Apuntes al margen de la CAN 2022, por Ramón Echeverría

25/01/2022 | Bitácora africana

Los “Leones Indomables”, equipo nacional de Camerún, se ha calificado para la segunda fase de la CAN 2022, ––la “Copa africana del presidente Paul Biya”, según algunos medios––, que ha comenzado este domingo. El longevo (88 años) presidente de Camerún ha podido saborear el momento y respirar tranquilo, al menos por ahora. El 21 de septiembre de 2014, la Confederación Africana de Fútbol (CAF), presidida entonces por el exatleta camerunés Issa Hayatou (presidente de la CAF entre 1988 y 2017), atribuyó a Camerún la organización de la CAN 2019. El país ya había organizado la de 1972, en la que habían competido 8 países, y para la que bastaron los pequeños estadios de Yaundé y Duala. Pero en la de 2019 iban a participar 24 equipos, había que contar con dos grandes estadios y 8 de tamaño más pequeño, y ninguno de los de Camerún cumplía las normas internacionales. «Todo Camerún se está movilizando ante un desafío que el jefe de Estado considera una causa nacional«, explicó en 2018 Pierre Ismaël Bidoung Kpwatt, entonces ministro de Deportes, y en la actualidad ministro de Arte y Cultura. Sin embargo la movilización no debió ser muy intensa y la CAF, visto el retraso en las infraestructuras, decidió posponer las competiciones: la CAN se celebraría en Camerún en 2021, en Costa de Marfil en 2023 y en Guinea Conakri en 2025. Pero continuaron los retrasos, la CAF seguía dudando y en junio de 2020 decidió que la CAN 2021 se jugaría en enero de 2022. Todavía el 25 de noviembre de 2021 se podía leer en Camfoot.com, medio referente del fútbol camerunés: “Han pasado dos años desde que el Estadio de Olembe [en Yaundé, capital oficial del país] estaba casi terminado. Se hablaba entonces de que se había completado el 95% de la obra. Ahora nos dicen que está completa al 98%. A ese ritmo, seguramente que ya estará terminada en 2030”. Finalmente, todo está bien si termina bien, el Presidente Paul Biya, acompañado por su esposa Chantal, ha podido inaugurar el 9 de enero, en el “Paul Biya Stadium” (nuevo nombre del “Stade d’’Olembe), la 33 edición de la CAN, la “CAN 2021”, reconvertida a su vez en “CAN 2022”. Observando las infraestructuras que había construido su país para la CAN, Roger Milla, el legendario futbolista camerunés ya retirado, que con 38 años volvió a competir y casi llevó a su país a las semifinales en el Mundial Italia 1990, observó: “Con este tipo de infraestructuras, tal vez hubiéramos sido campeones en 1990”.

futbol_africa_cc0-3.pngLa pasión por su equipo puede unir a una nación, y hasta a un continente. Nunca olvidaré lo acaecido en Susa, Túnez, en 1996, el año de los Juegos Olímpicos de Atlanta. Tenía mi residencia frente a la sede de los seguidores del equipo local, “L’Étoile du Sahel”, campeón de liga aquel año gracias a su entrenador, dos jugadores y un técnico, todos brasileños. La gente los adoraba e iban a la iglesia (los brasileños eran católicos practicantes) para pedirles autógrafos. Y sin embargo, cuando llegó la final de fútbol, Brasil – Nigeria, contra lo que yo me esperaba, los seguidores de l’Étoile, todos sin excepción, apoyaron a Nigeria. ¡Porque Nigeria era África! Y ello a pesar del racismo que muchos magrebíes muestran hacia sus “hermanos” africanos negros. En su discurso de Año Nuevo, Paul Biya habló de la CAN, pero también de la desunión nacional y de la crisis violenta que ya dura cinco años en las regiones anglófonas que se sienten ninguneadas y humilladas por la mayoría y el gobierno francófono. A pesar de los atentados, los equipos del grupo F (Túnez, Malí, Mauritania y Gambia) se han entrenado en Buea, capital de la región anglófona Sud-Oeste. Pau Biya soñaba con que la CAN 2022 contribuiría a aglutinar a francófonos y anglófonos más allá de sus diferencias. Al menos por el momento, los hechos no parecen darle la razón. Escribiendo para la BBC desde Bamenda, capital de Noroeste, la otra región anglófona, Frederick Takang describía las peripecias de los escasos seguidores de los “Leones Indomables” en la zona. No se atreven a mostrar sus sentimientos en público por miedo a los grupos armados separatistas, y para seguir en tv los partidos se reúnen en zonas “seguras”, escribía Takang. No es el primer caso en el que identificarse con un continente resulta más fácil que hacerlo con los vecinos del mismo país.

CAN, ces Africains qui planent sur l’Europe”, (“CAN, esos africanos que revolotean sobre Europa”) titulaba el sitio web uefa.com el 11 de enero, refiriéndose a los más de 300 africanos que juegan en equipos europeos y compiten estos días en la CAN, casi la mitad de los participantes. Una buena parte juegan en Francia (94) e Inglaterra (49), pero también lo hacen en España, Italia, Grecia, Turquía, etc. El artículo menciona a los jugadores africanos que más veces han jugado en las competiciones de la UEFA y los equipos en los que lo han hecho. Aparecen en la lista, entre otros, Drogba (94 veces), Eto’o (82), Kolo Touré (74), Salah (74), Keita (66) y Kanu (60). No extraña pues el que la prensa deportiva europea esté dedicando tanto espacio a esta CAN 2022, ni que tantos emigrantes jóvenes que llegan a Europa, a la pregunta “¿Qué es lo que buscáis?”, respondan “Queremos ser futbolistas”.

Mi último apunte sobre la CAN 2022 podría titularse “¡Viva Salima Rhadia Mukansanga!”. El 18 de enero, en el estadio Ahmadou Ahidjo de Yaundé, esta ruandesa de 38 años arbitró el partido del Grupo B entre Zimbabue y Guinea Conakri. Le asistían Carine Atemzabong (Camerún), Fatiha Jermoumi (Marruecos), y, en el VAR, Bouchra Karboubi (Marruecos). Por primera vez desde que se inició la CAN, hace 65 años, dirigía el encuentro entre dos equipos masculinos un cuadro arbitral totalmente femenino.

Ramón Echeverría

Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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