Tres posibles acciones para superar ese “instrumento de control” sobre las naciones pobres que es la deuda externa e iniciar así un “camino de esperanza” hacia la paz. En el mensaje que el Papa Francisco ha emitido hoy con motivo de la 58ª Jornada Mundial de la Paz, que la Iglesia celebra cada año el 1 de enero, el Pontífice pide un cambio de ritmo “cultural y estructural”.
No sería suficiente “hacer algún acto de filantropía esporádico” para lograr un “cambio duradero”, subraya el Papa en el mensaje -dividido en cuatro partes y articulado en 15 puntos- para escuchar seriamente “el grito de la humanidad” desgarrada por la violencia. Y en este sentido, el Año Santo es propicio.
El Pontífice, citando a San Basilio de Cesarea, que en una de sus homilías decía «¿Qué cosa, dime, te pertenece? ¿De dónde la has tomado para ponerla en tu vida? […] ¿Acaso no saliste desnudo del vientre de tu madre?, ¿no tornarás desnudo nuevamente a la tierra? Los bienes presentes, ¿de dónde te vienen? Si dices del azar, eres impío, porque no reconoces al Creador, ni das gracias al que te ha dado» (Homilía de avaritia, 7: PG 31, 275), señala cómo hoy, “en la aldea global interconectada [9], el sistema internacional, si no se alimenta de lógicas de solidaridad y de interdependencia, genera injusticias, exacerbadas por la corrupción, que atrapan a los países más pobres”.
Según el obispo de Roma, “la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados”.
A esto se agrega, prosigue “que diversas poblaciones, más abrumadas por la deuda internacional, también se ven obligadas a cargar con el peso de la deuda ecológica de los países más desarrollados”. Ambas, la deuda ecológica y la deuda externa, “son dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación que culmina en la crisis de la deuda”.
De ahí el llamamiento, ya lanzado con la bula «Spes non confundit», dirigido a la comunidad internacional “a emprender acciones de remisión de la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el norte y el sur del mundo. Es un llamamiento a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia”.
El Pontífice sugiere “tres acciones” para “restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza, para que se supere la crisis de la deuda y todos puedan volver a reconocerse deudores perdonados”. En primer lugar, hace suyo el llamamiento lanzado por san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000 de pensar «en una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones». Pero, el Papa advierte de que “para que no se trate de un acto aislado de beneficencia, que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda, es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos”.
La segunda acción consiste en “un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural… Sin esperanza en la vida, en efecto, es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas”. En esta óptica, el “gesto concreto” que pide que se ponga en práctica el Papa Francisco es “la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones”, una medida, como está escrito en “Spes non confundit”, que “destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación”.
La tercera vía es un llamamiento que se hace eco de los de Pablo VI y Benedicto XVI, es decir, utilizar “al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático”.
“Debemos buscar que se elimine todo pretexto que pueda impulsar a los jóvenes a imaginar el propio futuro sin esperanza, o bien como una expectativa para vengar la sangre de sus seres queridos. El futuro es un don para superar los errores del pasado, para construir nuevos caminos de paz”, es la admonición del Obispo de Roma, que en la parte final del mensaje recuerda cómo la verdadera paz es la que “es dada por Dios a un corazón desarmado”, es decir “un corazón que no se empecina en calcular lo que es mío y lo que es tuyo” sino “que no duda en reconocerse deudor respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo”.
Fabio Beretta
Fuente: Agencia Fides
[CIDAF-UCM]
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