Impulsando el desarrollo rural y la creación de empleo en África

3/10/2011 | Crónicas y reportajes

A pesar de la Declaración de Maputo, adoptada en 2003, en la cual los Jefes de Estado africanos se comprometieron a aumentar la inversión pública en agricultura, en un mínimo del 10% de los presupuestos nacionales, fue necesario esperar hasta 2008 y a que produjeran las primeras revueltas debidas al alto precio de los alimentos, para que los gobiernos africanos y la comunidad internacional se dieran cuenta de los grandes retos que suponen la seguridad alimentaria y el desarrollo rural en África.

Pero la indiferencia, que ha caracterizado a los ejecutivos africanos durante las tres últimas décadas, con respecto a la agricultura y otros retos tan importantes como son el cambio climático, la seguridad alimentaria, el crecimiento demográfico, la dimensión que está adquiriendo la usurpación de tierras, el desempleo juvenil, el descenso de la inversión en investigación, la migración y la urbanización, representa el principal obstáculo para el “renacimiento” de los agricultores africanos.

Países como Malí, Etiopía, Senegal o Níger han alcanzado el objetivo fijado por la Declaración de Maputo, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. Según el último informe publicado por le Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD), en diciembre de 2010, sobre la pobreza rural, en el África subsahariana se concentra un tercio de la población rural, extremamente pobre, del mundo. Es decir, 306 millones de personas, cuando al principio de este siglo solo había 268 millones. Aunque en esta región el porcentaje de personas que viven en la pobreza extrema disminuyó del 65 al 62%, todavía sigue siendo mucho más elevado que el del resto del mundo.

En África la agricultura supone entre el 30 y 50 por ciento del PIB en países como Malí, Níger, Ghana, Tanzania o Uganda. El sector agrícola emplea a la mayoría de la fuerza laboral africana y representa el 63 por ciento de los ingresos de los hogares rurales (frente al 62 por ciento en Asia y el 56 por ciento en América Latina). Además, esto se da en una zona donde el trabajo remunerado es muy limitado, las condiciones laborales son extremadamente difíciles, las posibilidades de mejorar el nivel de vida o de conseguir logros personales o educativos están muy restringidas, las inversiones son insuficientes y la productividad es baja. Todos estos factores empujan a los jóvenes a abandonar las zonas rurales en busca del éxito social en las ciudades.

Ahora, más que nunca, la creación de empleo que favorezca el crecimiento rural representa un desafío fundamental para el futuro de los africanos que viven en las zonas rurales, ya sean agricultores o no. Hoy en día están surgiendo nuevas oportunidades, especialmente en el campo de las energías renovables, la prestación de servicios y la producción de alimentos. La creación de empleo y el crecimiento de las zonas rurales han sido dos temas centrales en los debates organizados por el Centro Técnico de Cooperación Agrícola y Rural (CTA), una organización establecida en el año 2000 bajo los auspicios del Acuerdo de Cotonou entre el grupo de países del ACP (África, Caribe y Pacífico) y la Unión Europea, cuya principal tarea es desarrollar y ofrecer servicios que mejoren el acceso a la información para favorecer el desarrollo agrícola y rural.

El director del CTA, Michael Hailu (de Etiopía), destacó tres aspectos en su discurso de apertura de la conferencia: “en primer lugar, el desarrollo agrícola, aunque sea muy importante, no es suficiente para garantizar la reducción de la pobreza y la prosperidad en los países en vías de desarrollo. Necesitamos un enfoque integral en el que se integren otros sectores, como las infraestructuras, la educación y la salud, junto a la agricultura. En segundo lugar, la voluntad y la visión políticas son claves para lograr la transformación del medio rural. En tercer lugar, es importante documentar las intervenciones prácticas que tengan un impacto medible, por ejemplo en el empleo rural, y tratar de mejorarlas”.

El director ejecutivo del NEPAD, Dr. Ibrahim Assane Mayaki, insistió en “la importancia de la capacidad de planificar que necesitan los gobiernos africanos. Con las políticas de ajuste estructural impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial esta capacidad fue puesta en entredicho, pero hoy día ha sido rehabilitada gracias al Programa de Desarrollo Agrícola Africano (CAADP) promovido por NEPAD, el cual fomenta un enfoque regional a los retos de la agricultura con el fin de facilitar la coordinación entre los distintos planes nacionales. El desarrollo agrícola no se puede conseguir sin el apoyo del Estado”, dijo Mayaki.

