Aparecen grietas en el último impulso hacia la paz de Mozambique

26/09/2019 | Crónicas y reportajes


«Renamo no se desarmará porque es un partido político militarizado».

mozambique-mapa.jpgUn acuerdo histórico de paz para poner fin a décadas de conflicto en Mozambique enfrenta reveses solo un mes después de su firma, a medida que surgen divisiones en el partido rebelde, convertido en partido de oposición, que llegó a un acuerdo con el gobierno.

La renovada incertidumbre política se produce, cuando Mozambique, un país del África Austral de aproximadamente 30 millones de habitantes, se enfrenta a múltiples crisis. Una presunta insurgencia islamista está desestabilizando la región norte de Cabo Delgado, y unos 1,8 millones de personas están luchando por sobrevivir a raíz de los ciclones Idai y Kenneth, que tocaron tierra a principios de este año.

La autodenominada Junta Militar de Renamo, una facción del movimiento de oposición armado, Renamo, ha rechazado el nuevo acuerdo de paz y amenazado con descarrilar las elecciones presidenciales y provinciales programadas para octubre a menos que el partido gobernante, Frelimo, acepte renegociar.

Mientras tanto, funcionarios del partido Frelimo son acusados de incendiar la propiedad de miembros de Renamo pocos días después de firmar el acuerdo, creando tensiones entre violentos rivales que han estado en guerra desde finales de los años setenta.

Grupos de derechos humanos temen que el acuerdo, el tercer intento de forjar la paz en Mozambique, ofrezca impunidad a violadores de derechos humanos y poca ayuda a las víctimas de crímenes pasados, incluidos los presuntamente asesinados y desaparecidos por fuerzas gubernamentales durante el último brote del conflicto 2013-2016.

«Este acuerdo no considera la injusticia que han sufrido esas comunidades», dijo Zenaida Machado, investigadora de Human Rights Watch.

Viejos enemigos

Después de obtener la independencia de Portugal en 1975, Mozambique se derrumbó en una guerra civil de 16 años enfrentando a Renamo, una fuerza de guerrilla anticomunista, respaldada por Rhodesia, gobernada por blancos, y el apartheid de Sudáfrica, contra el partido governante marxista, Frelimo. Murieron más de un millón de personas y millones más fueron desplazadas.

Un acuerdo de paz en 1992 marcó el comienzo de dos décadas de relativa calma, pero Renamo retuvo una ala militar mientras que Frelimo ejerció un control casi total sobre el poder político, ganando elección tras elección.

Una nueva ola de violencia estalló en 2013, cuando el líder, ahora fallecido, de la oposición marginada, Afonso Dhlakama, regresó a su base en tiempos de guerra, en las remotas montañas de Gorongosa, en el centro de Mozambique.

Un informe de Human Rights Watch culpó a combatientes de Renamo de asesinatos políticos y ataques a autobuses y trenes, y a las tropas gubernamentales de desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y asesinatos sumarios. Miles de personas huyeron de sus hogares al país vecino, Malaui.

Según el último acuerdo, Renamo acordó desarmar y reintegrar a más de 5.000 combatientes a cambio de disputar en las elecciones de Octubre las gobernaciones provinciales, que solían ser designadas por el gobierno central controlado por Frelimo.

A diferencia de los intentos anteriores de paz, llevados a cabo de manera apresurada o rechazados por negociadores en países extranjeros, el nuevo acuerdo involucró un prolongado diálogo entre altos funcionarios de Frelimo y Renamo, según Alex Vines, jefe del programa África de Chatham House y autor de un nuevo informe sobre el acuerdo: «Fue más bien una conversación de liderazgo de nivel de élite respaldada por muy largas negociaciones».

Separaciones y tensiones

Pero el acuerdo se enfrenta ya a una considerable oposición de la Junta Militar de Renamo, una facción disidente recientemente surgida, liderada por Mariano Nhongo, un veterano guerrillero que en el pasado organizó operaciones de seguridad para Dhlakama.

El grupo de Nhongo impugna la autoridad del líder oficial de Renamo, Ossufo Momade, que es del norte de Mozambique y ha estado dirigiendo el partido fuera de su territorio central desde que sucedio a Dhlakama. Según Vines «Este cambio ha causado tensiones reales dentro del partido que están en líneas regionales y étnicas».

