Para garantizar la independencia y el desarrollo de los Estados, la democracia sigue siendo el único medio duradero y eficaz, considera Marwane Ben Yahmed, director editorial de Jeune Afrique.
¿Cuál es el deseo de los africanos hoy en día?
África, y en particular su juventud cada vez más “conectada”, aspira a hacerse cargo de su destino, a emanciparse verdaderamente y volverse autónoma en todos los ámbitos: seguridad, política, economía, tecnología, cultura… África para los africanos. Pero la soberanía no se puede decretar. Se construye y, sobre todo, se conquista.
¿Quiénes son los más fervientes promotores de la soberanía en África?
Hoy, sus más fervientes promotores son golpistas. Burkina Faso, Malí, Níger, Guinea, Gabón…La democracia, supuestamente impuesta por «los blancos», se presenta como la fuente del mal, ya que no ha mejorado en nada la suerte de las poblaciones, que se enfrentan desde hace siglos a las mismas dificultades (inseguridad, desempleo, aumento de los precios, deficiencias en materia de salud y educación, acceso insuficiente al agua y a la electricidad) mientras las elites se enriquecen, buscan tratamiento en el extranjero o envían a sus hijos a estudiar en otros lugares.
¿Puede el autoritarismo traer la soberanía deseada?
No basta con expulsar a los militares franceses o estadounidenses fuera de sus fronteras, o convocar a los espíritus de un pasado idealizado, desde Sékou Touré hasta Thomas Sankara, para mejorar el destino de sus conciudadanos. La democracia no es responsable de la sumisión a potencias externas, de las elecciones amañadas, de la falta de independencia de la justicia, de la ausencia de separación de poderes, del nepotismo, de la corrupción. No es el sistema el que tiene la culpa, es la aplicación que se hace de él. Basta mirar al resto del mundo: salvo algunas excepciones, no hay militares al mando.
La conquista de la soberanía requiere algo más que los eslóganes vacíos o las promesas vacías que los populistas hacen, lamentablemente por el momento con éxito. Busquemos la solución en la inteligencia política y la auténtica democracia.
Bartolomé Burgos
CIDAF-UCM


