Secretos del aguante de las dictaduras árabes
Por Kamel Daoud
Ante el efecto domino de la primavera árabe, las dictaduras de la región han desarrollado un discurso de propaganda muy agresivo basado sobre la especificidad local. “Argelia no es Túnez”, “Siria no es Egipto”, “Yemen no es Libia”… ¿Es esto realmente verdad? Sí: las dictaduras árabes son dictaduras iguales por sus diferencias.
Dictadura kamikaze : o yo, o el caos
Un caos en un principio “islamizado”, buscando la criminalización de la oposición calificada de “grupúsculos de El Qaida”, de terroristas, grupos armados maniobrados por potencias extranjeras. Confrontados a la revolución, estas dictaduras optan, contra toda evidencia racional, de ahogar el país en el caos de la guerra civil, de perder todo para que el opositor no gane, antes que negociar una salida honorable y segura.
Es el caso de Libia de Gadafi o del Yemen de Saleh. Conscientes de su legitimidad de dictaduras utilitarias a los ojos de un Occidente traumatizado por los atentados del 11 de setiembre 2001, estos dictadores juegan la última carta de la amenaza islamista y de la guerra civil que podría ser propicia a El Qaida para “castigar” al pueblo.
Visto desde fuera, se concibe mal este irracionalismo táctico: ¿porqué un dictador que podría dejar el poder con la inmunidad, dinero y la posibilidad de negociar un exilio dorado, opta por la confrontación suicida? De hecho, se trata de un aspecto sicológico de la dictadura: el dictador no puede aceptar la insolencia de los pueblos alzados. Una relación de feudalidad a propiedad del país, de la tierra y de sus siervos, choca con una especie de revolución de pobres que es imposible que lo puedan aceptar los señores y su familia.
El dictador kamikaze elige castigar, pegar fuerte y morir antes que aceptar la humillación y la derrota. Una ilustración de esta actitud, fue el primer discurso de amenaza de Saif el Islam, hijo de Gadafi, hacia los revolucionarios libios de Benghazi y toda la colección de sus mensajes corporales con el dedo amenazador. El dictador kamikaze concibe su rol como Padre de la nación, su Liberador y su Guardián: sueña con ser el mártir que cumple con el último sacrificio por el país que es el… suyo, en el sentido propio del término.
Dictadura rehén.. de ella misma
La dictadura rehén de…la dictadura: es el caso típico de Siria de Bachar el Asad. El hijo heredero de su padre, desde el 10 de julio del 2000, no termina de anunciar sus reformas a los manifestantes desde el comienzo de la Revolución siria, pero nada cambia: los sirios siguen muriendo y haciéndose matar desde marzo, fecha de su primavera árabe.
Para los especialistas de este país, se trata de un verdadero caso de escuela de un presidente débil cogido en el engranaje de un sistema mafioso fuerte.
El poder le cayó encima “por defecto” después que muriera por accidente su hermano Basel en 1994. Un “escenario” como en la película El Padrino de Francis Ford Coppola:”Todo le predisponía a este hijo oftalmólogo para asumir el poder, menos la suerte, como en la familia Corleone, dice Khaled Mohand, un periodista argelino que ha conocido las mazmorras de las Moukhabarat sirias (agencias policíacas de información) estos últimos meses.
Cogido en sándwich entre su primo Rami Makhluf, patrón de los patrones sirios, propietario de una red de telefonía y actor ineludible para todos los que quieren entrar en el mundo de los negocios en este país, y su hermano Maher, jefe del 4º regimiento “sanguinario”, de los clanes sunnitas y de las policías políticas fuertemente autónomas, Bachar se encuentra cogido. Figura del dictador que puede “hablar” pero sin “actuar”, representar pero sin encarnar.
De la dictadura fofa a la democracia controlada
Ejemplo de dictadura fofa, tenemos el caso argelino: Presidente desde 1999, Abdelaziz Buteflika encarna de manera perfecta la dictadura “fofa” con un Estado sin fuerza, dividido en varios centros de decisión, y un sistema de renta petrolera que permite unas clientizaciones masivas de la población y de las clases políticas. Buteflika es un civil cuya única fuerza de negociación frente a los militares ha sido la legitimación internacional que tienen necesidad los militares para asentar su credibilidad y deshacerse de la etiqueta de eternos puchistas.
En Argelia, la primavera árabe se presenta como un ejercicio cotidiano pero por pequeñas dosis: manifestaciones, marchas, reivindicaciones salariales, huelgas agitan el país bastante antes de la huida del dictador tunecino Ben Ali el 14 de enero.
La explosión social sin embargo se hace esperar: la dictadura local no prohíbe nada o muy poco, menos la democracia o las “marchas de las oposiciones”, cede cada vez más ante los centros de poderes regionales y tribales, negocia la supervivencia con la distribución de la renta, prohíbe el uso de las armas frente a los manifestantes, pero de hecho prohíbe las manifestaciones mismas.
¿“Campo” o “Largaos”? El dilema se les presentó a los argelinos el 12 de febrero, fecha de las primeras marchas anti-sistema: con una presidencia que encarna poco el poder y un poder en manos de los “Servicios”, era más bien difícil ofrecer un objetivo a la muchedumbre de los revolucionarios de la Coordinación Nacional para el Cambio y la Democracia, la CNCD.
La dictadura argelina tiene el honor de haber logrado el invento del siglo: la democracia controlada. Unas elecciones controladas desde el principio gracias a un filtraje administrativo de las candidaturas, un multipartidismo infiltrado por decenas de partidos imaginarios para disolver los electores, unos medios de comunicación bajo la presión de la “renta publicitaria”, un estado de urgencia reconducido por una ley antiterrorista, etc.
La dictadura de Argelia no tiene la fuerza de hacer frente a las masas de los manifestantes que quieren mejoras salariales, pero tampoco tiene la debilidad de ceder ante los que piden la democracia. El sistema no puede disparar contra la muchedumbre, pero las puede comprar.
Dictadura monárquica : sin Dios, no hay salvación
Marruecos y Jordania han sido invitados a ser miembros del Consejo económico de cooperación de los Estados del Golfo (CCG). La información, lanzada el 10 de mayo del 2001, nos ha recordado lo esencial: la primavera árabe que toca a las “monarquías” de las falsas Repúblicas árabes, da miedo a las monarquías declaradas que hacen piña frente a la amenaza.
Para hacer frente, dos recetas están de moda: primeramente la ayuda militar (Bahrein “salvado” por el escudo del ejército saudí), seguido de la solidaridad económica con la admisión de Jordania y de la lejana monarquía alauita de Marruecos en el seno del club de los ricos reyes del Golfo y de Arabia.
Las dictaduras monárquicas construyen la propaganda de defensa sobre la sacralidad de su mandato eterno: están “elegidos” por Dios: Una cultura política religiosa que remonta a los primeros imperios musulmanes, ha fundado la doctrina de la obediencia crítica al Emir, al Gobernador, incluso si es “injusto”, por la lógica de la estabilidad de Dar el Islam (La casa del islam), frente a la de Dar el Kofr (el territorio de los impíos).
En febrero, el gran muftí de Arabia saudí, el jeque Abdelaziz Al Cheikh, condenó inmediatamente las revueltas en los países árabes. Tachan a las revoluciones de “actos caóticos”, de maniobras de los enemigos del islam y prueba de las tentativas de división de la Umma, la nación árabe. Juegan así la última carta, la de la “legitimidad religiosa” que los yihadistas deslegitiman y que su cooperación antiterrorista les ha quitado toda credibilidad.
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