África y el Islam, por Afribuku

17/12/2015 | Bitácora africana

Autor Javier Mantecón

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En este último año han corrido ríos de tinta acerca del Islam. La apreciación del mundo cristiano, budista e hindú de que la religión de Mahoma supone una amenaza global para la seguridad de los ciudadanos de todos los países ha creado una paranoia alimentada por los ataques yihadistas y la ignorancia de su origen. Centrándonos en la zona geográfica que nos ocupa hablamos de una cifra de musulmanes africanos que varía según la fuente aunque la mayoría se ponen de acuerdo en un porcentaje de alrededor del 49% de la población total. Este dígito aproximativo nos establece pues que en África viven cerca de 500 millones de creyentes que profesan la religión de Mahoma.

La expansión del Islam africano cuenta con una historia basada en conquistas y comercio. El Islam nace en Arabia, en el siglo VII. Mahoma funda una nueva religión monoteísta basada en cinco pilares que todo musulmán deberá cumplir: la fe en un dios único, la oración, el ayuno, la limosna y la peregrinación a la Meca una vez en la vida.

Estos cinco preceptos básicos viajaron desde Indonesia hasta Marruecos en lo que se ha denominado la expansión religiosa y social más rápida de la Historia. En menos de un siglo el Islam se introdujo en sociedades ajenas continuando la tradición abrahámica y cristiana con una celeridad inusitada. África no fue una excepción.

Aunque el continente africano ya había recibido la influencia del judaísmo y del cristianismo en siglos anteriores, el impacto recibido por el Islam fue mucho mayor. El cristianismo había penetrado en el norte de África junto a la presencia romana y en Etiopía paralelamente a partir del siglo IV pero la huella que el Islam imprimió en el norte y el este del continente fue mucho más profunda a nivel social. Aunque hubo reticencias en un principio entre ciertas tribus, la adaptabilidad del Islam suní y su sincretismo con el animismo en poblaciones asiáticas, facilitó la entrada a través de su naturaleza mística.

Haremos un breve y necesario inciso terminológico para acabar con la confusión entre conceptos que manejaremos en este texto.

Árabe: individuo perteneciente a la tribu árabe oriunda de la actual Arabia Saudí.

Musulmán: individuo que profesa el Islam como religión. Su origen puede ser árabe, aunque son una minoría. Bereberes, persas, turcos, indonesios, pakistanís, suajilis, tuaregs o mandingas son musulmanes pero no árabes.

Islamista: extremista religioso musulmán que aboga por la implantación de la sharia, ley coránica de carácter conservador. Sólo un pequeño grupo de musulmanes se consideran islamistas.

Una vez asimilados estos términos básicos, continuamos describiendo el contexto de expansión musulmana en el continente: los dos sectores principales de introducción del Islam en África fueron a través del norte y el sudeste. El corredor del Mediterráneo y las antiguas rutas comerciales que conectaban Indonesia con la costa mozambiqueña permitieron que el islam avanzara rápidamente en dichas zonas. El norte, tenía un poso cristiano aunque poco estructurado. El arrianismo, los coptos y el catolicismo se instauraban en pequeños reinos en los que la debilidad institucional no fijaba los preceptos cristianos como lo hacía en Europa la ciudad de Roma. La conquista musulmana se produce rápidamente gracias a una organización interna sólida que arrolla rápidamente con los opositores políticos y religiosos. La umma suní era clara y sin fisuras, una estructura a la que cualquier oportunista y aspirante a aristócrata podía sumarse fácilmente. El resultado fue una expansión tan rápida que desde el 622 al 711, todo el norte de África, hasta la Península Ibérica, se sometía al Califato Omeya.

Por su parte el este del continente recibió la influencia musulmana a través del comercio, como haría el Sahel. A partir del siglo IX, los mercaderes yemeníes y omaníes comenzaron a establecer emporios a lo largo de la costa que fueron asentándose poco a poco e introduciendo las costumbres musulmanas con ellos. Amplificando esta influencia en el siglo XI nace el sultanato de Kilwa en la actual Tanzania y de origen persa que controlaría un territorio que se extendería desde Mogadiscio hasta Mozambique en lo que era conocida como la costa suajili. Este sultanato fijó la influencia musulmana en toda la costa como ha llegado a nuestros días, incluyendo las islas cercanas como Comoras, el norte de Madagascar y Zanzíbar que se erigió en el sultanato más poderoso de la zona, una vez dividido el sultanato Kilwa en un abanico de “reinos taifas” que los portugueses se encargaron de desmantelar a partir del siglo XV.

