El álbum del Rey León es un ejemplo de cómo se debe tratar la propiedad intelectual africana
En 2010, el Comité Organizador de la Copa Mundial de la FIFA anunció que el Waka Waka de Shakira había sido seleccionado como himno del torneo. Hubo un gran entusiasmo por el mayor evento deportivo del mundo, más de lo habitual porque se estaba celebrando en el continente africano (en Sudáfrica) por primera vez en la historia. La FIFA probablemente esperaba una canción original para celebrar esta auspiciosa ocasión, pero la creación de Shakira fue todo menos eso.
Waka Waka fue esencialmente una remezcla de la canción Zaminamina de una banda militar camerunesa de los años 80 llamada Zangalewa. El gancho pegadizo y los ritmos melódicos de los tambores son exactamente iguales. El problema, sin embargo, era que la canción de la Copa Mundial sólo se le atribuía a Shakira. Sólo después de las investigaciones de los medios de comunicación y de una protesta pública, Sony Music se puso de acuerdo con Zangalewa y la FIFA le atribuyó el coro a la banda.
Este es un ejemplo particularmente notorio de artistas globales que estafan el arte africano y se atribuyen el mérito de ello, pero hay muchos más. Entre otras cosas, este fenómeno se debe a los desequilibrios de poder en términos de acceso al mercado y poder de los medios de comunicación, así como a las leyes de propiedad intelectual eurocéntricas que no tienen en cuenta la interpretación cultural africana de lo que constituyen derechos de propiedad intelectual.
Recientemente, otro músico occidental de fama mundial se encontró con algún tipo de arte africano que quería utilizar en su propio trabajo, excepto que esta vez la historia tiene un giro positivo.
En julio de 2019, Beyoncé lanzó The Gift, un álbum arraigado en diversos sonidos, estilos sonoros e idiomas africanos. Su lanzamiento coincidió con el lanzamiento del remake en directo de El Rey León. En el álbum, Beyoncé no sigue la tradición de sus predecesores, apropiándose y explotando la creatividad africana. No roba música africana, sino que la exhibe. Además, no se limita a comisariar un disco con sus interpretaciones de sonidos africanos. Ella pone a los artistas africanos en primer plano.
Apropiarse del arte africano
Hay una serie de factores que han permitido a los artistas occidentales “tomar prestado” elementos de la música africana sin tener en cuenta a sus creadores originales.
En primer lugar, los artistas africanos no han mantenido de manera efectiva los derechos de autor de sus obras. Esto no es sólo un acto de negligencia, sino una disparidad en las visiones del mundo. Históricamente, muchas sociedades de África creían en la propiedad colectiva del conocimiento y su transferencia. La mercantilización del conocimiento y la creación es una extensión de ideales eurocéntricos como la propiedad privada, la autoría y lo que la abogada de propiedad intelectual Alpana Roy denomina “individualismo posesivo”. El derecho de autor no es un principio histórico o universal, sino que representa las narrativas dominantes y las exportaciones de las potencias coloniales. La mayoría de los productores creativos africanos se están poniendo al día.
En segundo lugar, algunos países africanos todavía no han firmado protocolos vinculantes a nivel mundial para proteger los derechos de propiedad intelectual, como la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Algunos forman parte de organismos regionales como la Organización Regional Africana de la Propiedad Intelectual y la Organización Africana de la Propiedad Intelectual (OAPI), pero éstos son parroquiales y carecen de la capacidad de hacer cumplir los derechos de autor a nivel mundial.
Son estos vacíos legales los que tal vez permitieron a Michael Jackson usar el hook de Soul Makossa (1972) de Manu Dibango sin crédito en el sencillo principal de su álbum de Thriller (1982): Wanna be Starting Something. Esto le permitió a Missy Elliot tomar los acordes de guitarra de la canción de 1978 Douala by Night, del dúo camerunés J.M Tim & Foty, para hacer su Dog in Heat de 2001. Incluso la canción The Lion Sleeps Tonight, utilizada en el Rey León original en 1995, era un remake de Mbube, una canción del difunto músico sudafricano Solomon Popoli Linda.
Mostrando (algo) de música africana
Beyoncé describe The Gift como una “carta de amor a África”. Dice que incorpora “muchos tambores, cantos, todos estos increíbles nuevos sonidos mezclados… hemos creado nuestro propio género”.
Este análisis ha suscitado merecidamente críticas. Algunos comentaristas sostienen que el álbum no es una representación de la amplitud de la música en el continente, a pesar de que las propias palabras de Beyoncé implican lo contrario. Un error común siempre ha sido tratar a África como un monolito, por lo que es posible que Beyoncé pensara que la inclusión de ciertos sonidos africanos atraería a toda África.
Bueno, no lo es. El grupo keniano Sauti Sol destaca las limitaciones de tratar las subcategorías de géneros africanos como representativas de todo el continente: “Beyoncé estaba haciendo un álbum inspirado en el afrobeat y los kenianos no hacen música afrobeat”, afirmó. “Si quiere un álbum inspirado en Benga, Kenia es el lugar para estar”.
Sin embargo, el álbum es un paisaje sonoro de variada instrumentación africana. Destaca la variedad y diversidad de al menos algunos sonidos africanos y muestra por qué la música africana no puede oscurecerse. El trabajo de los artistas africanos en el álbum no sólo es digno de mención, sino que también es totalmente auténtico y sin concesiones.
Escuchamos al artista nigeriano Wizkid, de la mano con Beyoncé, sirviendo al mundo un himno de Afrobeats en Brown Skin Girl, que se ha convertido rápidamente en una celebración de la melanina, la belleza y la complejidad de los colores. Water, del artista camerunés Salatiel, mezcla Makossa con elementos de Afropop. En Mood 4 Eva, Beyoncé muestra los ricos sonidos Wassoulou de Diaraby Sene, un tema de 1989 del artista maliense Oumou Sangaré (debidamente acreditado).
Se podría afirmar que la proliferación de los servicios globales de streaming ha cambiado la diferencia de poder entre los artistas occidentales y africanos, lo que significa que estos últimos son ahora globalmente visibles por derecho propio. Esto podría significar que se ha vuelto cada vez más difícil para los artistas globales robar las creaciones africanas y hacerlas pasar como propias. Pero la escala en la que Beyoncé involucra y trabaja con artistas africanos en este álbum indica un respeto saludable por las creaciones africanas. Es un estándar al que deben aspirar otras colaboraciones.
Fuente: African Arguments
[Traducción y edición, A. Martínez Pradas]
[Fundación Sur]
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