Este es un caso clásico de la incongruencia en el mundo del cine y la disparidad en el mundo: por un lado hay docenas de cines sin programación en países como Nigeria, Camerún, Sudáfrica y hasta en Kenia, y por el otro, hay docenas de películas africanas que no encuentran salas para su proyección.
«El cine africano y su audiencia tienen muchas dificultades para encontrarse. Las condiciones para que esto suceda no existen” afirma Olivier Barlet, especialista en cine africano. Incluso después de que los países africanos ondearán sus banderas nacionalistas y lucharan por sus derechos en los años 60, la distribución de películas siguió perteneciendo a compañías extranjeras y así sigue siendo en la actualidad donde compañías foráneas –mayormente estadounidenses o libanesas que funcionan desde Sudáfrica- tienen copado este segmento del mercado.
Los intentos de los africanos para controlar la distribución de sus filmes todavía no ha dado resultados positivos. Por ejemplo en Uganda, los cineastas solo pueden acceder a modestas salas para mostrar sus realizaciones. En otros países como Kenia, muchos artistas están recurriendo a producir sus realizaciones en vídeos caseros producidos
por Riverwood ya que las salas de cine no aceptan sus películas y, de todas maneras, reservan sus proyecciones para cintas producidas en Hollywood.
Cuando el cineasta Kibaara M’Kaugi planeaba el estreno de su cinta Mau Mau, tuvo que esperar meses antes de que fuese aceptada para su proyección en las salas de cine NuMetro. Lo mismo le sucedió a la película El Dinero y la Cruz, producida por Njeri Karago.
“Las salas de proyecciones nunca tienen tiempo disponible para las producciones locales,» comenta Cajetan Boy, un guionista. «Ha llegado el momento de unir nuestros esfuerzos y presionar a los cines locales para
que proyecten nuestras producciones” afirma el guionista.
Sorprendentemente los teatros locales no se han apercibido del potencial de estas películas que atraen a una gran variedad de público.
Afuera del Cine Odeon localizado en el centro de Nairobi, y que en su día fue un popular teatro de 350 asientos, sólo se encuentran varios matatu touts, jóvenes que atraen pasajeros a los transportes colectivos voceando sus beneficios.
Las paredes de la taquilla escondida en una esquina muestran un polvoriento y ajado anuncio de la película para adultos Hanging Up, un estreno de Hollywood sobre tres hermanas – Eva, Georgia y Maddy- que profundizan en los eternos temas de la vida, el amor, y la muerte a través del teléfono. Esta cinta se muestra aquí siete años después de su estreno y esta tarde solamente logra atraer el interés de tres ancianos. Irónicamente solamente dos películas locales fueron mostradas en este cine público, Malooned y Benta.
«Sólo nos fiamos de lo que nos llega de Fox Theatres y no hemos considerado ninguna otra opción,» dice Esther Muchiri que maneja la taquilla en Odeon. Cuando era todavía popular, el Cine de Odeon solía atraer una multitud de entusiastas.
Según Esther, que ha estado trabajando en el cine desde 1981, el cine solía conseguir a 800 clientes diarios en los años ochenta. Hoy sólo atrae aproximadamente 10 espectadores al día. «No tenemos espectadores” afirma Esther, admitiendo que no entiende la situación.
«Incluso cuando ponemos películas románticas de moda, no tenemos espectadores, solo unos pocos hombres. Ya no vienen mujeres y las parejas jóvenes que solían acudir frecuentemente a nuestra sala han desaparecido por completo” comenta Esther.
Los fines de semana, el Odeon tiene tres pases diarios y dos de lunes a viernes. El cine también sirve como centro de reunión del Centro del Milagro Máximo, una iglesia evangélica.
Fox Theatres y NuMetro son dos cines más lujosos que atraen a los espectadores de clase media y alta dado que el Odeon no ofrece la misma comodidad, con butacas más incómodas y menor sitio para las piernas, además de estar un tanto obsoleto y polvoriento.
Probablemente esto explica por qué una entrada cuesta Sh75 y Sh85 respectivamente. El Cine de Nairobi, que tiene una de las pantallas más grandes en África Oriental, ahora proyecta películas de corte cristiana cuando tiene un hueco en su programación.
La Ciudad de Sol y los teatros de Eastlands ofrecen varias películas para adultos en una tentativa para atraer a las muchedumbres más curiosas. Ellos podrían haber tenido la posibilidad de promocionar el cine local pero las películas africanas no son tan siquiera una opción en las mentes de sus gerentes, al menos por el momento.
En un intento para entender esta paradoja del cine africano, Jean-Pierre el Bekolo filmó una película titulada Complot d’Aristote en 1996. La película de Camerún, es un meta-discurso sobre el cine, aborda el estado y la dirección del cine en el continente, el dominio de películas no africanas en pantallas africanas y la ausencia de películas africanas en los cines.
Aunque casi totalmente ausente de los cines, la primera película africana que se proyectó en una pantalla africana data del año 1903, ocho años después de que se proyectase la primera película en el mundo Occidental. De hecho, los Estados Unidos de América comenzaron la proyección pública y comercial de películas aproximadamente al mismo tiempo que en África, en 1905.
Sin embargo, cualquier otro paralelismo acaba aquí. En los cien años desde esta primera proyección, el cine norteamericano acapara la mitad de los estrenos mundiales, recaudando ingresos brutos por valor de $4.500 millones de dólares a finales del siglo XX. Mientras tanto, el cine africano todavía lucha por poder exhibirse en salas comerciales y sobrevive de las escasas ventas en VCD.
Según Jean-Marie Teno, un experto en cine africano, muchas películas están financiadas por gobiernos europeos, pero luego su distribución es muy limitada ya que se las considera poco comerciales.
«La televisión europea, una de las principales fuentes de financiación y distribución para películas independientes, tampoco están muy dispuestas a transmitir películas africanas. En general, las películas africanas circunscriben su exhibición a acontecimientos africanos específicos como festivales de películas africanas y las televisiones africanas.»
En los mercados en los que las películas africanas podrían tener una mayor audiencia –afirma Jean- no se las protege porque siempre están en directa competencia con los productos capitalistas de Hollywood. En los cines de Fox 20th Century, las películas de Hollywood se sustituyen unas a otras. Según Anil Kapila, presidente de Fox Theatres en África Oriental, los cineastas kenianos son los propios culpables de su exclusión: “No saben vender sus productos” afirma Kapila.