El presente número de “Africana” está dedicado a las Hermanas Misioneras de Ntra. Sra. de África (Hermanas Blancas) con motivo del 150 aniversario de su nacimiento. Una de las intuiciones del Cardenal Lavigerie, nuestro fundador común, fue la de entender que la evangelización de la mujer africana requería la presencia de “mujeres apóstoles de otras mujeres”; un principio algo menos exigente el día de hoy, pero requerido absolutamente en otras épocas por motivos culturales y religiosos.
Agradecemos a las Misioneras de África el presente informe, que ofrece un abanico precioso de testimonios sobre lo que han hecho y hacen todavía en muchos y variados contextos: el diálogo con los musulmanes, la atención a los niños, los pobres, los enfermos, los discapacitados y los refugiados; el trabajo en parroquias, compartiendo el pan de la palabra y anunciando la Buena Nueva del Evangelio, el acompañamiento de matrimonios cristianos o la participación en cursos de formación de catequistas, en la ciudad y en el mundo rural. Las encontramos también en España, algunas de ellas retiradas ya del trabajo por motivos de salud o de la edad, pero involucradas en la protección de los derechos de los inmigrantes y en la salvaguarda de la naturaleza.
Aunque no siempre valorada en su debida dimensión, la actividad de las misioneras de Ntra. Sra. de África ha sido determinante en el progreso de la mujer africana hacia su liberación humana, religiosa, social y política. Cabe poner como símbolo de su colaboración en este terreno, su participación en el nacimiento de 22 Congregaciones religiosas femeninas, que, a su vez, han servido y sirven de inspiración en la lucha en favor de la dignidad de la mujer africana, en oposición, además, a algunas costumbres aberrantes como la ablación genital femenina, la exclusión social de personas mayores, acusadas de brujería y el matrimonio forzado de niñas apenas salidas de la pubertad. Ellas han sido, al mismo tiempo, a través de su sistema de educación, un factor decisivo en favor del reconocimiento de la mujer en su dignidad de madres y esposas, así como de su empoderamiento en los diferentes sectores de la vida social y política.
Podríamos decir que la tarea acaba de comenzar, pues queda todavía mucho que hacer para que la mujer encuentre el sitio que le corresponde en la Iglesia y en la sociedad africana. Sin ellas y sin respeto a su dignidad y derechos no habrá salvación para los africanos.
Agustín Arteche Gorostegui
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