La permeabilidad paulatina del Islam hacia el interior del continente se encontró con un problema mayor: la naturaleza. Primeramente la tecnología marítima de la época no era lo suficientemente avanzada. Aunque el conocimiento astronómico retomado a partir de la ciencia bizantina fuera extraordinario, las naves construidas no poseían una estructura suficientemente fuerte para enfrentarse a las corrientes atlánticas. Toda la costa occidental de África quedó “protegida” de la influencia extranjera debido a la dificultad de la navegabilidad de sus costas. Además no debemos olvidar que la expansión musulmana se efectuó en su mayoría por tierra o aguas cálidas. El Océano Atlántico era un enemigo muy difícil de batir. Por otro lado, la introducción del Islam desde el este hacia el centro del continente se topó con la selva y la baja densidad poblacional de estas zonas. No merecía la pena penetrar en África central para islamizar a un puñado de “salvajes” con los que ni siquiera comerciaban. Si a esto le añadimos que los productos que los mercaderes buscaban se encontraban cerca de la costa (especies, marfil, esclavos) su desinterés tierra dentro estaba más que justificada.

Continuando este concepto podemos afirmar que la islamización del Sahel se realizó en un inicio, por razones puramente comerciales. Atravesar el Sáhara es tremendamente difícil pero los pingües beneficios que esperaban a los mercaderes al otro lado del gran desierto merecían bien la pena. El riesgo por otro lado se minimizaba ya que estas rutas comerciales existían desde hace siglos y eran nutridas por las poblaciones beduinas (bereberes, tuaregs, sudaneses) que fueron las autopistas del Islam hacia el sur buscando productos como la sal, el oro, el marfil y los esclavos. Así pues, la religión de Mahoma impacta de sobremanera en todo el Sahel, aunque se diluye cuanto más nos desplazamos hacia el sur. ¿la razón? Una vez más, la hostilidad natural de la selva tropical, a la que debemos sumar la mayor estructuración política y militar de culturas como la Ashanti, Benín, la Yoruba, el imperio de Ghana o la Etiopía cristiana. La presencia cada vez más estabilizada de los comerciantes musulmanes del norte propagaron el Islam en toda la franja saheliana a partir del siglo XI y que continúa hasta nuestros días.

La expansión cristiana en el continente fue mucho más tardía y una vez más siguió la lógica colonizadora comercial. Los mejores navíos permitieron a portugueses primero y posteriormente holandeses y alemanes, establecer emporios en las costas que aunque en un principio apenas se relacionaban con su entorno, fueron estableciéndose como bases militares y religiosas que influenciarían a las poblaciones de los alrededores.

Durante los siglos XIX y XX el Islam jugó un papel fundamental en diferentes regiones del continente. El Sahel y más concretamente los alrededores del lago de Chad, fueron el testigo de numerosas yihads internas entre diferentes sultanatos y externas con el enemigo colonialista. La creación de Boko Haram y la desestabilidad actual de la zona están directamente relacionada con este periodo concreto de atomización del territorio. El sultanato de Zanzíbar fue por su parte uno de los centros comerciales y políticos más importantes de toda África durante este periodo hasta su fusión con Tanganika en lo que hoy llamamos Tanzania, un estado plurirreligioso y parlamentario.

Los años de las independencias en su mayoría dejaron las confesiones religiosas de lado a la hora de construir los estados modernos a modelo de sus metrópolis. Únicamente Sudán, Mauritania y Etiopía ligaron sus poderes políticos a los religiosos a mediados del siglo XX bajo la bandera del Islam y el cristianismo. El laicismo se estableció como el principio de igualdad y tolerancia religiosa, cuya práctica gubernamental era necesaria principalmente en los nuevos países en los que su población se encontraba dividida. El panafricanismo de Kwame Nkrumah promulgaba la unidad africana y la vuelta a los valores tradicionales junto a la modernización democrática, dejando de lado las religiones colonialistas. Los estados modernos africanos, en su inmensa mayoría implantaron educaciones públicas laicas y toleraron la incidencia paulatina de los diferentes centros religiosos en la población más humilde.

Es en este caldo de cultivo, en el de la debilidad institucional, en el que los extremismos religiosos se han ido abriendo paso. Éstos llenan un espacio moral vacío en la sociedad que ya no tiene referentes ideológicos una vez disipado el espejismo panafricanista. La facilidad que supone la manipulación a través de la religión para conseguir otros objetivos ha creado una excusa perfecta para infinidad de grupúsculos musulmanes (y cristianos) que sólo responden a líderes locales independientes. Así hemos podido comprobar esta última semana como Gambia a través de su polémico presidente Yahya Jammeh se ha declarado una república islámica, intentando responder a la influencia global Occidente con conservadurismo y mano dura. El vacío ideológico de un futuro mejor, infectado por las fáciles y sencillas respuestas religiosas. No sería una sorpresa comprobar que África se radicalice en ambos sentidos en un futuro.

