La creación de una Escuela africana de gobernanza representa una ambiciosa iniciativa ruandesa cuyo objetivo es reforzar la capacidad de los futuros líderes africanos frente los desafíos que se presentan al continente: gobernanza, desarrollo sostenible e independencia política y económica. Se trata de ofrecer a las jóvenes generaciones los instrumentos necesarios para promover liderazgos íntegros y eficaces, orientados a satisfacer las aspiraciones de las sociedades africanas.
Sin embargo, este proyecto plantea no pocos interrogantes sobre los verdaderos objetivos y sobre la ideología que sustenta su programa. ¿Sirve a la emancipación de los jóvenes líderes o, al contrario, a intereses externos para modelar la visión y valores de futuros cuadros del continente?
¿Una escuela para formatear y desideologizar a la juventud y élite africana?
La iniciativa, mayoritariamente financiada por Mastercard Foundation, como principal donante de fondos, podría impulsar una visión de gobernanza que reflejara más los principios, valores e intereses de sus apoyos occidentales que los de las sociedades africanas.
En un contexto en el que numerosos africanos, sobre todo jóvenes, se muestran deseosos de separarse de la influencia de los antiguos colonizadores, algunos ven en Kagame, presidente de Ruanda, un relevo de los intereses imperialistas. Podría, según sus detractores, actuar como mediador encargado de difundir un modelo de gobernanza conforme a las expectativas de los donantes occidentales, bajo el prisma de la eficacia y modernidad, en contra de una autonomía verdaderamente enraizada en las aspiraciones del continente.
¿Kagame, un modelo de buena gobernanza?
Entendemos la buena gobernanza como transparencia, responsabilidad, respeto de los derechos humanos, participación ciudadana y Estado de derecho. Ahora bien, estos principios son ignorados por el régimen de Paul Kagame. ¿Cómo puede pretender ser el iniciador de una escuela del buen gobierno? En las elecciones presidenciales Kagame obtiene aplastantes victorias (el 99 % de los votos); nadie ignora su modus operandi.
Desde su conquista del poder en su país en 1994, ha centralizado el poder en su persona, en su partido, el Frente Patriótico Ruandés (FPR), y ha instaurado un régimen autoritario en el que la disidencia es reprimida. Ha tomado el control de todas las instituciones; ha impuesto una estricta censura en los medios y los periodistas son hostigados y encarcelados; las voces críticas desaparecen y/o son asesinadas. La periodista Michela Wrong ha lanzado este llamamiento: “No nombréis a alguien que pretende haber sido elegido por el 99 % de los votos de su país y cuyas fuerzas ocupan ilegalmente las tierras de su vecino (la República Democrática del Congo) para defender el ‘liderazgo’ y la ‘buena gobernanza’”.
Resulta paradójico, incluso cínico, que Paul Kagame se presente como pionero de una escuela africana de buen gobierno. En un contexto en el que Ruanda es señalado regularmente a causa de sus atentados contra los derechos humanos y la marginación de la mayoría de la población ruandesa, en favor de una elite restringida, ¿cómo su máximo dirigente puede legítimamente encarnar los valores de la transparencia, inclusividad y buen gobierno?
Si la escuela en cuestión reproduce las prácticas en vigor en Ruanda, corre el peligro de formar una nueva generación de líderes autoritarios, dispuestos a mantenerse en el poder por medio de la fuerza y la exclusión.
¿Una escuela contra el aumento del panafricanismo?
El panafricanismo, movimiento cuyo objetivo es el de unificar las naciones africanas y poner en valor la identidad propia del continente en respuesta a las secuelas de la historia colonial, suscita un creciente interés, concretamente entre los jóvenes africanos. Esta corriente inspira un renovado sentimiento de solidaridad y orgullo continental, visible en los recientes cambios en Malí, Níger y Burkina Faso, que han expresado un rechazo a la influencia occidental. Son dinámicas que inquietan y producen cierto temor en las cancillerías occidentales y que ponen en cuestión intereses geopolíticos establecidos.
