El título de este número de Africana ”Botsuana, la excepción africana” no trata de camuflar los defectos de este país, interesante en muchos aspectos, pero necesitado, como muchos otros, de reformas sanadoras. Solo se pretende subrayar su particularidad en sus aspectos más positivos, que son muchos.
Botsuana se distingue de otros países africanos por el buen estado de su economía. Cuando, en 1966, se independizó del Reino Unido, Botsuana era un país pobre, desértico en la mayor parte de su territorio; un país sin gran porvenir. Sin embargo, en 2016, cincuenta años más tarde, Botsuana se convirtió en uno de los países más prósperos del mundo, con una renta per cápita de 16.947 dólares, debido principalmente a sus exportaciones de diamantes. Botsuana es, después de Rusia, el segundo mayor exportador de esta piedra preciosa, aunque tampoco es desdeñable su producción en oro, uranio, cobre e, incluso, petróleo. Uno de los aciertos en materia económica de Botsuana fue el haber sabido diversificar sus fuentes de ingresos, favoreciendo también otros sectores, como la ganadería y el turismo. No hay que olvidar que Botsuana posee uno de los más ricos santuarios de vida salvaje del planeta, una flora y una fauna exuberantes, un río, el Okavango, de 1.000 kilómetros de longitud que desemboca en el desierto de Kalahari, creando un bello delta en su término. Gracias a estas políticas diversificadas, de diamantes, turismo y carne, Botsuana se ha convertido en uno de los principales exportadores de ganado y de carne de África austral.
Para las Naciones Unidas, Botsuana es “uno de los verdaderos éxitos del desarrollo económico y humano de África”. Greg Mills, de la Fundación Brenthurst, un grupo independiente sudafricano de investigación económica, afirma que la transformación de Botsuana es “el resultado de una visión a largo plazo, estabilidad política y gobiernos prudentes”.
Botsuana pasa con holgura el examen de un país con una gobernanza aceptable. Pero, no todo es perfecto. El autor del informe, el padre Juan Manuel Pérez Charlín, nos advierte, con buen criterio, que se oyen voces de descontento hacia las políticas de autoritarismo del Gobierno y costumbres de nepotismo, discriminaciones y exclusiones que van contra la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. Una política basada únicamente en criterios económicos lleva a olvidar, como ya ocurrió y está ocurriendo con los bosquimanos, los derechos más fundamentales de las personas y de los pueblos. Botsuana es la excepción africana, pero mejorable, según parece.
Agustín Arteche Gorostegui
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