África es aùn mayoritariamente rural, agrícola, pero el poder político y económico es, también allí, eminentemente urbano.
Capitales del África del Oeste que visitamos estos das, como Ouagadugù, Bamako, no digamos Abidjan, concentran muchos recursos pùblicos dedicados a mantener la fachada gubernamental, a repintar el escaparate institucional y a poco màs. Cuestión de guardar las apariencias y, de paso, acumular recursos ajenos.
Mientras tanto, la mayoria de los paises africanos no han cumplido el llamado compromiso de Maputo, donde los Estados miembros de la Unión Africana, se comprometieron -en una de sus recientes Cumbres-, a destinar un mínimo del 10% de sus presupuestos al desarrollo de la agricultura. Bastantes de ellos no han llegado aùn al 5%.
Con escasas infraestructuras de educación, salud, servicios de asistencia técnica, poco regadío, rudimentarios medios de labranza, vetustos canales de comercialización, la población campesina sobrevive, lucha, produce, como si las nociones de productividad, de modernización , etc, le fueran ajenas. Solo un admirable coraje secular les lleva a sembrar cada estación de lluvias los alimentos de la superviviencia esencial: mijo, sorgo, maiz, etc.
El aumento de la población, signo de la fuerza superior de la vida, la baja productividad, la subida imparable del petróleo, la especulación, las malas cosechas, el comercio gravemente desigual Norte-Sur -todo reunido en un ciclo fatal de pobreza-, mantiene a estos pueblos al borde de la hambruna, sin esperanza razonable de ver mejorar sus condiciones de vida.
Y, sin embargo, África posée grandes caudales de experiencia en àmbitos como la agricultura, el comercio, la artesanía, la producción de alimentos, etc. Pero le faltan aliados internos y externos que le ayuden a despegar, a potenciar sus recursos, a sentar la bases de un desarrollo sostenible. Casi todo el mundo busca apropiarse de sus abundantes materias primas, sin favorecer su transformación local, creando así el imprescindible valor añadido
En ese contexto, hay que apostar por reforzar la sociedad civil, las asociaciones campesinas, con la esperanza de que logren hacerse oir, respetar, valorar, en los foros nacionales e internacionales.
Mientras tanto, el agua de los rios africanos se irà mayoritariamente al mar, las imponentes riquezas de su subsuelo, acabaràn cimentando el desarrollo del coloso chino, como lo hicieron antes con el crecimiento europeo, sus èlites, tan a menudo mediocres y acaparadoras, seguirán atrapadas en el mal gobierno y en la ostentosa acumulación de bienes.
Mirar a África desde el corazón es una pràctica solidaria que muchos han vivido desde hace siglos