“Africano negro” puede ser un oxímoron

21/03/2023 | Opinión


Para muchos africanos inmigrantes en los Estados Unidos, ser visto como negro no equivale necesariamente a verse a sí mismo como negro.

Soy negra, pero mis padres no lo son. No soy adoptada. De hecho soy hija de inmigrantes del continente conocido por la “negrura máxima”. Después de emigrar de Ghana a los EE. UU., mis padres se convirtieron en ciudadanos, criaron hijos y pasaron más de 70 años combinados navegando por los sistemas sociales y políticos estadounidenses. Escuché historias y fui testigo de momentos en que estos sistemas identificaban y castigaban su percibida negrura. Asumí que, incluso si inicialmente se resistían, no tenían más remedio que aceptar esta identidad.

africano_negro_camino_carretera_encrucijada_cc0.jpgAntes de que mis padres se jubilaran y regresaran a Ghana hace poco más de un año, les pregunté sobre su identificación racial para aclarar mi corazonada. A pesar de haber vivido tanto tiempo en esta sociedad, cambiaron mis suposiciones. Me aseguraron que eran ghaneses, africanos y ahora afroamericanos, pero no negros. No realmente.

No me sorprendió por completo su renuencia a reclamar este marcador racial; advertencias de no volverse «demasiado americanizados» abundan en los hogares de los inmigrantes africanos debido en gran parte a la relación de Estados Unidos con la América Negra. Pero la idea de que los africanos, cuyo continente es el hogar conceptual de la negritud, pudieran rechazarla por completo parecía extraña. Encontré desconcertante que los Africanos que habían pasado décadas en un lugar donde sin duda eran vistos y tratados como negros pudieran simultáneamente refutar la identidad. Además, fue peculiar para mí que personas que habían vivido momentos cruciales que pusieron en primer plano las identificaciones Negras y Africanas — entre ellas los asesinatos de Rodney King y Amadou Diallo, la elección del presidente Barack Obama y el movimiento Black Lives Matter– podrían no sentirse negros como yo me sentía. Me preguntaba, ¿dónde está la línea para los cientos de miles de inmigrantes ghaneses en los EE. UU entre ser percibido como Negro y verse a uno mismo como Negro?

Entonces, en una especie de estructurada investigación cualitativa pregunté a mí alrededor. Hablé con otros ghaneses como mis padres que llegaron a los EE. UU. entre 1960 y 1990 y que habían vivido en el área de Washington, DC (también conocida como «Ciudad Chocolate», un lugar principal de aterrizaje para los ghaneses) durante al menos tres décadas.

Estas conversaciones (entrevistas piloto para lo que espero que sea un eventual estudio a gran escala) revelaron tres temas emergentes: (1) los inmigrantes ghaneses de larga data reconocen que son vistos como negros en los EE. UU., (2) se sienten percibidos como Negro “otro” y (3) a menudo, en consecuencia, mantienen un distinto si mismo cultural no racializado.

Las conexiones de entrevistados con la negritud difería, desde el abrazo (un participante compartió que era «100% por ciento Negro») hasta la renuente aceptación contextual («Ese es un identificador en los EE. UU., por lo que ni siquiera es mi elección»). Incluso cuando se aceptaba la negritud como parte de la identidad personal, los entrevistados demostraban un reconocimiento constante —por sí mismos y por otros, a menudo afroamericanos— de que eran un distinto “tipo” de Negro: el acentuado tipo que regresa a casa que siempre es más Ghanés que Negro. Esto fue evidente en sus patrones de migración circular y esperanzas de permanente repatriación, esfuerzos para asegurar que su claramente hogar cultural africano permaneciera también siendo uno físico. A pesar de pasar la mayor parte de sus vidas en los EE. UU., estos entrevistados se veían íntimamente arraigados a una identidad ghanesa de una manera que la negritud racial no está por encima.

Los descubrimientos de estas conversaciones se alineaban con la literatura existente que indica que los inmigrantes africanos se adaptan, negocian y frecuentemente se resisten a la racialización negra en los EE. UU. Fluida y dependiente del contexto, la negritud para el «Africano Negro» no siempre se mantiene.

Dado que la raza sigue estando en primera línea de los discursos públicos transnacionales, las narrativas del inmigrante ghanés de prolongada estancia en los EE. UU. señalan los problemas de categorías raciales normativas. Hay implicaciones de bandera roja para el censo de EE. UU., un espacio de datos donde un número sin precedentes de estadounidenses se identificaba como «alguna otra raza» en el censo de 2020. Muchos inmigrantes, incluidos extranjeros afrodescendientes que no se identifican con las categorías raciales establecidas, se autoseleccionan en este grupo, que “no produce los datos necesarios para abordar las desigualdades raciales”.

Tales narrativas, sin embargo, revelan la fragilidad de una diaspórica identidad racializada. Organizaciones y plataformas sociales que animan su activismo en torno a los afrodescendientes a menudo aprovechan la negritud como una fuerza unificadora transnacional y transétnica. Las narrativas que sugieren que los inmigrantes africanos tienen encontrados sentimientos hacia la negritud, a pesar de que ha sido una parte de su (asignada) identidad durante décadas, apuntan a una potencial línea de falla en los esfuerzos sociales y culturales para unificar a afrodescendientes.

Para aquellos (incluida yo misma) que ven potencial en los proyectos racializados de solidaridad, las historias de los inmigrantes ghaneses de larga estancia en los EE. UU. destacan una realidad un poco incómoda: ser visto como Negro no equivale necesariamente a verse a sí mismo como Negro. La ambivalente negritud crea una base débil para los esfuerzos intergeneracionales inclusivos para conectar y animar a la diáspora.

Selorm Quist

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Es una entusiasta de la diáspora y graduada de la Nueva Escuela que prospera en la intersección de la educación, la raza y las relaciones internacionales. Enfoca su actividad en la investigación del racismo, la diversidad y la diáspora africana. Como hija de emigrantes ha experimentado de primera mano las recompensas y los desafíos de las sociedades e identidades pluralistas.

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