Encuentro con las abuelas
Cada martes, a las ocho de la mañana, un grupo de mujeres acudían puntuales a la cita. Allí estaban a la puerta Dispensario Acera de Bobo Dioulasso, segunda ciudad de Burkina Faso. Todas eran abuelas. Habían madrugado mucho para llegar a tiempo, con una carga que, aunque ligera, era bien pesada. Venían con los más pequeños de sus nietos huérfanos de sida, tocados por la enfermedad. Los mayores habían quedado en casa o si habían tenido suerte estaban en la escuela.
En silencio las abuelas iban entrando, se sentaban y ponían en el regazo a los niños que durante el camino habían llevado a la espalda. Eran pequeños, esqueletos con ojos tristes y vacíos. El rostro de estas mujeres estaba marcado, más que por la edad, por el sufrimiento. Habían visto morir a sus hijos y habían tenido que hacerse cargo de sus nietos, algunos bien tocados por la enfermedad de la que murieron sus padres. Impotentes veían apagarse el soplo de vida que quedaba a estos niños afectados por esa terrible enfermedad, que muchos no quieren ni nombrar. Enfermedad que castiga tan duramente al continente africano: el sida.
Sentadas esperaban con una infinita paciencia y una gran dignidad el turno para recibir leche, medicamentos y consejos que les ayuden a sacar adelante a sus nietos. Ese grupo de mujeres me golpeaba el corazón cada martes por semana. ¿Cómo acostumbrarte a tanto dolor? ¿A tanta resignación y, al mismo tiempo, a tanto deseo de luchar? Han pasado cinco años y no lo puedo olvidar la escena.
Más de la mitad de los huérfanos de sida sobreviven gracias a las abuelas.
Sé por mis compañeras que el cuadro que tanto me impactó en Bobo Dioulasso, se repite con pocas variantes en muchos rincones de África: Burundi, RDC, Mozambique, Malawi, Kenia, Tanzania, Chad y en tantos sitios donde las abuelas han tenido que hacerse cargo de millones de huérfanos. Aunque es muy difícil de calcular, se puede decir que la mayoría de los niños seropositivos viven en África. Muchos de ellos son huérfanos. En junio de 2008 se estimaba que en los países del África Subsahariana hay más de 13 millones de niños huérfanos por el sida y que en 2010 serán unos 18 millones. Más de la mitad sobrevivirán gracias a las abuelas.
A pesar de cierta estabilización o reducción de la enfermedad en los últimos años, la situación según el informe de UNISIDA 2008 es alarmante por el número de afectados por la pandemia y por sus múltiples consecuencias. En África subsahariana viven el 68 % de adultos infectados y el 90% de los niños infectados de todo el mundo. Con razón se ha dicho que África es el epicentro del sida y que los niños son los olvidados, la cara oculta del sida.
El sida es gran problema de salud pública y las mujeres son las principales víctimas de esta pandemia. En algunos países más de la mitad de los infectados son mujeres. Un hombre polígamo infectará a todas sus mujeres, un hombre infiel traerá el sida a su casa y aumentará el número de “víctimas inocentes” como muchas de ellas se definen. Entre las mujeres violadas en zonas de conflictos y guerras también hay muchas seropositivas. Las mujeres son las principales víctimas y también las las principales luchadoras contra esta enfermedad. En 2004 Kofi Annan, secretario general de la ONU, reconocía el papel de las mujeres el la lucha contra la pandemia: “Dar poder a las mujeres en esta lucha debe ser nuestra estrategia para el futuro. Entre ellas encontramos los verdaderos héroes de esta guerra. Nuestro deber es darles esperanza”.
Las consecuencias de esta enfermedad son terribles para África: A causa de ella se revierten los avances logrados en esperanza de vida, disminuye la fuerza de trabajo y la productividad, la economía familiar se arruina y es una gran amenaza para el desarrollo. Es cierto que en África también mucha gente muere a causa de otras enfermedades como el paludismo y a consecuencia de las guerras provocadas por la ambición y la codicia de los hombres, pero el sida ha infectado a más de 50 millones de africanos y han muerto más de 22 millones, dejando a muchos niños huérfanos que en gran parte dependen de las abuelas.
El Congreso que dio visibilidad y palabra a las abuelas
A pesar del gran papel que juegan las abuelas desde hace muchos años en la lucha contra los estragos que causa el sida no se ha hablado mucho de ellas hasta el Congreso de Toronto de 2006. Allí, gracias a la fundación Stephen Lewis, enviado especial de las Naciones Unidas para el sida, se reunieron 300 abuelas. Mujeres en su mayoría procedentes de países subsaharianos y Canadá, que vivían cada día con las consecuencias del sida. Más de 100 de ellas eran africanas y fueron calificadas de heroínas de la lucha contra la enfermedad del sida, “dispuestas a vencer la tragedia que diezma a este continente. También se recordó que, “comunidades africanas enteras dependen del trabajo de estas mujeres, que se han hecho cargo de miles de niños cuyos padres han fallecido a causa del sida, y que en muchos casos son también portadores del virus”.
Este encuentro dio visibilidad a las abuelas afectadas por el sida y permitió que su voz se oyera. Allí pudieron relatar con palabras fuertes y sencillas como luchan día tras día para sacar adelante a los huérfanos de sida. Hemos recogido dos ejemplos el de Karmela y Matilda.
Karmela, ella misma seropositiva, contó como tiene en su casa a más de 25 huérfanos. Para mantenerlos, todos trabajan en una cantera siete días a la semana, picando piedras a mano. Cada dos semanas acumulan lo suficiente para ganar 11 dólares. Matilda, abuela de 51 años explicó como después de perder de sida a cuatro hermanos, una hermana y una hija, decidió luchar contra la enfermedad y ha recogido en su casa a 12 huérfanos.
En el comunicado de prensa publicado el 17-8-2006 en la Web, del 16 Congreso Internacional sobre el SIDA, las abuelas africanas, representando a los millones de abuelas anónimas, que tienen a su cargo huérfanos de hijos e hijas que el sida les arrebató, expresaron su satisfacción por haber podido compartir experiencias, preocupaciones, miedos, sufrimientos, esperanzas. Agradecen la ocasión que se les ofrece de poder tomar la palabra y ser oídas. Este fue el mensaje que nos dejaron. Grito del corazón y aldabonazo que llama a nuestras conciencias:
Grito del corazón y aldabonazo que llama a nuestras conciencias
“Por el momento no pedimos mucho, solamente poder asegurar una salud mejor para nuestros nietos y para nosotras. Queremos poder alimentarlos, albergarlos, vestirlos; poder enviarlos a la escuela para asegurarles un porvenir mejor. Necesitamos que se nos forme, lo que aprendimos educando a nuestros hijos, no nos ha preparado apara educar a nuestros nietos huérfanos, empobrecidos, confundidos y vulnerables. Queremos estar seguras que la ayuda no se quede en las ciudades y llegue también a los poblados. A largo término necesitamos seguridad e independencia financiera…Como abuelas merecemos tener esperanza y que nuestros nietos como los otros niños del mundo tengan un porvenir. No queremos enterrarlos”.
La entrega, el valor y la determinación de las abuelas son la esperanza de millones de huérfanos del sida. Merecen ser conocidas, reconocidas y ayudadas para que los huérfanos de los que se ocupan vivan y tengan un porvenir mejor.