¡África: caminos sinuosos hacia la reducción del hambre!

15/06/2012 | Opinión

“Cuando los líderes africanos pretenden marchar hacia el futuro del continente al lado de sus super-amos (ex -colonizadores), están garantizando que África permanezca en calidad de colaboradora menor en la carrera, desposeída de un futuro dignificante para sí misma”, Joseph Diescho.

El agua constituye un recurso productivo vital en el proceso de producción agrícola. Al nivel mundial, la agricultura irrigada ocupa actualmente 18% (275 millones de hectáreas) del área total cultivada en el planeta (1,5 millones de hectáreas).

El 25 de mayo de 1963 fue creada la Organización de la Unión Africana (OUA), que ha sido remplazada por la Unión Africana en el día 9 de julio de 2002, en la Cumbre de Jefes de Estado realizada en la ciudad de Durban (Sudáfrica), con el objetivo de hallarse un nuevo modelo de gobernanza pan-africano para confrontar los desafíos de desarrollo de África. En el presente mes [artículo escrito en mayo] en que se celebra una vez más el “Día de África”, existen motivos más que suficientes para abordar los caminos sinuosos que ha recorrido el “continente negro” en la incansable lucha por la disminución del hambre.

El continente africano está esculpido, dibujado, pintado, cantado, exaltado, retratado según la inspiración y el interés de sus diversos promotores. Lamentablemente, hoy, el “continente negro” queda retratado con una imagen de un continente expoliado de su riqueza material y humana, vaciado y casi sin contenido, en contraste con la visión estratégica de la Unión Africana, la cual ambiciona un continente unido e integrado, basado en la integración política, económica, social y cultural.

A pesar de ser un continente rico en recursos naturales y humanos, el hambre continúa siendo una de las grandes trabas para mejorar la calidad de vida de los africanos, según anhelan la Unión Africana y los africanos. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) advirtió, en el reciente “Informe de Desarrollo Humano de África 2012: para un futuro de seguridad alimentaria” (El primero del PNUD sobre el desarrollo humano en África), sobre el peligro que representa el hambre en África Sub-sahariana, en donde más de 200 millones de personas sufren los efectos del azote.

El informe contiene datos que perturban, datos que incomodan, pues revela que el 25% de los 856 millones de habitantes del África Sub-sahariana están bajo impacto de la malnutrición centrada en las personas y en la seguridad alimentaria. Según estimaciones recientes, se constata que la malnutrición ha incrementado de forma consistente en África Sub-sahariana desde 1992: de 167 millones de personas a 194 millones en 1997; 205 millones en 2002; y actualmente 214 millones. Reconocidos académicos oriundos de países del Norte y del Sur, con cierta insistencia, cuestionan el porqué del hambre en África, teniendo en cuenta que la producción de alimentos se multiplicó por tres desde los años 60, mientras que la población mundial solamente se ha duplicado en el mismo período. De modo explícito, las evidencias apuntan a que el hambre en África se constituye como uno de los problemas de más difícil resolución a nivel mundial, en el ámbito del desarrollo económico.

Desde la independencia, una importante parte de los países de la África Sub-sahariana no ha logrado éxito en reducir el hambre, pues estos países poco han invertido en promocionar la ciencia, la tecnología, la innovación y generación de conocimientos a favor de la agricultura, además hubo una débil inversión en infraestructuras socioeconómicas rurales, en un contexto en el cual los mercados siguen fragmentados, personalizados e inseguros. Conscientes de la escasa inversión pública en el sector, los Jefes de Estado y del Gobierno asumieron el compromiso de Maputo, en junio de 2003, para destinar al menos el 10% de sus presupuestos nacionales al desarrollo agrícola y rural.

África debe superar con astucia el problema del hambre, sabiendo evitar los contratiempos que ha hallado en los sinuosos caminos en la búsqueda de una solución sostenible de reducción del hambre, y que sea mediante una política efectiva y pragmática en la erradicación del hambre en África, enfocada en los obstáculos y necesidades que se ha verificado hasta hoy en día. Robustecer la agricultura en África se rebela fundamental a fin de atacar las principales causas del hambre, complementada con directrices políticas coherentes y elevada capacidad institucional para la implementación de políticas públicas.