Si hacemos una radiografía del Islam en África en la actualidad podemos dividirlo en tres grupos mayoritarios derivados del sunismo: el Shafi´í, prevaleciente en el este, el Malikí, en el norte y el Sahel y el Hanafí, mayoritario en Egipto. Estas diferentes maneras de interpretar jurisprudencia musulmana suní establecen ciertas diferencias aunque no dogmáticas. La religión mahometana se practica en su mayoría de manera moderada y abierta, sobre todo en las grandes urbes en donde la modernidad y el Islam van de la mano a través del respeto a la ciudadanía. El Islam suní controla África aunque al mismo tiempo ha visto formarse ciertos grupos de ideologías menos ortodoxas dentro de su seno. Los dos más populares son el sufismo y el salafismo.

El sufismo, que es una rama mística del Islam tanto suní como chií, centra los esfuerzos del acercamiento a Dios a través de la emoción, la meditación y el arte. Esta práctica, plagada de ritos, es especialmente popular en África Occidental, en el que el Islam, al igual que el cristianismo, se ha sincretizado con los ritos tradicionales existentes en cada territorio. En Senegal los muridíes forman una parte muy importante de la población total del país, su capital sagrada es Tuba, su expresidente Abdoulaye Wade es miembro profeso de esta rama y el grupo Baye Fall, comúnmente confundido con el rastafarismo, atrae cada vez a jóvenes con su laxidad heterodoxa. En el resto de África Occidental el sufismo se integra en la sociedad de una manera muy tradicional, en la que marabús y guías espirituales adoctrinan a sus seguidores, alejándoles de las ramas más místicas de Medio Oriente. La rama más popular del sufismo en el continente es la Tijani que nace en el norte de África y se extiende a través de toda África Occidental, ganando cada año más adeptos sobre todo ante jóvenes urbanitas abiertos de mente. El sufismo practica la convivencia y la moderación, siendo una de las cepas más tolerantes del islam.

En el extremo opuesto del sufismo se encuentra el salafismo. Esta rama suní del Islam está presente en África prominentemente en el norte del continente y en el norte de Nigeria. Este grupo, conectado ideológicamente con el wahabismo saudí, promulga una visión del islam ultraconservadora rechazando la transmisión de la doctrina musulmana tradicional para basarse en el fundamentalismo como medio y fin de su ideología. Su interpretación del Corán es la más dura e inflexible utilizando en ocasiones la yihad como instrumento para alcanzar sus objetivos. A este grupo pertenecen también las organizaciones independientes y terroristas como Boko Haram, Al-Shabab, AQMI (Al Qaeda por el Magreb Islámico) o Ansar Dine presentes en Somalia y en el Sahel aunque con ligeras diferencias ideológicas y distintos apoyos internacionales pero que apenas cuentan con el amparo de la población local. Sus actividades están más relacionadas con el bandidaje y el tráfico ilegal que con verdaderos motivos religiosos. Una minoría con una atención mediática que aprovecha para amplificar sus fines y que al mismo destruye la reputación de los musulmanes en el mundo entero.

El futuro del Islam en África es sin duda el crecimiento. Las políticas de planificación familiar no poseen el impacto necesario en la mayoría de los países musulmanes del continente en los que el SIDA-VIH también ha tenido menos incidencia. La demografía musulmana aumenta cada año aunque el número anual de convertidos al cristianismo también lo hace. El futuro religioso del continente parece polarizarse entre dos tendencias enfrentadas, dejando en la cuneta una amalgama de tradiciones rituales diversa, influyente y sin duda entre las más ancestrales y ricas del planeta. Las religiones monoteístas toman impulso pero lo hacen en muchos casos como contraposición a la facción de enfrente y desde la ignorancia del supuesto enemigo. África, una vez más, entra desgraciadamente poco a poco en la órbita de tendencias ideológicas globales en la que todo es blanco o negro. Esperemos que el sentido común y convivencia que ha existido y existe en la mayor parte del continente sea el modelo a seguir y no el del odio y la ignorancia. El Islam se practica como una religión de paz todos los días por millones de fieles. Que un puñado de salvajes utilice la bandera musulmana como justificación del tráfico de esclavos, armas y drogas y como poder de seducción entre jóvenes y políticos no puede ni debe estigmatizar a millones de musulmanes, que no islamistas, que profesan sus creencias con el máximo respeto al prójimo.

Original en : Afribuku

Autor

  • afribuku

    Afribuku pretende hacer descubrir y reflexionar sobre manifestaciones culturales africanas contemporáneas de interés, divulgándolas a través de esta página y de las redes sociales. En África existen numerosas propuestas artísticas de excelente calidad que permanecen ocultas a los ojos del mundo. Es necesario que todos aquellos que creemos en una visión más realista y honesta de África tratemos de que la comunidad iberoamericana se familiarice y comience a disfrutar de la gran diversidad que ofrece este continente.

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