Amistad hasta la muerte

11/12/2018 | Opinión

Se encuentra en Orán, segundo puerto marítimo de Argelia que los españoles gobernaron durante trescientos años hasta 1792. En francés la llaman “Notre Dame de la Santa Cruz” por estar ubicada justo debajo del “Fuerte de la Santa Cruz” levantado en 1604 sobre un pico que sobrevuela la ciudad. Fue construida en honor a María en 1850, ya bajo dominio francés, tras la epidemia de cólera de 1849. Y allí, este 8 de diciembre de 2018, fiesta católica de la Inmaculada Concepción, fueron beatificados “Pierre Claverie y sus 18 compañeros mártires”. Algunos hablan de “guerra civil” para calificar la violencia que pareció apoderarse de Argelia en los últimos años del pasado milenio. Se trató en realidad de una minoría islamista que quiso imponer a sus conciudadanos un único modo de entender y vivir el Islam, y que para ello asesinó a más de 200.000 correligionarios, entre los cuales cientos de líderes religiosos, periodistas y universitarios que defendían un Islam equilibrado, popular y abierto. En esos años difíciles, los miembros de la pequeña comunidad cristiana, mayoritariamente sacerdotes y religiosas, decidieron seguir haciendo lo que siempre habían hecho y que había dado sentido a sus vidas: compartir la vida de sus hermanos argelinos, promover el diálogo de vida interreligioso y participar en el desarrollo del país. 19 de ellos lo pagaron con sus vidas.

pierre_claverie.jpgAunque poco práctica para grandes manifestaciones, “Notre Dame de la Santa Cruz” fue escogida para la beatificación de los mártires por su alto valor simbólico: Pierre Claverie, asesinado el 1 de agosto de 1996 junto con su joven chofer y amigo Mohamed Buchikhi, era obispo de Orán. Y, por su importancia histórica, el Fuerte de la Santa Cruz y la Capilla forman parte del Patrimonio nacional argelino. Tratándose de un lugar bastante pequeño, se tuvo que limitar el número de asistentes. Pero KTO (televisión católica francesa) y las autoridades argelinas se apañaron para que, además de por televisión, se pudiera seguir la ceremonia en pantallas gigantes en las catedrales de Orán, Constantina y Argel. Presidió el cardenal Becciu, delegado del papa Francisco. Con los obispos, sacerdotes, religiosas, familiares de los mártires y un número limitado de fieles y amigos argelinos, estuvieron también presentes Mohamed Aïssa, Ministro de Asuntos religiosos y representante para esta ocasión del presidente Abdelaziz Buteflika, las autoridades de Orán y un numeroso grupo de imanes. Entre los presentes se encontraba la mamá de Mohamed Buchikhi, el chofer y amigo de Pierre Claverie.

Siendo esta la primera vez en la que una beatificación de mártires cristianos se ha llevado a cabo en un país musulmán con el acuerdo y el apoyo de sus autoridades, la noticia ha aparecido en numerosos medios de comunicación. Anne-Bénédicte Hoffner, periodista del diario católico La Croix, le preguntó a Fatiha Kaouès, sociólogo de las religiones, qué había detrás de la decisión de las autoridades argelinas de acoger en Orán la beatificación de los 19 mártires. “Es consecuente con el deseo proclamado constantemente de promover la paz social y la convivencia”. “Ese discurso es sincero, por lo menos por parte de Mohamed Aissa”. El pueblo, “asocia [la beatificación en Orán] a otras manifestaciones en favor de la convivencia”, y hasta se puede decir que los cristianos asesinados “están entrando a formar parte del martirologio [nacional] argelino”. Esto último es importante para una Iglesia siempre confrontada a sus orígenes coloniales. Con el Cardenal Duval (1904-1996) y el arzobispo emérito de Argel Henri Teissier, los católicos residentes en Argelia tras la independencia (1962) comprendieron que su vocación era la de vivir con y para el pueblo argelino. Pero aún ahora que cada vez más sus miembros son subsaharianos, polacos, italianos o filipinos, tiene que seguir demostrando con su comportamiento, que se trata de una Iglesia insertada en la sociedad, siempre al lado de Argelia, de los argelinos.

Llamó la atención durante la celebración del sábado en “Notre Dame de la Cruz”, el que quienes tomaron la palabra, en particular los obispos de Argel y Oran, apenas si mencionaran el “martirio” y la “beatificación”, y sí, con mucha insistencia, la amistad y el sufrimiento compartido con la población argelina durante los años de plomo. En el WhatsApp que la familia de Jean Chevillard, uno de los cuatro padres blancos asesinados en Tizi Ouzou, ha creado para compartir sus vivencias y emociones con ocasión de la beatificación, Luisa, una de sus sobrinas escribió: “no es porque la Iglesia lo vaya a beatificar que [el tío Juan] es mejor. Él es lo que es, la Iglesia lo beatifique o no”. Y otra sobrina, Marie-Christine, comentó: “Al tío Juan no le gustaban los honores, y eso le honra”. A la comunidad cristiana en Argelia no le gustan los honores, porque la amistad nunca pasa factura. Y con esa misma lógica, durante la ceremonia se pidió a los presentes que rezaran en comunión no sólo con Henry, Paul-Hélène, Ester, Caridad, Jean, Alain, Christian, Charles, Bibiane, Angèle-Marie, Odette, Christian, Michel, Christophe, Célestin, Paul, Luc, Bruno y Pierre Claverie, sino también con la multitud de argelinos musulmanes asesinados por no creer en un islamismo criminal y con los doce trabajadores croatas y bosnios que los islamitas mataron en diciembre de 1993.

Y allí estaba la madre de Mohamed Buchikhi, el “segundo” Mohamed, con el que concluye la historia de los 19 mártires. Christian de Chergé, uno de los 19 y superior de Thibhirine, es conocido por su magnífico testamento espiritual en el que escribe que si llegara a ser víctima del terrorismo se tendría que asociar su muerte a la de tantas otras muertes violentas acaecidas en el anonimato y la indiferencia. Menos conocido es el origen de su vocación argelina. Militar durante la guerra de Argelia, Christian hizo amistad con Mohamed, guardia de campo y padre de once hijos. Un día en que los guerrilleros tendieron a Christian una emboscada, Mohamed intervino para salvarlo. Fue asesinado pocos días más tarde y su cuerpo abandonado en la cuneta. En cuanto a Mohamed Buchikhi, todo es sencillo y transparente en el conmovedor diario en el que describe su amistad con el obispo de Orán: “Desciende el crepúsculo y se encienden las luces en las casas de Orán. El avión de Argel no tardará. Voy a bajar a Es-Senia, con su hangar asfixiante y las metralletas de los soldados. Todos quieren viajar en avión porque las carreteras son peligrosas. Allí estará la escolta que acompaña a Pierre desde hace quince días. Como si el tener con nosotros a dos policías nos procurara más seguridad… Lo conduciré al arzobispado. Y sé que, una vez más, vamos a reñir porque no querrá que le lleve su maletín. Me dirá que no está cansado, y, como siempre, yo seré más cabezón que él. ¿Cuándo llegará la muerte? ¿Hoy? ¿Mañana? Ya veremos. Pero si muero con Pedro, encontrarán junto a mí un pequeño carnet en el que anoto mis pensamientos y oraciones. Ya he dicho adiós a todos los que me han amado, a todos los que amo. En el Nombre de Dios, el Misericordioso, “Él, que tiene misericordia”.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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