Portavoces de este movimiento son Kemi Seba o Nathalie Yamb; llaman a una reapropiación de los valores e identidades africanas y se pronuncian en favor de una emancipación de África frente a estructuras heredadas de la época colonial a la vez que impulsan a los africanos a volver hacia sus raíces culturales y políticas y construir una soberanía auténtica, libre de injerencias extranjeras. Francia, con el franco CFA y sus bases militares y los Estados Unidos y una multitud de bases militares, mantienen una presencia en África que a ojos de numerosos jóvenes simboliza una tutela persistente sobre el continente.
Dado que esta escuela africana de la gobernanza está financiada por actores occidentales, sin haber sido concertada con los panafricanistas, es muy posible que esos donantes de fondos influirán en los programas. integrando en ellos orientaciones contrarias al impulso del panafricanismo. El nombramiento en septiembre de un cuadro de Master Card, Joseph Nsengimana, a la cabeza de la educación no es fruto del azar.
¿Una escuela para frenar la influencia de los BRICS en África?
El auge de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) contribuye a alimentar una nueva filosofía de liberación e independencia para los países en desarrollo y pone en cuestión el monopolio de occidente en los asuntos económicos y políticos de estas naciones. Este bloque alternativo ofrece a los países africanos una oportunidad de diversificar sus socios y de reequilibrar sus intercambios, marcados tanto tiempo por relaciones desiguales y nada ventajosas.
Frente a esta tendencia de fondo, Paul Kagame, sin ninguna duda, juega un rol estratégico en favor de occidente en cuanto aliado en la promoción de una gobernanza acorde con los intereses imperialistas. La escuela de “buena gobernanza” en Ruanda sería un instrumento para moldear la juventud africana según los valores acordes con las expectativas de las potencias extranjeras; se trataría de “formatear” la próxima generación de líderes africanos con estrechos intereses con occidente.
Como contrapartida, Kagame se beneficia de cierta indulgencia internacional: sus violaciones de los derechos humanos y sus intervenciones militares en los países vecinos son toleradas. Esta complacencia va hasta el suministro de armamento, consolidando su poder regional; Kagame se beneficia de un apoyo estratégico a cambio de su contribución en la preservación de los intereses occidentales en África.
¿Una escuela para formar en África liderazgos basados en la familia y/o en la oligarquía?
Bajo la presidencia de Paul Kagame, el poder político, económico y social está concentrado en manos de una oligarquía surgida de una minoría étnica. Se ha creado un sistema cerrado que limita fuertemente las oportunidades de movilidad social para la mayoría.
Cabe temer que la inauguración de una escuela promotora del buen gobierno para la formación de futuros líderes no sirva más que para inculcar un modelo conforme a las características del actual régimen ruandés y reproducir un sistema autoritario en el que el ascenso social repose en la lealtad a la elite/casta en el poder. Ello favorecería la consolidación de dinastías políticas y la transmisión del poder entre familias o etnias influyentes, frenando la renovación de liderazgos democráticos.
Conclusión
Esta “Escuela africana de gobernanza” se presenta con la ambición de responder a los urgentes desafíos del continente y de formar los futuros líderes. El controvertido perfil de su iniciador, Paul Kagame, suscita serias dudas en cuanto a la sinceridad de la iniciativa: acusado de graves violaciones de los derechos humanos, colaborador con intereses extranjeros en la explotación de los recursos africanos, ¿puede encarnar los valores de la buena gobernanza y de independencia que África aspira cultivar? Por otra parte, en un contexto de reorganización de las influencias mundiales, esta institución es percibida igualmente como una tentativa de frenar la influencia creciente de los BRICS en África y de mantener el continente en la esfera de influencia occidental.
Vestine Mukanoheri
Fuente: Echos d’Afrique
[CIDAF-UCM]