A propósito de la visita de Francisco a El Cairo

3/05/2017 | Opinión


Religiones: parte del problema y también de la solución

Desde el punto de vista mediático, los 47 coptos asesinados en las iglesias de Tanta y Alejandría el Domingo de Ramos, y los 24 en la catedral copta de El Cairo en diciembre, han hecho más extraordinarias si cabe las 26 horas que el papa Francisco ha transcurrido en Egipto. Hasta el mismo The Economist le ha dedicado un comentario: “Una visita del papa Francisco no va a solucionar los problemas que afligen a los cristianos de Egipto”. Tampoco es lo que el papa pretendiera. El objeto de la visita, explicó cuatro días antes el portavoz de la Santa Sede Greg Burke, era “mostrar un signo de cercanía con este pueblo herido”. Y Francisco lo ha conseguido. Primero el viernes en la catedral copta de San Marcos, participando con otros patriarcas de Oriente en las vísperas presididas por Tawadros II, papa de la Iglesia copta. Juntos depositaron rosas blancas al lado del altar de los mártires. Y el sábado en la Eucaristía celebrada en el Estadio de la Defensa con los católicos de los diferentes ritos orientales.

Los cristianos son numerosos en Egipto, más o menos el 10% de la población, pero los católicos no llegan a 250.000. Así que aunque fueran unos 20.000 los que acudieron al estadio, se trató de una misa “en familia”. Francisco abandonó en esta ocasión el vehículo cerrado en el que se movió por El Cairo. Y un grupo de niños le recibió vestidos de faraones. Los cristianos quieren hacer notar que ellos son más “egipcios” que nadie: “copto” significa “egipcio”, en lo que fue la antigua lengua egipcia antes de la llegada del Islam.

ahmed-al-tayeb.jpgDesde un punto de vista formal, el papa llegó a Egipto invitado por Ahmed Al-Tayeb, Imán de la Universidad Al-Azhar, la institución más prestigiosa en el Islam sunita, quien había visitado al papa Francisco en el Vaticano el 23 de mayo de 2016. La ocasión inmediata de la visita papal ha sido la “Conferencia de Paz” organizada por el Imán los días 28 y 29 de abril, en la que el papa ha participado. En presencia de Francisco, Al Tayeb insistió en que no se puede llamar religiones terroristas al islam, al Cristianismo y al Judaísmo a pesar del comportamiento nefasto de algunos de sus miembros. Y añadió que para avanzar hacia la paz la “única solución es recuperar la conciencia mediante el mensaje de las tres religiones monoteístas”.

No me convenció del todo su discurso, semejante al de Mohi El-Din Afifi, Secretario General de la Academia de Al-Azhar para la Investigación, el 11 de mayo de 2016, ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reunidos para estudiar la manera de contrarrestar la propaganda terrorista. El mismo El-Din Afifi en una entrevista a El Mundo la víspera de la llegada de Francisco a El Cairo declaró: “El Islam no tiene que hacer autocrítica”. Suena un poco parecido a lo que el Cardenal Tauran, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso dijo en Rímini en agosto de 2015 durante el congreso anual de Comunión y Liberación: “La religión no es el problema. Es parte de la solución”. Y puesto que estos días se habla en España de la “operación Leza” en la que el partido Popular se ve una vez más salpicado, constato que esos argumentos en defensa de la religión se parecen mucho a los de algunos dirigentes del PP en defensa de su partido. Es innegable que ha habido demasiada violencia en las historia de los monoteísmos como para que la religión no haya sido parte del problema, aunque también pueda, y deba serlo de la solución.

Sólo que esta lección debe aplicarse también al Hinduismo, véase la persecución de los cristianos en la India, al Budismo, que persigue y asesina a los Rohingya en Myanmar, a los partidos políticos, ¿No llegó Hitler al poder democráticamente?, y a las instituciones en general. Seamos realistas. Nos gustaría poder vivir sin necesidad de medicamentos, carnets de identidad, policías, instituciones, partidos políticos, religiones o sus numerosos equivalentes… pero todos ellos entran en la categoría de “contingentes necesarios” que hay que utilizar aunque sin idolatrarlos. Especialmente cuando se trata de la religión. He vivido muchos años cerca de Cartago, en cuyo anfiteatro tantos cristianos fueron legalmente asesinados, muchos acusados precisamente de no tener religión. Y defiendo que todo lo humano, incluida la religión, es parte del problema y debe ser parte de la solución. Por eso no me ha convencido del todo el discurso del Imán de Al-Azhar.

Me ha gustado más la intervención de Francisco, a pesar de que también él ha utilizado casi la misma famosa frase: “Sobre todo hoy, la religión no es un problema sino parte de la solución”. “Hoy”, matiz importante. Del pasado, Francisco insistió sobre la sabiduría humana de la que las culturas y las religiones han sido instrumento en la tierra del Nilo. Hubiera sido indecente hablar del “hoy”y culpabilizar también a los cristianos, “el pueblo más perseguido de la tierra”, como comentaba ya en 2014 ante la Cámara británica de los Lores el rabino Jonathan Sacks. Esos cristianos que según el Pew Research Center sufren discriminaciones, algunas de ellas gravísimas, en 139 países. Y que como apunta John Allen, son demasiado “religiosos” según los progresistas y demasiado “exigentes” según los conservadores.

Del “hoy”, el papa Francisco ha hablado en dos momentos. Ante los cristianos que le acompañaron el sábado en el Estadio de la Defensa: “La verdadera fe anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente… Nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar… Nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido”. Y el viernes en la Conferencia de Paz: “Como líderes religiosos estamos llamados a desenmascarar la violencia que se disfraza de supuesta sacralidad… Estamos obligados a denunciar las violaciones que atentan contra la dignidad humana…, a poner al descubierto los intentos de justificar todas las formas de odio en nombre de las religiones y a condenarlos como una falsificación idolátrica de Dios”.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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