En un informe publicado el pasado miércoles, Amnistía Internacional da la voz de alarma e informa de la muerte, desde el comienzo del año, de 149 personas, entre ellos 12 niños y bebés, en la prisión militar de Giwa en Maiduguri, al norte de Nigeria.
De los 12 niños que murieron once eran menores de 6 años de edad. Algunos de tan sólo cinco meses. Acababan de nacer y ya son enterrados por soldados que no se molestan en invitar a las madres funeral.
«Cada vez que un niño muere, la prisión se llena de tristeza. Los soldados traen unos trapos para cubrir los cadáveres. A continuación se los llevan fuera y una ambulancia militar los recoge. Ellos informan a la madre de que van a ocuparse de los funerales». Esto es lo que ha contado a Amnistía Internacional Hadiza Monguno*, de 20 años, encerrado desde hace dos meses en Giwa.
El informe «si lo ves, te hace llorar: la vida y la muerte en las celdas de Giwa» publicado el miércoles, 11 de mayo, el mismo día que el presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, está participando en Londres en una Cumbre anti-corrupción.
Giwa, una bomba sanitaria
La organización de defensa de los derechos humanos denunció las condiciones de detención y de vida en la prisión de Giwa donde más de 1.200 personas, incluidos 120 niños, están actualmente detenidos por su supuesta implicación en «actividades terroristas» o por vínculos con el grupo islamista Boko Haram, que se encuentra en la región. En 2016, el número de presos ha aumentado en diez veces, y las celdas que contenían 25 personas en 2015 cuentan con 250 desde principios de año.
«No hay colchones en las celdas, de modo que duermen en el suelo. Están tan congestionadas que puede uno tumbarse, pero sólo de lado y después ya no se puede uno dar la vuelta», explicó un ex detenido, recientemente liberado, después de cinco meses de detención en Giwa.
La falta de agua, de alimentos, el calor sofocante, el hacinamiento en las celdas, la falta de higiene… son todos factores que hacen que esta prisión sea una bomba en cuestión sanitaria, potencialmente mortal para los más débiles. «Las condiciones insalubres favorecen la transmisión de enfermedades», señala Amnistía, estimando que al menos 20 bebés y niños menores de 5 años están actualmente encerrados en estas celdas.
El médico examina a los niño a través de la puerta
«El sarampión apareció con el inicio de la temporada de calor. Por la mañana, dos o tres bebés estaban enfermos, por la noche ya eran cinco los que se habían contagiado. Era obvio que los bebés tenían fiebre, su piel ardía y lloraban día y la noche. Tenían los ojos rojos y la piel cubierta de erupciones», le contó a Amnistía, Bubakar Aisha*, de 40 años, detenido desde hace más de cuatro meses en Giwa.
De acuerdo con Aisha, hubo que esperar a que tres niños murieran de sarampión para que otros puedan beneficiarse de una mínima atención médica. «El personal médico pasaba cada dos días y nos pidieron que les acercáramos a los niños enfermos. El médico los examinó y les dio los medicamentos a través de la puerta», continúa Aisha.
Una atención médica insuficiente: otros niños murieron. Entre el 22 y el 25 de abril de 2016, dos niños, de 1 y 5 años y una niña de 4 murieron.
#ShutGiwaNow
*Los nombres han sido modificados en el informe de Amnistía Internacional
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