África: Las alternativas de las mujeres cambian las ciudades

7/07/2009 | Crónicas y reportajes

Nairobi. Este año el mundo alcanza un punto invisible pero culminante en su historia. Por primera vez más de la mitad de su población habitará en áreas urbanas. En Kenya la rápida urbanización está acentuando aún más la pobreza entre los residentes urbanos.

De acuerdo con el informe “Estado de la Población Mundial” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) publicado el año pasado, los pobres representarán una gran parte del futuro incremento de la población urbana. Actualmente el crecimiento urbano en los países en vías de desarrollo deriva principalmente de causas naturales; es decir, más nacimientos que muertes y no de la migración de personas provenientes de áreas rurales.

“Sin embargo, independientemente de su origen; incluyen un gran porcentaje de pobres e ignorarlo hará imposible tanto elaborar planes para el inevitable y masivo crecimiento urbano, como utilizar las dinámicas urbanas para paliar la pobreza”, afirma este informe.

Según la Agencia de Naciones Unidas HABITAT (UN-HABITAT), más de la mitad de los habitantes de Nairobi, la capital de Kenya, viven en barrios de chabolas donde la tasa de desempleo es alta, los medios de vida son poco fiables, las viviendas malas y los servicios básicos tales como agua corriente o sistema de desagüe no existen.

Según el Dr Alex Ezeh, director ejecutivo del “Centro Africano de Investigación de la población y la salud” (African Population and Health Research Center) en Nairobi, los pobres en las áreas urbanas no se pueden permitir una vivienda formal así que tienden hacia los asentamientos informales de chabolas donde las malas condiciones sanitarias implican peores resultados en salud para estas personas que para las que viven en otra parte.

“Si consideramos los porcentajes de mortalidad infantil, de cada 1000 nacimientos en los barrios de chabolas 91 niños morirán antes de su primer cumpleaños comparado con 67 en Nairobi en general y 79 en las áreas rurales. Con relación a la mortalidad de niños antes de los cinco años, por lo menos 151 niños en los barrios de chabolas mueren antes de cumplir cinco años comparado con el promedio nacional, 115; el promedio en áreas rurales, 117; o el de Nairobi considerada en su conjunto, 95”.

Aún así, el informe de la UNFPA declara que los beneficios potenciales de la urbanización son mucho mayores que sus desventajas y que el reto está en como explotar sus posibilidades. Dicho informe recomienda aproximaciones dirigidas hacia el principal componente detrás del crecimiento natural. Estas aproximaciones, de acuerdo con el informe, debiesen buscar reducir los niveles de pobreza, promover los derechos de la mujer y mejorar los servicios en salud reproductiva.

Este informe establece que “Una vez que los políticos y la sociedad civil entiendan y acepten la composición demográfica del crecimiento urbano, algunas aproximaciones e iniciativas básicas se vuelven evidentes”.

“Avances en el desarrollo social tales como promover la igualdad de género, hacer a la educación accesible a todo el mundo o dar servicios básicos en salud reproductiva, son importantes por si mismos, pero además ayudan a la mujer a evitar una fertilidad no deseada, el principal factor del crecimiento de la población urbana, crecimiento natural.”

Para Ezeh la iniciativa más evidente es establecer programas de planificación familiar dirigidos a las comunidades urbanas pobres. “Un gran porcentaje de las mujeres urbanas pobres que o no quieren más hijos, o que les gustaría retrasar su embarazo en por lo menos dos años, corren el riesgo de quedarse embarazadas porque no utilizan ningún método de planificación familiar.”

Ezeh dice que a través de todo el África subsahariana es mucho menos probable que los pobres urbanos tengan acceso a servicios de planificación familiar que otros habitantes urbanos. Los factores detrás de la decisión de una mujer de utilizar contraceptivos son complejos; Un estudio de cinco años llamado “Educational Outcomes in Health and Fertitlity” (Resultados de la Educación en la Salud y Fertilidad), está en proceso para tratar de dilucidar dichos factores. El estudio, que está siendo llevado a cabo en Kenya, Ghana, India y Pakistán, está siendo coordinado por la Universidad de Cambridge con fondos del UK government’s Department for International Development (Departamento para el Desarrollo Internacional del Gobierno del Reino Unido).

Dicho Estudio examina las relaciones entre la educación y las decisiones reproductivas en los hogares pobres y se centra en cuestiones relacionadas con la capacidad y poder de toma de decisiones de las mujeres en las comunidades pobres. Otras cuestiones que busca dilucidar son si la escolarización “funciona”por su influencia sobre la comunidad o sobre el individuo y cuántos años de escolarización se necesitan para dar la posibilidad a la mujer de tomar decisiones más independientes, así como para acceder a un rango más amplio de recursos externos.

Fatma*, una residente de 32 años de Korogocho, un barrio de chabolas en Nairobi, tiene ocho hijos. Aparte de asistir a una madrassa (escuela religiosa islámica) cuando era una niña, no tiene otro tipo de educación formal. Fatma cree que los niños son un regalo de Dios y que tratar de impedir su concepción es un pecado. Esto está profundamente arraigado en sus creencias religiosas.

Se casó a los 14 años y desde entonces ha estado teniendo niños cada año y medio o dos años. Además de evitar el sexo en sus días “con riesgo”, algo que le enseñaron en la madrassa, no ha usado nunca ninguna forma moderna de contraceptivos y dice no necesitar ninguna.

“Usar contraceptivos es matar algo… pero los niños son un regalo de Dios” dice. “Muchas chicas jóvenes que usan contraceptivos no pueden tener hijos cuando se casan porque son ahora estériles, pues han matado ya a todos sus hijos.”

Lo anterior en contraste con la actitud de Jane*, una madre de siete de 37 años, también de Korogocho. Jane no tiene trabajo y vive con su marido, un trabajador eventual. Sólo quería tener cuatro o cinco hijos, dice.

Después de parir su cuarto niño decidió utilizar una inyección contraceptiva de tres meses que tuvo que pagar en una clínica cercana. Este método le causó sangrado excesivo, así que lo dejó y se quedó embarazada.

Después de su quinto hijo optó por la píldora que compró en una farmacia local. Sin embargo, este método también le provocó severos efectos secundarios; “Cuando tomaba la píldora me daban náuseas, me hacía sentir débil y a veces me daba fiebre” cuenta. También dejó este método.

Así nacieron su sexto y séptimo hijos. Ahora su último hijo tiene seis meses y Jane está todavía por utilizar otro método contraceptivo moderno.

Jane dice que le gustaría que estos servicios fuesen más accesibles y gratuitos, especialmente para mujeres pobres. Le gustaría también que se dieran a las mujeres educación apropiada sobre los contraceptivos disponibles así como sobre sus efectos secundarios.

Rose N. Oronje.

Con información adicional de Kathryn Strachan en Johannesburgo.

* Los nombres de las mujeres han sido modificados para proteger su intimidad.

Publicado en Inter Press Service, el 31 de julio de 2009.

Traducido por Carmen Martín del Campo, para Fundación Sur.

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