Entre las respuestas hasta ahora halladas para la reducción del hambre en el continente africano, hay que destacar diversos compromisos que fueran firmados a nivel continental desde los años 80 en el Plan Lagos de Acción para el Desarrollo Económico de África, y al inicio de los años 90 en la iniciativa Comunidad Económica de Africana. Algunos de los más recientes incluyen la Declaración de Maputo sobre Seguridad Alimentaria (2003); La Declaración de Sirte sobre Agricultura y Agua (2004); la aprobación de NEPAD/CAADP (2005) para alcanzar tasa de crecimiento del 6% en la agricultura, y para mantenerla con el paso del tiempo; la Declaración de Abuja sobre Fertilizantes para una Revolución Verde Africana (2006); Cumbre de Seguridad Alimentar de Abuja (2006); Declaración Sharm El Sheikh sobre Alza de Precios de Alimentos (2008).

Expectativas y frustraciones, los pros y los contras, avances y retrocesos que ponen a los africanos siempre ante la hipótesis de materializar un sueño en realidad, porque África tiene el potencial para ser parte de la solución del problema. A pesar de todos los acuerdos y compromisos, la implementación ha sido ineficiente, ¿o estoy haciendo una evaluación apresurada, debido al corto periodo de tiempo transcurrido? En caso afirmativo, considero mis conclusiones como temporales, razón por la cual se hace imperativo buscar unión y vigor, similar o superior a la unión del “continente negro” en contra del enemigo común — el sistema colonial — para inspirar a los africanos en esa lucha, que no se puede retrasar, de reducción del hambre. Pese a reconocer la existencia de trabas naturales a los que nos enfrentamos, incluso extensas áreas con climas semi-áridos y suelos pobres, degradación del medioambiente y desastres naturales, estamos ante un reto.

El agua es un recurso productivo vital en el proceso de producción agrícola. A nivel mundial, la agricultura irrigada actualmente ocupa 18% (275 millones de hectáreas) del área total cultivada en el planeta (1.500 millones de hectáreas). Solamente están utilizados el 3% de los recursos hídricos del continente africano y solamente 4% de sus tierras cultivables están irrigadas, mientras que Asia utiliza el 20% de su potencial en agua para irrigar el 38% de sus tierras cultivables. Hacer que haya disponibilidad de agua cuesta caro. Entonces, es imprescindible optimizarla al máximo. Es triste constatar que la producción alimentaria del continente africano depende esencialmente de las lluvias más que de la irrigación, a pesar de todo el potencial existente.

Cualquiera estrategia de desarrollo con enfoque en el abordaje productivo rural tiene que tener también objetivos sociales, debido a sus conexiones con otros factores, a fin de atender a un patrón socioeconómico de producción. La implementación de los objetivos sociales exige una definición cabal de las intervenciones basada en el análisis del contexto, y África, debido a la elevada incidencia y permanencia del HIV/SIDA, continua sufriendo los efectos devastadores de este azote, dando la vuelta a décadas de desarrollo.

No hay solución exclusiva. Hace falta superar muchos desafíos, razón por la cual urge una reforma en el sector de la agricultura con dimensión continental, que tenga por opciones prioritarias y necesarias la aceleración de la adquisición de tecnología e inversión en innovación, inversión en el capital humano y físico, promoción de las exportaciones y aceleración de la integración regional, abordaje de la desigualdad de género, de la amenaza de la alteraciones climáticas y movilización de recursos necesarios que conlleven al aumento del acceso al crédito, a los activos y competencias. Si no se reinventa la capacidad para superar dichos desafíos, difícilmente lograremos aspirar a la intención “de combatir el hambre y la pobreza” que tiene como “meta final el aumento de la producción y productividad agraria de forma competitiva y sostenible”.

A pesar de reconocer y conferir la debida importancia a la labor que ha sido realizada a nivel continental, se debe priorizar una estrategia de desarrollo que ponga la satisfacción de las necesidades básicas de los africanos por encima de todas las demás preocupaciones. Los africanos deben explorar y compartir, primeramente, los recursos a nivel de África antes de ponerles en el “cesto internacional” para ser explotados por quienes ya chuparan del continente en el pasado reciente por medio del sistema colonial y de la esclavitud. Si hemos conseguido gestionar nuestras independencias, la construcción de nuestros aparatos de estado, y manutención de fronteras impuestas por el sistema colonial, a pesar de su carácter artificial, ¿por qué continuar recurriendo a caminos sinuosos para la reducción de la pobreza en nuestro continente? ¿Por qué África? El tiempo acá estará para demostrar nuestras virtudes…

Adelson Rafael

Publicado en O Pais, Mozambique, el 29 de mayo de 2012.

Traducido por Rossana Ingrid Dos Santos, para Fundación Sur.

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