Achín Mikén (El cazador furtivo), por Baron ya Bùk-Lu

31/10/2014 | Cuentos y relatos africanos

Érase una vez en un poblado bantú vivía un joven cazador que acostumbraba a salir a poner trampas para cazar animales. Su madre, ya muy mayor, siempre le decía que podía ir de caza por toda la selva menos por la zona de Nkhó mendóg.

– ¿Y por qué no se puede cazar en este bosque, mamá? — Le preguntó Obama Anda, el cazador, a su madre.

– Hijo, no te lo sabría decir. Sólo sé que desde que soy esposa de tu difunto padre, siempre he oído decir que nadie lo hiciera. — Le respondió la madre.

Pasaron unos meses y el joven Obama Anda seguía saliendo a poner sus trampas con alambres en la zona autorizada por los padres; hasta que una mañana, aburrido después de dar vueltas visitando sus trampas sin atrapar ninguna pieza, movido por la curiosidad, decidió acercarse por el bosque hasta llegar a la zona prohibida. Mientras caminaba fue construyendo trampas osab o ábene ñó (aunque sea para serpientes) en las zonas del bosque prohibido por donde pasaban los animales en busca de alimentos.

piara.jpg A los dos días regresó para ver si había atrapado algo, pero su sorpresa fue que se encontró con todas las trampas destrozadas. Obama Anda, asombrado pero sin rendirse, volvió a construir todas las trampas como el primer día. De regreso a casa, a unos metros de donde estaban las trampas osab o ábene ñó, le pareció ver una pisada humana entre la multitud de huellas de jabalíes y antílopes que se encontraban en el barro. Cavilando sobre esta cuestión siguió el camino hasta el pueblo, donde se cuidó bien de callarse estos pensamientos

Volvieron a pasar otros dos días y regresó de nuevo al bosque a repasar sus trampas. Cuál fue su sorpresa al ver que éstas habían sido nuevamente destrozadas. Por lo cual decidió, después de reconstruirlas, esconderse hasta el amanecer y así poder descubrir este misterio que le preocupaba.

Llegada la madrugada, desde su escondite, escuchó unos gruñidos lejanos que al llegar a su altura observó que procedían de una manada de jabalíes. Encabezando la piara iba una chica, de unos dieciséis años, quien al pasar se dedicó a destrozar todas las trampas. Después de eso, se dirigieron a una finca de yuca que estaba a unos pocos metros, alejándose poco a poco hasta llegar a la orilla de un riachuelo.

La chica, tras rebozarse en el barro junto a los animales, se metió en el agua para bañarse y cuando salió al encuentro de la manada, Obama Anda aprovechó el momento para atraparla y, tapando fuertemente su boca, la alejó de allí arrastras hasta el poblado.

– Lo siento niña, lo siento. No te haré daño. — Dijo a la joven.

Pero la chica, asustada y temblorosa, no le miraba a la cara. No lloraba ni le decía nada. Tamppoco contestaba a las preguntas del cazador. Obama Anda achacó esa actitud al tremendo susto que se debía haber llevado.

Obama Anda mantuvo a la chica encerrada en su habitación y le procuró lo necesario para que estuviera muy bien aseada y perfumada. El cazador hizo todo lo posible para que su huésped pareciera una chica normal, y así poder presentarla con cualquier excusa a sus padres, a sus amigos y poder sacarla a pasear. Pero la joven, después de muchos intentos, seguía sin decir ni esta boca es mía. La dejaba la mesa puesta, pero nunca consiguió que comiera ni bebiera nada. Rechazaba todo tipo de contacto con los humanos.

Una tarde que Obama Anda regrasaba a casa, abrió la puerta con el sigilo con el que acostumbraba a moverse por el bosque y cuando llegó al salón le pareció oír a alguien canturrear. Se acercó un poco más a la puerta de su habitación y desde allí pudo escuchar la letra de la canción.

“LA CABRA VUELVE AL MONTE”

M’ayágan ndá, m’ aye tobo oyom achín mikén dám

(Me extraña la casa, quiero estar bajo mi arbusto de akén)

M’ayán bidjí, m’aye tobo óyom aching mikén

(Me extraña la comida, quiero comer mi alimento crudo)

M’áyágan mibuán, m’aye tobo oyom aching mikén

(Me extrañan las cremas, quiero ungirme con mi barro ecuán)

M’ayán mezíg, m’aye tobo óyom aching mikén

(Me extraña la radio, quiero escuchar a mis pájaros cantar)

Etc…

El joven, sorprendido por el cántico, abrió la puerta y cuando intentó entrar la chica le empujo bruscamente e intento salir corriendo hacia la puerta. Mientras Obama Anda la retenía comenzó a comprender el enorme equívoco el que había caído.

Y mientras esto meditaba, escuchó que alguien se acercaba a su casa:

– ¿Hay alguien aquí?– Preguntó su madre desde la puerta principal

– Sí, madre, estoy aquí.– Respondió Obama

– ¿Ocurre algo hijo? ¿Qué son estas voces y este ruido?– Insistió la madre

Cuando la madre entró en la habitación de su hijo, se encontró con todo el panorama que venimos contando. Obama Anda, no tuvo más remedio que contar a su madre todo el episodio.

– Tienes que hacer algo rápido, antes de que sea tarde.– Dijo la madre.

– A mí, no se me ocurre nada. Lleva aquí un par de semanas. Pensaba que se iba a adaptar, incluso me estaba enamorando, pero ahora comprendo que va a ser imposible que se acostumbre.– Dijo Obama.

– ¿Y si la entregamos a las autoridades? — Dijo la madre.

-Ni hablar. No creo en esa gente. Al final, acabaríamos nosotros gastando una fortuna en los tribunales. Lo que se me ocurre es devolverla a su medioambiente.– Dijo Obama

– ¿A qué te refieres hijo?– Dijo la madre

– Seguro que se encontrará mejor en el el bosque, junto a su piara de jabalíes.– Respondió Obama Ada.

– Ok, de acuerdo. Esta tarde noche te acompañaré a llevarla, pero después se lo debemos comunicar a todo el pueblo.– Dijo la madre.

Llegada la noche, Obama Anda y su madre, haciéndose acompañar por la chica, salieron sigilosamente por la puerta de atrás de la casa para no ser sorprendidos por nadie y se adentraron en el bosque.

Al regresar, Obama Anda y su madre reunieron a todos los habitantes del pueblo y les contaron todo lo que les había sucedido. Pero, para su sorpresa, se enteraron que lo mismo le había sucedido a mucha más gente; siendo por ese motivo por el que se había prohibido la caza por esa zona.

Muchos contaban que un espíritu se instaló hace muchos años en el bosque para defender a los animales. Y otros hablaban de una joven activista que defendía a los animales, destrozando las trampas y ahuyentando a los cazadores. El consejo de ancianos, después de muchas reuniones, optó por prohibir la caza furtiva.

Obama Anda, al enterarse de la noticia, siguió visitando de vez en cuando el sitio donde raptó a la chica para intentar infructuosamente convencerla de que volviera al pueblo a vivir con ellos.

“Desde siempre, en la cultura fang ha existido en las leyendas el mítico “Nsómot nguiñ”, un jabalí con cara humana o mitad jabalí y mitad humano”

Baron ya Bùk-Lu

[Edición y revisión, Rafael Sánchez]

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