Si los países africanos se enfrentan a problemas específicos, pueden servirse de las estrategias desarrolladas por los países emergentes. Felicity Proctor, una consultora británica independiente y principal asesora de la Conferencia Internacional celebrada en Nueva Delhi, en 2010, sobre las Dinámicas de la transformación rural en las economías emergentes, presento cuatro ejemplos: Sudáfrica, India, Brasil y China. Las sociedades rurales de estos cuatro países constituyen el 25% de la población mundial. “Gracias a importantes inversiones, sistemas de buen gobierno y eficientes programas públicos, se han conseguido grandes avances”.

De hecho, “cientos de millones de personas han salido de la pobreza; la producción de alimentos se ha incrementado desde las hambrunas de la década de 1950 y comienzos de 1960; los recursos naturales y los ecosistemas ya no pueden ser destruidos con total impunidad. Además, los esfuerzos hechos por los gobiernos en el campo de la educación han tenido como resultado que aumente el número de hombres y mujeres jóvenes que pueden acceder a la educación”, todo esto favorece el desarrollo de una mano de obra cualificada capaz de aumentar la productividad.

El caso de Brasil atrajo la atención de la audiencia gracias a la intervención de Elisangela dos Santos Araujo, Coordinadora general de la Federación de trabajadores rurales de Brasil. Fundada en 2004, la FETRAF agrupa a más de 600 sindicatos y asociaciones en más de mil municipios, representando a unas 500.000 familias de agricultores. “Nuestro objetivo es influir la política de las autoridades públicas con las que trabajamos”, dijo Araujo.

Durante la era de Lula, FETRAF aprovechó el amplio programa de reformas sociales y agrarias implementadas por el ex presidente de Brasil, para promover un gran número de proyectos agrícolas, que también están relacionados con el sector educativo (a través del desarrollo de la Escuela Técnica de Agricultura Familiar o la formación para jóvenes provenientes de pequeñas explotaciones familiares en las ciencias agrícolas y en los Derecho humanos, en el estado de Sao Paulo), el programa de vivienda (a través del Programa Nacional de Vivienda Rural, que ya ha entregado 30.000 viviendas) o el sector comercial (gracias a los sindicatos y las organizaciones, las granjas familiares se han organizado en cooperativas de producción y comercialización de tal manera que los pequeños agricultores producen alimentos que luego se utilizan para abastecer a sectores de la población que experimentan inseguridad alimentaria y para crear bancos de alimentos).

De hecho, la capacidad de las organizaciones de productores a la hora de influir en el desarrollo e implementación de las estrategias nacionales a favor de las zonas rurales y la productividad agrícola, no solo “fortalecería la capacidad de los agricultores africanos de desarrollar economías sostenibles y controlar los estadios de producción y comercialización, sino que también representa un cuestión fundamental”.

La Asociación Nacional de Pequeños Agricultores de Malaui (NASFAM) es un buen ejemplo. En Malaui la agricultura emplea al 80 por ciento de la población activa y representa el 63,7 por ciento de las fuentes de ingresos de los hogares rurales. “Pero los pequeños agricultores se encuentran con muchos problemas”, dijo el Director ejecutivo de NASFAM, Dyborn Chilonga. “El acceso a los créditos es muy limitado y las tasas de interés son muy altas, los precios de los equipamientos son muy elevados y es muy difícil conseguirlos. En esas circunstancias los pequeños agricultores sufren porque no están unidos y cuando empiezan a hacer negocios con los eslabones más altos de la cadena agrícola, no son capaces de sobrevivir”.

NASFAM fue creada en los años 90, como consecuencia de esta situación y a la falta de una voz que defendiera los intereses políticos y económicos de los pequeños agricultores, con el objetivo de promover un sector económico donde los agricultores produzcan y comercialicen sus productos, tales como los chiles, los cacahuetes, el tabaco, el algodón, el arroz, la soja y las judías. “Para los pequeños agricultores, lo mejor es trabajar en grupos organizados”, dijo Chilong. “Estos grupos pueden entrar con fuerza en la cadena comercial y conseguir beneficios sostenibles”.

