El 25 de mayo celebramos el día de África. Un inmenso continente 30.361,894 km2, con 1.093.201.128 habitantes, está formado por 54 países independientes y un territorio, el Sahara occidental cuyo proceso de descolonización sigue pendiente.
Un continente con grandes riquezas naturales y un gran potencial humano: una población joven, ya que el 40 % de sus habitantes tiene menos de 15 años, una clase media emergente, una sociedad civil cada vez más dinámica y mujeres excepcionalmente valientes.
Un continente expoliado y empobrecido, ayer por la trata de esclavos y la explotación colonialista, hoy por el neocolonialismo, la codicia de las multinacionales, el mal gobierno y la corrupción. De él nos llegan sobre todo noticias de hambrunas, miserias, conflictos recurrentes y guerras, que dan una imagen estereotipada y parcial. Al mostrar solo una cara de África, nos impide ver la otra África, el África que resurge de las cenizas, que lucha, resiste, cambia, crece y se desarrolla.
En un antiguo papiro que del Museo de Egipto de Turín, podemos leer la siguiente inscripción: “Vive el que es llamado por su nombre Este día nombramos a África, ser nombrado es ser reconocido y es existir”.
Sé que los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre el origen del nombre del continente africano y que los más fiables no establecen relación entre ese nombre y las mujeres, pero, sea cual sea al origen el sentido de ese nombre, creo que la historia y la realidad pueden cargar los nombres de un nuevo sentido. Después de haber vivido muchos años en África no puedo impedirme el establecer una relación especial entre este continente y las mujeres.
En África aprendí que el nombre no es un mero signo exterior, es algo que marca la personalidad y dice mucho de su originalidad. Dar un nombre es algo muy serio, marca la vida de la persona y da información sobre ella. Hay nombres fijados por la tradición que sirven de memoria, otros marcan una relación y un programa de vida.
También he visto el papel que están jugando las mujeres y como contribuyen por su acción a producir cambios sociales, ya sea desde puestos de poder o sean sencillas amas de casa.
Hoy, África para mi, es un continente con nombre de mujer que camina y avanza, en gran parte, gracias a sus mujeres. Las mujeres africanas son signo de esperanza allí donde estén, porque una fuerza nueva nacida de ellas las “empuja a apresurar el paso para dar vida a su sueño milenario de justicia y liberación”, como dice la escritora Elisa Kidane en su bello poema “Mujer y Madre africana”.