Eran fieras e implacables. Un ejército de mujeres armadas con rifles, palos y cuchillos que durante unos doscientos años (siglos XVIII y XIX) sirvió de manera eficaz a su rey en múltiples guerras y que incluso se enfrentó con increíble valor al colonizador europeo. Bautizadas en Occidente como las Amazonas de Dahomey, estos días se pueden ver grandes retratos de algunas de ellas en lugares insospechados, en plena calle, en ciudades de Senegal como Dakar o Mbour. Y es que estas mujeres guerreras han inspirado a la artista francesa Yz Yseult a poner en marcha un proyecto artístico, denominado Amazone, que nos hace revivir esta historia un tanto olvidada, como tantas otras que tienen como escenario el continente africano. “La mujer es la fuerza de África, trabajan, cuidan a sus hijos y familia, montan pequeños negocios, tienen mucha imaginación y coraje. Este es un homenaje a todas esas mujeres”, asegura Yz Yseult.
Hagamos un poco de historia. El histórico reino de Dahomey existió durante unos tres siglos, hasta 1900, y se extendía por un territorio que coincide, más o menos, con el tercio sur del actual Benín. El rey era un monarca absoluto, una especie de divinidad, aunque encontraba sus límites en el respeto a la tradición y en la voluntad de los dioses. La sociedad estaba fuertemente jerarquizada y se sustentaba sobre una base de esclavos, alimentada constantemente por las guerras con otros pueblos, y siervos, los hijos de estos. Asimismo, existía una casta de hombres libres, agricultores y artesanos, y una aristocracia. En el siglo XVIII alcanza probablemente su máximo esplendor gracias al comercio con los europeos, sobre todo de esclavos, del que las élites fon de Dahomey se beneficiaban especialmente, y de aceite de palma. Es precisamente en esta época cuando el rey Agadja crea su famoso ejército de mujeres guerreras.
Consideradas esposas del rey y, por tanto, obligadas al celibato, las amazonas de Dahomey eran entregadas al servicio militar por sus familias y escogidas entre las más fuertes y atléticas, aunque también se nutrían de esclavas e hijas de esclavas. Precisamente las constantes guerras con sus vecinos y la esclavitud habían diezmado a la población masculina, lo que puede estar en el origen del nacimiento de este ejército, que estaba integrado por entre 4.000 y 6.000 mujeres. Acerca de su coraje y fiereza circularon numerosas crónicas en la sociedad europea del siglo XIX. Se dice que cortaban la cabeza de sus enemigos y que bebían su sangre y que eran especialmente aguerridas en el combate. De hecho, participaban activamente, igual que los hombres, en los sacrificios humanos que se celebraban en el reino de Dahomey.
Su leyenda se extiende durante doscientos años, hasta la caída del propio reino. Fue en la última década del siglo XIX, cuando los colonizadores franceses establecieron un protectorado en Porto Novo con la intención de hacerse con el control de los recursos económicos de la zona. Pronto comenzaron las hostilidades que culminaron con varias campañas militares entre 1892 y 1894 que acabaron por borrar del mapa al famoso ejército de Dahomey, y con él a sus amazonas, y con el derrocamiento del rey Behanzin, que fue llevado primero a Martinica y luego a Argelia, donde falleció. El nombramiento de un rey títere no fue sino el triste epílogo de un reino condenado ya a la desaparición, aunque el arte, las costumbres o la religión de los fon han sabido perdurar en el tiempo.
El valor y la determinación de esas mujeres guerreras, que también sedujeron a la imaginación de la sociedad europea del siglo XIX, ha inspirado a la artista francesa Yz Yseult, quien desde que se diera a conocer en 2003 con Open your eyes, su primer proyecto urbano de envergadura, no ha dejado de explorar en la relación entre el arte y la ciudad, el retrato y la historia, siempre con un trasfondo de vindicación de la lucha contra la esclavitud y por los derechos cívicos. Tras haber expuesto su trabajo por buena parte del mundo, Nueva York, París, Londres, Praga, Moscú o Shangai, en la actualidad ha fijado su base y su taller en Senegal, país que ya conocía y en el que había vivido hace 20 años. Charlamos en una terraza de Dakar con vistas al mar. “Ya había trabajado en historias de mujeres, de nuestros ancestros, con el foco puesto en mujeres combativas, fuertes. Esto me interesa mucho”, asegura.