En la actualidad, NASFAM tiene 14 centros de control asociados con una red nacional de 291 empleados y colabora con 108.000 agricultores en la formación y gestión, de forma coherente, de asociaciones de agricultores para la comercialización de diferentes productos que se venden en los mercados nacionales e internacionales.´

“Ofrecemos a los agricultores almacenes donde los productos son procesados y almacenados, y apoyamos a nuestros asociados ofreciéndoles transporte hasta los mercados. NASFAM también aporta beneficios a las pequeñas economías a través de la negociación de los términos da la comercialización de los productos. Finalmente, parte de los productos producidos por nuestros asociados se venden en los mercados internacionales donde compañías de comercio justo, como Twin Trading Ltd., juegan un papel fundamental comprando los cacahuetes de NASFAM para minoristas del Reino Unido como Co-op, Tesco, Sainsbury, así como para su propia marca, Liberation”.

A pesar de que la historia de NASFAM sea una historia de éxito, los expertos presentes en la reunión de CTA estuvieron de acuerdo en que la agricultura por sí sola no puede reducir la pobreza rural. El último en sumarse a esta opinión fue Paul Barrera, fundador y Director ejecutivo de la Red de Telecentros de Ruanda (RTN).

Después de pasar por el gobierno de Ruanda como teniente alcalde encargado del desarrollo socio-económico, en la administración local, Barrera descubrió su interés por el desarrollo rural. “Desafortunadamente, la gran mayoría de los agricultores de Ruanda siempre han sido ignorados por los proveedores de servicios debido a su bajo poder adquisitivo y su aislamiento geográfico. Esto ha originado que se prive a la población rural de los últimos avances tecnológicos y del acceso a los servicios socio-económicos”.

Tras la publicación del documento “Visión 2020”, un plan estratégico de desarrollo presentado por el gobierno de Ruanda con el objetivo de transformar la economía desde una dependiente en gran medida de la agricultura a otra centrada en la prestación de servicios de conocimiento e información, en 2004 Barrera lanzó el primero de sus “telecentros” en Nyamata (a unos 30 kilómetros al sur de Kigali).

“El objetivo de este proyecto no es solo el reducir la brecha digital, sino también reducir el déficit en la prestación de servicios que existe entre el gobierno, los negocios y los servicios sociales. Además, el problema de desempleo existente en el país también se tiene en cuenta por las oportunidades laborales, directas e indirectas, que genera este proyecto”.

Cada telecentro está gestionado por un grupo de empresarios locales o por una cooperativa comunitaria y tiene entre cinco y veinte ordenadores y otros equipamientos como escáneres, impresoras, televisiones, CD ROMS y videojuegos. El centro ofrece una amplia gama de servicios públicos y privados relacionados con la agricultura, relaciones con el gobierno, banca, seguros, sanidad, e-learning, externalización de procesos empresariales rurales, etc. Hasta ahora, están en funcionamiento 150 centros y cada uno cuenta con, al menos, tres personas. Sin embargo, para Barrera esto no es suficiente. “Tras el acuerdo alcanzado con el gobierno, RTN se ha comprometido a crear una red de 1.000 centros TIC para finales de 2015, un telecentro para cada pueblo de Ruanda”.

Las ambiciones de Paul Barrera representan una respuesta a la voluntad de un ejército de empresarios rurales africanos que quieren cambiar la imagen de la sociedad rural de África, que normalmente es percibida como atrasada. Los gobiernos africanos y los inversores privados tienen aquí una respuesta. Ya en su tiempo, el filósofo griego Jenofonte, en siglo cuarto AC decía, en su tratado de economía, que “la agricultura es la madre y creador de todas las demás artes: cuando la agricultura está bien realizada, todas las demás artes prosperan, cuando la agricultura se descuida, decaen las demás artes, tanto en la tierra como en el mar”.

Joshua Massarenti, Bruselas, 30.09.11.

Fuente: Afronline.

Traducción: Chema Caballero.

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