“…una gentuza de aquí te espero que sin asear y carentes de maneras eran meros criadores de cerdos que apestaban a humo pues ahumaban cochinos y en sus piraguas, robadas a los indios, intentaban asaltar algún navío en busca de lo que fuera…” Esos eran los bucaneros. Un tropel de buscavidas de origen francés que se establecieron en el extremo occidental de La Española, actual Haití donde fundaron una especie de República de los pordioseros a los que el cine y la literatura de purpura y oro vistió cuando lo cierto es que deambulaban en harapos y eran todo necesidad.
La desembocadura del río Níger decanta un vasto delta que da cobijo a facciones armadas que al margen de la ley y el [poco] orden que pueda dictar Abuja, capital de Nigeria, país más poblado de África y también su mayor exportador de crudo, se han hecho fuerte por el derecho de las armas y no contentas con negociar el petróleo que roban, han cogido el gusto al pillaje en la mar. El Golfo de Guinea es un área de océano que da recalada a los puertos que comprenden el arco costero que va desde Liberia a Angola; englobando a productores de petróleo como son la citada Nigeria, Camerún, Gabón o Guinea ecuatorial. Una zona de alta densidad de tráfico marítimo que ha tomado el relevo del Golfo de Adén y sus accesos como el gran foco de la piratería en África. Una porción de océano que con creces supera los dos millones de kilómetros cuadrados y cuyos países, a excepción del gigante nigeriano y Angola, carecen de una infraestructura en forma de armada que pueda vigilar sus aguas territoriales o Zona económica exclusiva. Escenario traducido en debilidad estatal que de manera análoga a lo que aconteciera en Somalia, ha favorecido el brote de incidentes y tentativas de secuestros de buques. El ecosistema compuesto por grandes áreas de océano descontroladas, ausencia de un poder central reconocido y acceso a las armas, suele traducirse en piratería; hace quinientos años y ahora también.
La cepa local del bandidaje marítimo hace que los buques tanque sean el principal objetivo de estas bandas y los intentos de apresamiento se lleven a cabo en la zona costera. El perfil de los piratas ha ido evolucionando hacia bandas bien armadas con cierto perfil político independentista – caso de Nigeria -, dotadas de santuarios en el litoral en forma de bases logísticas con acceso a las últimas tecnologías que les permiten un seguimiento del tráfico de buques online. Todo ello, sin obviar las “discretas” conexiones con intermediarios de chaqué y gomina que curiosamente, por no decir escandalosamente, viven en la city londinense o Dubái. Finalmente y por asociación fácil, pero siempre discutible, están las difusas conexiones de estas facciones con el islamismo.
La cresta de los ataques se produjo en el año 2012 con casi un millar de incidentes reportados y a fecha de hoy se siguen produciendo notificaciones incluso denuncias de armadores por la desaparición de sus buques. ¿Pero cómo se esfuma un mercante? No desaparece; lo cierto es que se apaga pues tan pronto es abordado, los piratas desconectan su señal de posicionamiento satelitario o AIS (Automatic information system) y con ello el buque desaparece de los monitores de seguimiento o de las plataformas abiertas tipo Localizatodo o Marine-traffic. El modus operandi de la piratería del Golfo guineano es apresar petroleros para robar la totalidad de su carga o parte de esta y revenderla en mercados paralelos o transbordarla a un segundo tanque registrado dios sabe dónde.
Otra de las explicaciones del fenómeno hay que buscarla en el [complejo] conflicto latente que sufre la zona del Delta del Níger y que desde los noventa enfrenta a las multinacionales del petróleo, el gobierno de Nigeria – plegado a los intereses de las denominadas Siete hermanas o gigantes del petróleo off shore – y facciones locales atomizadas en el Movimiento para la independencia del delta del Níger. Desembocadura esta última que flota sobre un mar de petróleo y cuyos derechos de explotación explican la raíz del conflicto. Huele a corrupción mayúscula; Africa es corrupción en esencia pura.
Holanda y la Shell tienen mucho que contar en este problema. Ámsterdam es ejemplar en su casa pero allende de sus fronteras no. Los atentados ecológicos de sus flotas pesqueras o el deterioro medioambiental del curso final del río Níger, eje vital de los nigerianos que viven de la pesca artesanal, a causa de los vertidos descontrolados de la industria petrolífera, avivaron el conflicto zonal y quizás lo catalizaron hacia los actos de piratería de estas bandas armadas que se enfrentan al gobierno y a las multinacionales secuestrando occidentales demás de los ya mencionados buques tanque. Panorama, al que es fácil añadir las siempre hipotéticas conexiones con el integrismo que, por otra parte, es creciente en algunas zonas del norte de Nigeria; recordemos que la mitad de la población del populoso estado africano es devota de la fe coránica.
De cualquier manera, el escenario ha tomado el relevo de las aguas somalíes como gran teatro de la piratería en Africa y, de manera similar a lo sucedido en el Golfo de Adén, la preocupación entre los armadores, la Organización marítima internacional y la propia comunidad internacional, de la mano del influyente lobby petrolífero, han provocado el despliegue de una coalición de armadas de varias naciones para asegurar la libre navegación en tan delicada zona.
Siempre habrá piratería pues es esta tan antigua como el hombre y sus deseos por lo ajeno; siendo los litorales africanos, a menudo anónimos y ausentes de vigilancia, los que favorecen el acto del pillaje en la mar.
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