El proyecto Amazone está compuesto de 13 retratos de gran tamaño elaborados en tinta china sobre papel fino de seda, como el que se usa para envolver zapatos, a partir de fotografías que la propia artista ha buscado en archivos o en Internet. “Siempre trabajo sobre una base fotográfica”, explica. Una vez que el retrato está pintado, busca las superficies adecuadas en la calle para pegarlos. “Quiero que sean paredes con porosidad y color, no superficies blancas y limpias, paredes que tengan su propia historia. Hay una relación entre el retrato y el soporte”, dice. En ocasiones, Yz Yseult lleva a cabo su trabajo sobre madera o viejas planchas de metal.
La selección del lugar donde colocar sus obras también está ligada a otras circunstancias especiales. Muchos de los retratos de Amazone se instalaron en tiendas, restaurantes o pequeños negocios regentados por mujeres, en Mbour, La Somone o Sally, lo que aporta aún más sentido al proyecto. “Las mujeres son la fuerza de África”, insiste, “y la Historia está plagada de testimonios de su coraje y valentía. Por ejemplo en este continente ha habido muchas reinas y sin embargo esto ha tenido poco eco en Occidente”. Uno de los personajes femeninos que más ha fascinado a esta artista es el de Aline Sitoé Diatta, a la que también ha retratado.
Aline nació en 1920 en el pequeño pueblo de Kabrousse, en Casamance, al sur de Senegal. Como tantas otras jóvenes entonces, emigró a Dakar para trabajar en el servicio doméstico. Sin embargo, su vida dio un giro cuando, según cuenta la tradición, tuvo una revelación en sueños que le ordenaba regresar a su Casamance natal para aliviar el sufrimiento de su pueblo. Tras su inicial resistencia, volvió y, envuelta en un halo de misticismo (se decía que podía provocar la lluvia), se puso al frente de varias revueltas contra la colonización francesa. En concreto, promovió el abandono de los cultivos impuestos por los europeos y la vuelta a los cultivos de supervivencia tradicionales de los diola. Los franceses, que la veían como una amenaza, la detuvieron y la deportaron a Tombuctú, al norte del actual Malí, donde falleció en 1944 con tan solo 24 años.
En la actualidad, Sitoé Diatta, a la que se conoce como la Juana de Arco africana, da su nombre a una residencia de jóvenes estudiantes en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar, a un estadio de Ziguinchor y al barco que cubre la línea entre Casamance y la capital senegalesa. Su figura, a caballo entre una mujer santa y una reina, es reivindicada frecuentemente como una heroína en la lucha contra la colonización, un ejemplo a seguir. Fascinada por la estela de Sitoé Diatta y a partir de una de las pocas imágenes fotográficas que quedan de ella, Yz Yseult también pintó un hermoso retrato de esta mujer valiente. “Una de las características de este trabajo es que, al ser instalado en la calle, es efímero. No suele durar mucho. Al tratarse de papel y con el tiempo, la gente lo arranca. Pero eso también le aporta un sentido, está destinado a no durar toda la vida”.
El trabajo está inconcluso y la investigación de Yz prosigue. Las crónicas de la guerra entre franceses y los fon de Dahomey aseguran que algunas de las mujeres guerreras, una vez domeñado el reino y obligadas a casarse con los colonos, cortaban las cabezas de sus maridos por la noche, cuando estos dormían. En cierto modo, eran inconquistables. Según la artista, “muchas mujeres han luchado por los derechos, la libertad o la independencia de sus pueblos, pero al mismo tiempo no han sido suficientemente reconocidas. Creo que estas historias son importantes para aprender, para seguir avanzando, para ir hacia el futuro”. Y en África no le faltarán ejemplos.
Original en : Blogs de El País. África no es un país