A Europa se le espera en las arenas del Sahel

22/01/2013 | AfroIslam

19/01/2013

LE MONDE (Editorial)

Por lo menos hay dos errores que no habría que cometer en el drama de Argelia y cuyo final sangriento no había acabado todavía el 18 de enero.
La primera es pensar que el secuestro de cientos de rehenes en un lugar de producción de gas en el sur de Argelia fuera la consecuencia directa de la intervención francesa en Mali. Esta triste frivolidad es lo que querría hacernos creer el grupo que ha reivindicado el ataque. Se hacen llamar “los que firman con la sangre” y están dirigidos por un Argelino, Mojtar Belmojtar, un disidente de El Qaida en el Magreb Islámico (AQMI).

La verdad es que el comando ha venido por Libia y que semejante operación no se monta en 48 horas. Sin duda estaba prevista bien anteriormente a la intervención de los aviones franceses en el cielo del Sahel.

Lo mismo que sería parcialmente inexacto atribuir a la caída del régimen de Gadafi la explosión de terrorismo islamista que hace temblar hoy a la inmensidad saheliana. Ciertamente, la caída de la dictadura libia ha facilitado esta evolución. Ha devuelto a las arenas del desierto a centenares de mercenarios al servicio de Gadafi, llevándose con ellos un impresionante stock de armamento.

Pero, también en eso, el yihadismo no había esperado el fin del régimen libio. Estaban ya presentes en el Sahel, consecuencia de la guerra civil argelina (1990-1999) mal cicatrizada, del abandono de las poblaciones tuaregs a una suerte miserable, de la incapacidad de algunos estados de la región para controlar sus fronteras absurdamente dibujadas por las potencias coloniales…

Las causas son múltiples, las explicaciones sin número sobre lo que está pasando hoy en el Sahel. El resultado está ahí: la venida de un islamo-gansterismo donde el contrabando , el tráfico de droga, la toma de rehenes, robo, violaciones y asesinatos crapulosos se mezclan a las reivindicaciones yihadistas de transformar algunos Estados de la región en emiratos islamistas.
La tragedia que ha caído sobre la implantación de gas de In Amenas, en el Sahara argelino, suena como un terrible aviso.

El asunto maliense no es meramente un asunto entre Francia y una de sus antiguas colonias en África del Oeste. Es solamente una prueba más de la desestabilización progresiva de toda la región saheliana. Atañe a todos los países ribereños de la zona: Argelia, Niger, Burkina Faso, pero también Chad, Guinea, Denegal y Mauritania.

Lo que está en juego es enorme. Se trata de impedir la “somalización” o la “afganistación” de una parte de la región. Necesita la movilización de todos estos Estados. La instalación durable de un amplio foco de guerrilla islamista les amenaza a todos, en mayor o menor grado.

No pueden combatirlos solos. Tienen necesidad de ayuda –militar, económica y política. Es un asunto que atañe a Europa, que es la que más directamente implicada se encuentra, pero también los Estados Unidos y todos aquellos que, como China, cuentan sobre sus relaciones con África para asegurar los aprovisionamientos en las más diversas materias primas.

Gilles Kepel ha dado con la palabra justa ayer en nuestras columnas: “La soledad francesa es imposible de aguantarla, menos si se decide de vaciar la Unión europea de todo su sentido”.

Se espera una señal fuerte, un gesto a la altura de lo que se juega, una movilización excepcional de los Europeos. O sino, también ellos, dejarán parte de su proyecto enterrado en la arena del desierto.

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