¿A dónde va la ropa vieja?, por Rafael Muñoz Abad

2/09/2016 | Bitácora africana

Hace un par de años callejeando por el plateau colonial de la caóticamente ordenada Dakar me llamó la atención un chiquillo de apenas diez años vestido con una camiseta con la Virgen del Socorro impresa. Surrealista.

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Seguir el rastro a la maraña de ropa vieja que metemos en los contenedores del ayuntamiento bajo las indicaciones de “calzado y ropa aquí”, podría generarnos una desagradable sorpresa si nos enteráramos donde puede acabar aquel viejo polo de Benetton cosido a jirones. Los contenedores municipales se vacían en un container que a su vez acaba en algún polígono del extrarradio madrileño o levantino. Allí, operarios clasifican la ropa por edad y sexo; se reembala y termina en un container de la MSC; estoy hecho un chivato, lo sé.

La primera derivada es que la ropa ya no va a los necesitados del barrio y la conclusión inmediata ofrece que el género humano no tiene límites de sinvergüencería. Detrás de este negocio suele estar el típico pureta vestido en oros con camisa de botones color burdeos de manga corta, pantalón de tergal y Mercedes de gasoil; un cuadro. Un pájaro discretamente conectado con la versión más soft del señor de “algo” en Africa. Los que leen esta columna,
pagados por mí, ya conocen esas acepciones: el señor de la guerra liberiano o somalí, los de la droga en el pasillo del Sahel, el de la electrónica de cuarta mano en Lagos, los nuevos señores del petróleo libios y ahora, les presentamos al [señor] de los trapos. Hampones locales cuyo hábitat natural es Africa occidental. Comerciantes que importan containers con toneladas de ropa que supuestamente debieron destinarse a los más necesitados de tu ciudad. El polo de Benetton termina sus días en un puesto callejero de Conakry, Dakar o Lome. Y ahora me acuerdo del progre de turno y sus proclamas sobre la caridad de los africanos que nada tienen y todo lo comparten…Si te ves en Africa sin un duro, verás que alma tan caritativa tiene el vecino de turno… Que me voy por la tangente, como últimamente me dicen.

Aquí la cuestión es la siguiente, las premisas humanitarias puede que no sean tan caritativas como hasta ahora habíamos pensado. Mi experiencia, llevando carga a diversos países africanos, me dice que regalado falleció hace tiempo y todo es pasando por caja. Destapar o denunciar la mafia dedicada al tráfico de ropa es complejo y peligroso, pues los beneficios no se reinvierten precisamente en hacer colegios y hasta aquí puedo leer. El container que llega al puerto de Dakar es recibido por un negro gordinflón con un Trolex; después hay una densa capilarización de intermediarios locales que hacen perder la pista del dinero que acaba en el bolsillo de alguien que a su vez, rinde cuentas a otro tipo de señor más oscuro y no es un juego de palabras; un tipo más siniestro que no está precisamente interesado en reinvertir las ganancias en cuestiones sociales…Piensen a donde va ese par de zapatos que metemos en el contenedor para sentirnos mejores con nosotros mismo

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