Aminata Traoré, ensayista y ex ministra de Cultura y Turismo de Malí, anunció a principios de junio su candidatura al cargo de Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Después de más de medio siglo de dominación masculina (la institución nunca ha nombrado a una mujer a esta posición desde su creación en 1945), la Sra. Traoré, conocida por su franqueza, se lanza a la carrera para sustituir a Ban Ki-moon.
«La ONU, al parecer, está en busca de una mujer para sustituir a Ban Ki-moon. “Yo tal vez no sea la más adecuada para este puesto, pero me invito a mí misma a este debate», ha declarado a “L’Humanité” la que nunca duda en explicar su posición a todos aquellos que quieren oírla. Ella desea que la ONU sea «más independiente y que no esté manipulada por las grandes potencias».
Autora de varios libros críticos con la situación económica y política en África, fue nombrada Ministra de Cultura y Turismo en Malí en 1997 y renunció en 2000, utilizando su derecho a la excedencia, debido a que es necesario luchar contra la globalización y el sistema liberal que ella considera la causa de una economía africana desigual y dependiente. Sobre este tema escribió en el prefacio del libro «Proceso de un hombre ejemplar» de Eric Toussaint, publicado en 2013, «las pociones del FMI y del Banco Mundial no sólo son amargas, sino que, a menudo, son fatales».
En 2013, también fue una de las pocas figuras públicas en Malí en oponerse a la operación Serval en Malí, donde el ejército francés dio apoyo militar a las tropas malienses contra los grupos islamistas que ocupaban el norte. Ha tenido siempre una relación problemática con Francia. Del mismo modo, Aminata Traoré no duda en afirmar su desacuerdo con las políticas intervencionistas del Oeste de África, respaldadas por las Naciones Unidas, que se deben a su juicio a ser «menos militaristas, más autónomas y no explotadas por los grandes poderes» y necesitan revisar su funcionamiento debido a que “la diplomacia como debería funcionar, ya no funciona». Su toma de posición la lleva al centro del escenario político.
La exministra maliense debe, al igual que las otras nueve personas, hombres y mujeres, que ya se han presentado al cargo desde principios de abril, dirigirse a la Asamblea General de la ONU constituida por 193 países, antes de pasar el «gran oral», siempre ante la misma asamblea. Tendrá que hablar durante dos horas sobre varias cuestiones internacionales como el cambio climático, el conflicto palestino-israelí, el abuso sexual de los cascos azules, especialmente en África, o sobre el tráfico de personas.
Pero ya podemos decir que no creemos que la exministra de Cultura, sea elegida porque como podemos leer en un artículo de “Monde Afrique”: «para las Naciones Unidas, la elección no se puede centrar en una mujer cuyas diatribas serían incómodas, a la que las vidas humanas dejadas a mano de dios en los campos de refugiados o en el campo de batalla no parecen molestarla». De hecho, su línea ideológica cuadra muy poco con la línea diplomática de la ONU.
De todos modos, al menos tiene el mérito de abrir el debate sobre las posiciones de la ONU o la orientación normativa sobre cuestiones fundamentales. Pero, sobre todo, ayuda a inspirar a otras mujeres en África, que hasta ahora nunca han tenido la oportunidad de ser nombradas para dirigir una de las principales instituciones internacionales como es el caso de la francesa Christine Lagarde en el Fondo monetario Internacional (FMI) o la china Margaret Chan, que termina este año su mandato como directora general de la Organización Mundial de la Salud.
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