Aunque el tamaño del grupo sigue sin estar claro, al igual que sus demandas, los analistas que siguen el proceso de paz dicen que podría representar una amenaza significativa para el acuerdo, ya que los hombres de Nhongo se niegan a dejar sus armas y amenazan con asesinar a Momade y matar a cualquiera que pida elecciones.

Sergio Gomes, investigador mozambiqueño de la Universidad Saint Andrews en Escocia, señala que «Sabemos que están armados, en la selva, y no quieren ser desmovilizados».

Que Momade se atenga al acuerdo dependerá de los resultados que consiga Renamo en las elecciones de octubre, con el grupo esperando ganar gobernaciones en varias provincias. Si fracasa y considera que el proceso electoral es injusto, como es común en Mozambique, muchos temen que el acuerdo pueda colapsar.

«Desde 1994, Renamo nunca ha reconocido la equidad y la justicia de ninguna elección», dijo Gomes. «No sé si esto cambiará en octubre».

Ya han comenzado las acusaciones de fraude en el registro de votantes, con gran número de personas registradas en algunos bastiones del gobierno, mientras que el portavoz de Renamo se quejó de que miembros del partido local fueron atacados o fueron impedidos de llevar a cabo «actividades políticas» por parte de funcionarios de Frelimo.

La propuesta de desmovilizar a más de 5.000 combatientes de Renamo a tiempo para las elecciones de octubre puede también ser un desafío, ya que hasta ahora solo un puñado de combatientes han dejado sus armas.

A pesar de intentos previos de desmovilización, la Renamo siempre ha mantenido una base armada y un arsenal de armas por si se queda sin opciones políticas. A sus combatientes mayores se les han unido en los últimos años reclutas más jovenes.

Según Gomes «Sin el ala militar, Renamo no tiene poder político para obligar al gobierno a nada. Esa es mi preocupación sobre el éxito de este acuerdo: Renamo no se desarmará porque es un partido político militarizado».

Ataques insurgentes

Antes de que se firmara el acuerdo, el parlamento de Mozambique aprobó una nueva ley de amnistía que exime al gobierno y a las fuerzas de oposición del enjuiciamiento por crímenes cometidos en el último brote de violencia.

La ley es una de una larga lista de paquetes de amnistía que Machado, de Human Rights Watch, señala que ha ayudado a crear «un clima de miedo e impunidad» en Mozambique que está socavando las perspectivas de paz.

La investigadora de derechos humanos ha pedido que se establezca una base nacional de datos de personas arrestadas, asesinadas o desaparecidas en conflictos pasados. «No se puede pasar de una situación en la que sus familiares salieron de casa un día y no regresaron», dijo Machado. «Estas personas tienen derecho a saber dónde están sus parientes».

Por ahora se espera que la reconciliación entre Renamo y Frelimo permita que el gobierno de Mozambique, que, según Vines, «no es bueno en [multitareas]», aborde otras preocupaciones apremiantes, desde las secuelas de los ciclones Idai y Kenneth hasta el empeoramiento de la insurgencia en Cabo Delgado. «Cientos de miles de personas han perdido sus medios de vida», dijo, en Junio, Ursula Mueller, subdirectora humanitaria de la ONU.

Según informes, cinco personas, cuatro de ellas pescadores que regresaban a casa del trabajo, fueron decapitadas por los insurgentes en Cabo Delgado la semana pasada, el último de una serie de ataques macabros que han desplazado a miles de personas y complicado esfuerzos de alivio del desastre causado por los ciclones en el norte.

Aunque algunos sospechan que hay militantes islamistas detrás de la violencia, nadie se ha atribuido los ataques, lo que deja perplejos a analistas de Mozambique y a la gente. «Mientras que las causas fundamentales … del conflicto entre Renamo y Frelimo son comprensibles, no se puede decir eso del norte», señaló Vines.

Philip Kleinfeld

* Periodista que cubre conflictos y crisis humanitarias en África Central y el Sahel.

Fuente: The New Humanitarian

[Fundación Sur]


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