África y la lógica de los golpes de fuerzas

3/07/2009 | Opinión

Es un tema que sería interesante que fuera programado para los exámenes importantes y oposiciones de los estudiantes africanos y así recoger sus puntos de vista. En efecto, es en África donde se puede enumerar los modelos más variados y elaborados de golpes de fuerza o golpes de Estado. Veamos algunos perfiles:

El modelo más antiguo es el de la instauración del partido único o partido de Estado, con un “guía iluminado” (¿por quién?) a la cabeza, investido de una misión divina para modelar una nación de la que es encarnación perfecta y exclusiva; este guía dispone de toda la vida para cumplir esta augusta misión, por lo que no ha lugar hablar de alternancia, dado que este concepto no es más que un simple error de copia de la constitución de la ex-potencia colonial. Este modelo de golpe de fuerza, que caracterizó a la mayoría de los primeros regímenes después de las independencias, no está desgastado e incluso tiende a renovarse bajo formas mejoradas.

Está el modelo del “libertador” vestido de kaki, que viene a poner fin a una dictadura, de la que él mismo es uno de los pilares; es el caso de los militares llegados al poder en los años 70 y más tarde. La situación que habrían heredado era tal que el deber les imponía no abandonar al pueblo en su desesperación. Para ello necesitan instituciones hechas a su medida, como los uniformes y la graduación en el ejército, y recurrir al pueblo para legitimarse. Con la bayoneta en la mano, indican a los electores los boletines ganadores, tras lo cual se instalan lo más confortablemente posible en su sillón de nuevo dueño del país, con la única intención de no abandonarlo jamás, salvo por la fuerza.

Luego, llegó la democratización con sus oleadas de puesta en cuestión del pasado y el raudal de pretendientes desvergonzados que osan soñar también con ocupar el sillón. ¿Qué hacer? La solución es conocida desde hace generaciones entre los jugadores de cartas: ¡hacer trampas!, sabiendo sin embargo que al final de la partida se producirán las tradicionales broncas a mano armada con los perdedores descontentos. Por lo tanto, basta con haber preparado bien tanto las trampas como cuanto pueda suceder después para garantizarse permanecer en el sillón real. Este es el tipo de golpe de fuerza más practicado desde el decenio 90 en África.

Solamente que la dialéctica histórica, que quiere siempre poner algunos frenos, y los pensadores políticos han iniciado la impulsión de la limitación constitucional de los mandatos. Ello sin contar con la fuerza de la megalomanía de ciertas elites africanas. ¿Por qué el “guía iluminado”, el hombre “providencial” gracias al cual existe el país, debería apartarse por esa cláusula? ¿No es voluntad del pueble que permanezca y sigua permaneciendo hasta que no haya terminado de construir la nación? Dios creó la tierra en 6 días y descansó el séptimo; por lo tanto, limitar a dos mandatos es como si el proceso de creación del país se interrumpiera. Por eso, el “guía iluminado” puede, como Dios, alcanzar 6 mandatos si lo desea, antes de dejar su lugar a otro, ¡de su bendita familia!. La Constitución no es la Biblia ni el Corán, dicen sus partidarios…

Hay un relente a “tributo” que el pueblo debe pagar por cada una de las realizaciones del “guía iluminado” que justifica la actitud de estos potentados africanos: “héroe de la independencia”, “libertador de la dictadura”, “padre fundador del gran partido aglutinante del Estado!”, todos ellos se conceden el derecho de exigir un reconocimiento perpetuo del pueblo, que debería resignarse a dejar en sus manos el poder vitalicio. No se plantea la cuestión como “¿para qué sirve un jefe de Estado”?, para ver si las “realizaciones” proclamadas son tan excepcionales como para constituir una razón para retorcer la regla central de la alternancia.

