Algunas pistas sobre los rumbos que se van tomando en África, por José Antonio Barra

16/02/2018 | Bitácora africana

El auge de la inversión extranjera es un fenómeno generalizado en todos los países del norte de África. El primer receptor con mucha diferencia es Egipto, seguido por Marruecos. También Libia recibía estos flujos de capital antes de entrar en la situación de guerra en la que entre todos la hemos sumido.

Marruecos, durante los últimos años, está dejando de lado los grandes principios para centrarse en decisiones de carácter práctico y utilitario. Ha ingresado recientemente en la Unión Africana y está pendiente de ser admitido en la CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental). Se está volcando hacia África como actor político, como inversor y también como referencia cultural. Desde el año 2.000 ha abierto sus puertas a la inversión extranjera mediante una ley que ofrece fuertes ventajas fiscales. Los principales inversores somos, por este orden, Francia, España y China, que estamos invirtiendo no sólo en empresas agrarias y textiles, sino también en otras de tecnología media-alta (electrónica, automóviles, aviones,…).

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En Etiopía se están instalando modernas plantas industriales procedentes del extranjero. Se trata de empresas que se “deslocalizan”, es decir, que se trasladan en busca de un lugar donde su estancia resulte cómoda y barata. Y Etiopía se está especializando en recibirlas. La estrella es el polígono industrial de Hawassa, ultramoderno, con unas exigencias de calidad tan altas que incluso pretende no emitir ninguna clase de residuos. Allí se están instalando los chinos, el grupo textil PvH, y quizás muy pronto Inditex (que lleva en su equipo negociador a un sindicalista). No será raro que en el futuro se repitan situaciones como la que se ha dado recientemente en la planta Opel de Figueruelas (Zaragoza), donde la empresa francesa PSA ha impuesto una bajada de salarios a cambio de no llevarse a otro lugar la producción del Corsa.
Etiopía, a partir de presas en sus ríos, produce la energía eléctrica más barata del mundo, y permite que se pague a los obreros unos salarios mínimos. La clave del éxito etíope está en que se ha autoimpuesto a sí misma el neoliberalismo. El resultado son actuaciones verticales, implantaciones de empresas que producen para el exterior conectadas por tren al puerto de Djibouti. Es algo simple, muy alejado de un desarrollo armonioso, siempre complejo, capaz de generar bienestar en todos los ámbitos. Tal vez pueda ser diferente en el renglón de los zapatos, ya que Etiopía es un gran productor de cuero.

Los problemas de África en el siglo XXI van a ser enormes. Su inmensa masa de jóvenes es una fuerza gigantesca que, si se ve acompañada de educación y empleo, cambiará para bien la faz del mundo, pero sin educación y empleo dará lugar a estallidos sociales. La urbanización acelerada va a ser muy difícil de manejar. El sistema económico internacional tiene demasiada letra pequeña que los técnicos y políticos africanos necesitarán conocer a fondo. Será necesario generar incentivos internos que eviten la captación de cerebros desde el mundo rico. Las desigualdades sociales y el cambio climático serán obstáculos enormes, al igual que lo será la deuda externa, de la que ya nadie hablamos y que tanta basura esconde.

Pero África empieza a tener criterio propio. Sus dirigentes están aprendiendo a negociar. Países como Kenia, Costa de Marfil o Ghana han optado por un desarrollo agrario y ganadero que pueda ser motor sostenible del conjunto de la sociedad. En algunas fronteras empieza a ser un hecho la libre circulación de personas. Se está planteando la creación de un espacio aéreo común. Hay un plan conjunto para acabar con todos los conflictos armados del continente, … Hoy África es consciente de todos los potenciales internos que tiene: 1.200 millones de habitantes que serán el doble a mediados de siglo, una riqueza inmensa de materias primas, fuentes de energía, tierras, gente joven, un mercado interno inmenso. Sólo la mina de Simandou, aún sin explotar, en Guinea Conakry, dispone del 40 % de las reservas de hierro del mundo. África es un coloso. Es el continente del siglo XXI.

La que hasta hace unos años era “Organización para la Unidad Africana”, hoy día se llama, sencillamente, “Unión Africana”. Europa, mientras tanto, va a perder a lo largo del siglo XXI cien millones de habitantes.

Autor

  • Licenciado en Historia por la UNED y master en Técnicas Avanzadas de Investigación Histórica, Artística y Geográfica. Asimismo es agricultor ecológico. Está realizando una tesis doctoral en el Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED, España) sobre las epidemias de Ébola en África, a las que investiga desde el punto de vista de la Geografía de la Salud.

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