Estoy hoy, de nuevo, camino de Sudán y aprovechando las pausas de un largo viaje intento ponerme al día con los periódicos que me encuentro en mi camino.
En uno de ellos, me topo con una noticia harto agradable, posiblemente una de esas que nunca aparecerán en los medios de comunicación de occidente ya que, al ser la noticia positiva y venir de África, tiene todas las papeletas de no vender tal como lo haría una mala. De todas maneras, y como me parece de justicia darle a cada uno lo suyo, intento hacerme eco de ella en este humilde rincón.
En el año 2006, el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), ante las amenazas del calentamiento global y los muchos desafíos relativos al medio ambiente, lanzó una campaña para plantar 1.000 millones de árboles en todo el mundo. Pues bien, parece ser que según los indicadores de esta campaña hasta la fecha, no solamente se ha alcanzado la cifra que se había propuesto, sino que se ha superado con creces, estimándose que se han plantado ya 3.000 millones de árboles. Ante tan alentadores resultados, se ha lanzado una nueva campaña para llegar a los 7.000 millones para finales de año, cuando tendrá lugar la próxima conferencia sobre el cambio climático en Copenhague.
Entre los países que más han contribuido a tal campaña, el país que se ha llevado la palma absoluta es Etiopía, con 725 millones de árboles plantados. Otro país que no se queda atrás es Kenia, que solamente en el 2008 plantó 140 millones de árboles.
Creo que, dados los problemas internos y de eficiencia de muchos de estos países, el gesto es aún más meritorio, teniendo en cuenta que en muchos casos no han sido los gobiernos, sino movimientos sociales los que han promovido, financiado y ejecutado la planta masiva de árboles.
Personas como Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz, están detrás de organizaciones que intentan reparar el mal hecho a la naturaleza por medio de la especulación, la tala masiva, las malas políticas forestales y la corrupción, que también tiene su parte de culpa cuando se trata de la mala gestión agroforestal.
Su grupo Green Belt Movement está formado mayoritariamente por miles de mujeres que han comprendido que el porvenir de los hijos depende en gran medida de la manera como cuidemos la naturaleza, y este mensaje lo han difundido en un país donde no todo el mundo tiene acceso a televisión y a los medios masivos de comunicación, lo cual también tiene su mérito porque prácticamente la estrategia se basa en el boca a boca.
Chapeau, pues, para estos países y para el esfuerzo que han hecho no sólo para sus respectivas poblaciones sino para todo el planeta. En un mundo donde los países industrializados no saben dónde poner tanto dióxido de carbono, afortunadamente hay iniciativas que con medios liliputienses son capaces de presentar una alternativa de futuro.
Alguien me cuenta que en el programa electoral del gobierno actual se mencionaba que se iba a plantar no sé cuántos árboles por español… digamos que aunque fueran dos por cabeza saldríamos a 80 millones de árboles. Me dicen que quizás sean árboles virtuales porque los reales, la verdad es que hasta la fecha no se han materializado y me encantaría estar equivocado en esto.
Al final se va a demostrar que más hace el que quiere que el que puede. Ni que decir tiene que las economías de estos países africanos no están para tirar cohetes, pero al fin y al cabo ha habido personas que por un lado u otro han hecho un verdadero esfuerzo en tiempo, recursos y dinero y han podido dar unos cuantos pasos en dirección a una bella la utopía.
Creo que, aunque no lo lean en ningún periódico, merecía la pena contarlo ¿no?
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