja el impacto para más adelante, a la hora de repasar sus retratos de «noruego de pura cepa», en palabras de la policía, alto, rubio, con incipiente perilla, frente ancha y despejada, y ojos verdes, un perfecto ejemplar de atractivo nórdico que se desvanece a la hora de mostrarse vestido como el aburguesado masón que también es.

Poco a poco van emergiendo detalles de esa otra vida e ideas políticas que componen un retrato que se acomoda mejor al drama nacional en que vive Noruega. Son particular reveladoras sus contribuciones a la web document.no, creada para alertar contra la invasión de Europa, en general, y de Noruega, en particular de gentes venidas de otras tierras e imbuidas de Islam. «Dígame de un país donde los musulmanes hayan convivido pacíficamente con los no musulmanes», inquiría hace unos meses Breivik antes de responderse que esa implantación ha tenido «consecuencias catastróficas para los no musulmanes» . En otro momento se preguntó: «¿Cuándo ha dejado de ser el multiculturalismo una ideología dirigida contra la cultura europea. Para él, determinadas asociaciones de derechos humanos defensoras de las minorías no son sino «violentas organizaciones marxistas» que hay que combatir por todos los medios. Y los socialistas constituyen, a su juicio, la deletérea encarnación de ese mal. «No podemos tolerar que los socialistas subvenciones a estos Stoltenberg-Jugend, que sistemáticamente aterrorizan a los conservadores», escribía el luchador antimulticulturalidad que vivía disfrazado de pacífico masón y de modesto agricultor ecologista.a, las tradiciones, la identidad y las naciones Estado?».

A Utoya acudió disfrazado de policía, llevando hasta el final su camaleónica capacidad de camuflarse como un simple noruego fuera de toda sospecha. Su empresa agrícola era una tapadera para conseguir medios para un activismo político que estaba fuera del circuito convencional desde que abandonó hace alrededor de un lustro, al dejar de pagar su cuota y sin que nadie le echara de menos, el Partido del Progreso, en cuyas juventudes también militó, la derecha ultranacionalista y xenófoba de Noruega, que en las elecciones de 2009 obtuvo un 23% de sufragios y con 41 escaños se convirtió en la segunda fuerza política nacional. Timoneado por la carismática Siv Jensen, el Partido del Progreso arremete una y otra vez contra la permisividad y entreguismo de los socialistas, cómplices, dice Jensen, de la progresiva islamización de la sociedad.

Esa retórica le parecía insuficiente al cada vez más arrebatado Breivik, que en sus intervenciones en la web puso como ejemplo de auténtico líder conservador a Geert Wilders, azote del Islam y del multiculturalismo en Holanda. El joven noruego se había convertido en un Savonarola contra el pactismo, la corrección política y la tolerancia y creía que había que promocionar sus ideas en el más allá de los confines nórdicos, en especial entre británicos, alemanes, franceses y estadounidenses, como escribió en una de sus intervenciones. Jensen se manifestaba ayer sorprendida por la mortífera odisea de su antiguo correligionario, de quien decía que era casi un desconocido entre los militantes del partido, y hacía un llamamiento a la unidad nacional en esta hora traumática.

En la feliz Noruega ni la policía tenía noticia particular del ciudadano ejemplar Breivik. En un reciente informe los servicios secretos aseguraban que «los extremistas de derecha y de izquierda, no constituyen una amenaza seria en 2011 para la sociedad noruega».

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