Algunos puntos claves de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el África sub-sahariana

9/05/2016 | Opinión

– El documento muestra cómo es probable que progrese el África subsahariana para el año 2030 a lo largo de la agenda SDG, si continúan las tendencias actuales. Aunque se pueden esperar avances para muchos de los objetivos, los bajos puntos de partida y las desigualdades dentro y entre países producirán que el alcance de los objetivos globales sea particularmente difícil.

– Mientras los objetivos referentes al crecimiento económico y al fortalecimiento de recursos domésticos están afianzados y van a realizar progresos considerables, la mayoría de objetivos –incluyendo la eliminación de la pobreza extrema, la reducción de la mortalidad materna y el acceso a la energía- deben incrementar la velocidad de avance de los ratios actuales por varios múltiplos si se quieren alcanzar los objetivos SDG.

– Un grupo de 5 objetivos es especialmente preocupante ya que están encaminando al áfrica subsahariana en la dirección equivocada. Éstos incluyen reducir la población de los suburbios (slum), reducir los desperdicios, combatir el cambio climático, la conservación marina y reducir las muertes violentas.

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– Todo esto dicho, se ha visto el progreso, y es posible, por todo el continente. Un número de casos de estudio en países seleccionados de la región muestra cómo el progreso en el desarrollo puede ser alcanzado; incluye progreso en el crecimiento y empleo en Etiopía, reducción de la pobreza en Sudáfrica y mejora de la seguridad alimentaria en Ghana, entre otros.

Overseas Development Institute (ODI)

[Traducción, Luis Herrero Alba]

Sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible

La nueva Agenda de Desarrollo Sostenible ha sido consensuada por la comunidad internacional e integra 17 objetivos y 169 metas que abordan los grandes temas que condicionarán el desarrollo sostenible hasta 2030, referidos a aspectos sociales (pobreza, hambre, salud, educación, género y agua), económicos (energía, crecimiento, infraestructuras, desigualdad), ambientales (ciudades, consumo, cambio climático, océanos, medio ambiente) o políticos (paz y justicia y alianzas).

Sin duda los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) constituyen un notable avance respecto a los Objetivos del Milenio que sustituyen. Por primera vez estamos ante un programa internacional que conecta las cuestiones de desarrollo y las ambientales, una de las asignaturas pendientes en la agenda anterior.

Además, es reseñable el carácter de universalidad de los ODS, que pretenden “no dejar a nadie atrás” y que demanda la contribución de todos: países (ricos, emergentes y pobres) y actores (públicos, empresariales, sociales, académicos,…). Por tanto, será necesaria la interconexión de las políticas nacionales e internacionales y la colaboración entre toda la comunidad internacional, teniendo en cuenta que no todos los países tienen el mismo nivel de responsabilidad (ni los mismos recursos) a la hora de abordar los problemas globales.

Por otro lado, la agenda afecta no solo a los países pobres sino también a los de renta media y alta: también a España y al resto de la unión Europea. Además, la entrada de la desigualdad entre los objetivos, que afecta en muchas ocasiones en mayor medida a países de renta media y alta que de renta baja, refuerza el carácter global de la misma.

Pero la nueva agenda también presenta importantes debilidades. Entre ellas destaca su carácter voluntario – al igual que los ODM – y que el enfoque de los derechos humanos ha perdido fuerza respecto a las versiones previas de la agenda.

Los objetivos acordados han sido considerados por algunos expertos como excesivamente amplios, y es cierto que será complejo abordar tantos objetivos interconectados y que no cuentan con una priorización. También destaca la falta de concreción de las metas: aunque existen metas concretas y claras – reducir a menos del 3% los gastos de transacción de las remesas de los migrantes – más del 70% de las metas no contemplan un nivel o plazo concreto para considerarse alcanzadas, por lo que en esos casos más que metas son aspiraciones – potenciar y promover la inclusión social, económica y política. Sin duda, el sistema de indicadores y el mecanismo de seguimiento que se deben definir a partir de ahora resultarán cruciales para convertir los ODS en una verdadera agenda del desarrollo.

Otro tema crítico pendiente de resolver reside en la financiación. Aunque es un aspecto complejo de cuantificar, algunas fuentes como The Economist estiman unos recursos necesarios en torno al 4% del PIB mundial anualmente hasta 2030, y precisamente los gobiernos están siendo poco concretos y ambiciosos a la hora de comprometer recursos financieros, lanzándose propuestas como la innovación, la cooperación Sur-Sur o la financiación privada, que aunque necesarias resultan insuficientes.

Resulta indudable que la materialización de la agenda requiere del compromiso e involucración de todos los gobiernos, que deberían incorporar los ODS en sus políticas y planes y rendir cuentas anualmente sobre el avance nacional y sobre la contribución a las metas globales. En cuanto al resto de actores, se espera mucho de la contribución del sector empresarial y, más que nunca, las organizaciones sociales deberán ser activas en la implementación y el seguimiento de la agenda, buscando las mejores estrategias para aportar de la forma más efectiva posible.

En definitiva, los ODS constituyen una oportunidad para cambiar el rumbo del desarrollo humano sostenible a nivel global, y será una agenda transformadora en la medida en la que los países se comprometan a abordar las causas que originan los problemas de desarrollo y a proponer soluciones que pongan a las personas y al desarrollo sostenible en el centro.

ongawa.jpgFuente: ONGAWA

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