Hay, por fin, una razón recurrente justificativa del golpe de fuerza permanente: la estabilidad. En efecto, ¡ved qué tranquilo está el país gracias a los esfuerzos del “guía iluminado”! ¡No hay opositores agitadores (sólo figurantes, otros, comprados, asesinados encarcelado o en exilio), no hay huelgas salvajes, sí muchas fiestas y aniversarios, los de la familia “bendecida” del guía, a los que se invita a los ciudadanos y en las que se distribuye toda especie de regalos a la medida de la generosidad del guía, del “padre de la nación! Los buenos de súbditos reciben algunas promociones, infraestructuras para sus aldeas, cuentas bancarias generosas, etc. Algo que no sería posible si el Estado funcionara normalmente según el modelo estándar inicial de la república.

Por otra parte, la riqueza y la opulencia atraen necesariamente la envidia y la codicia. Entonces, ¿por qué tal familia se arrogaría el derecho de gozar de ellas casi exclusivamente? Como no se habla de alternancia sino que se cuchichea más bien la sucesión, como en una dinastía, el único medio de “ser califa en lugar del califa” es derrocarlo por todos los medios. Felizmente los buitres son numerosos a rondar el cielo africano; estos buitres son los intereses extranjeros a la búsqueda de minerales y de nuevos mercados. Para comer cadáveres hay que fabricarlos, de ahí la multiplicación de los fenómenos de rebeliones armadas en África. Sobretodo, no hacerse preguntas sobre la fuentes de financiación de las armas ni sobre las consecuencias de los conflictos armados, sino mirar de frente las injusticias, las insolencias y la arrogancia del potentado que hay que eliminar. Las consecuencias de la lucha armada forman parte del precio a pagar para alcanzar el único objetivo: el poder…

Finalmente, todas estas fórmulas de golpes de fuerza no bastan; la última y definitiva, que desafía todos los dispositivos de seguridad, los sacrificios místicos y el manoseo de los textos y de las elecciones, es la muerte. La muerte, que es el pretil más intransigente ante la idiotez humana. Nadie, ni siquiera los “guías iluminados” más poderosos, puede prever su llegada. A la vista de las edades avanzadas y de los estados físicos de nuestros dirigentes africanos actuales, la muerte agita su arpón imprevisible para realizar, llegado el momento, su golpe de fuerza y sin apelación. Ello empieza a preocupar incluso a los padrinos rejuvenecidos de las potencias occidentales, ya que las probabilidades de este golpe de fuerza de características inasibles están muy concretadas en África.

África conoce también los más bellos ejemplos de resistencia a la locura del poder y a los golpes de fuerza, como los casos de Mauritania y Níger. Si bien en otros lugares la confusión total de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) en la máquina del partido dominante y entre las manos de un clan todopoderoso ha permitido la realización sin obstáculos de golpes de fuerza internos, las elites de estos dos países citados nos vienen a demostrar que en África no sólo hay mediocres y cobardes inconscientes. En efecto, en los países en los que los putchistas no lo tienen fácil en estos momentos, se observa que hay una clase política responsable, muy apegada a los fundamentos de la república y a la alternancia. A veces, como en Guinea Conakry y Costa de Marfil, una sociedad muy audaz se ha impuesto para compensar las torpezas de una clase política corrompida. Cuando ninguno de esos factores ha podido ser accionado, como en África Central, los golpistas circulan en las avenidas abiertas por la dimisión de las elites del país. Sean los que sean los resultados de esas resistencias en curso, habrán hecho comprender a la opinión pública internacional y a los golpistas especialmente que todavía hay dignidad en algunos pueblos africanos.

Aunque las fórmulas de los golpes de fuerza sigan multiplicándose en el futuro, a causa de una recomposición inevitable del paisaje político africano y de los negocios, no es nada seguro que los golpes de fuerza culminen tan fácilmente en todos los sitios. Disponer de fuerzas armadas y hacerse con el control del palacio presidencial no les bastarán siempre a los candidatos golpistas para imponerse a la soberanía popular, y menos todavía la organización bajo manga de algunas manifestaciones de apoyo de fachada.

Enoch DJONDANG

(Publicado en TchadForum, el 02 de julio de 2009.

Traducido por Ramón Arozarena, para Fundación Sur.

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