El año 2025 se presenta con el rostro de la esperanza. Es la virtud teologal escogida por el papa Francisco para orientar el Jubileo ordinario de la Iglesia católica que se celebra cada 25 años. La Bula que lo proclama es una palabra de ánimo, un impulso de optimismo para ayudarnos a ver la frágil realidad del mundo con expectativas de un futuro mejor. “La esperanza -nos dice Francisco-, citando a San Pablo en su carta a los cristianos de Roma, no defrauda”.
La larga Bula del papa para convocar el Jubileo 2025 no es una mirada complaciente hacia lo que pasa en el mundo. Nadie está mejor informado que el Papa para conocerla. El dolor del mundo es inmenso. Su curación necesita tiempo. La naturaleza tiene sus ritmos. Madura con el tiempo. La paciencia es el primer fruto de la esperanza. Ella nos ayuda a observar la realidad desde una perspectiva humana y bondadosa. No se la gana a base de fuerza.
Hacer un diagnóstico de la realidad mundial es relativamente fácil. Basta con abrir los ojos. Otra cosa es cambiarla. Por ello, el Papa pide “poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia”. El Papa Francisco nos ofrece un programa de acción, válido para creyentes y no creyentes. Hacer el bien no es privilegio de ninguna religión. Tender puentes entre los humanos, ofrecer una mano solidaria al necesitado, trabajar por la paz, buscar el bien común tiene sentido. Concretamente y sobre todo, Francisco orienta nuestra mirada hacia los más necesitados: los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos, los pobres de este mundo. Con ellos caminamos hacia un mismo destino.
Aunque sin parangón con el acontecimiento del Año Santo, el año 2025 será un año de recuerdo del Cardenal Lavigerie, fundador de la Sociedad de los Padres Blancos y de la Congregación de las Hermanas Blancas, cuyo nacimiento tuvo lugar en Bayona (Francia) hace 200 años. Lavigerie fue un hombre providencial para el anuncio del Evangelio en áreas desconocidas de África y de la lucha contra la infame y persistente realidad de la trata en aquella época.
Agustín Arteche Gorostegui
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