¿Cómo reaccionan los hijos de la inmigración a la guerra en Libia?

13/07/2011 | Crónicas y reportajes

Aunque los ataques aéreos de la Otan pisotean en el terreno y no han logrado ningún avance tangible, la adhesión a una intervención que quería el presidente francés Nicolas Sarkozy parece compartida por la mayoría de franceses.

Así, según un sondeo realizado en internet del 24 al 26 de mayo de 2011 por un instituto de sondeo francés Ifop, un 55% de las personas interrogadas se declaraban favorables a la acción de la Otan a finales de mayo, contra un 54%, en el ultima sondeo realizado un mes antes. Cifras en ligero ascenso que confirman una amplia aprobación de las decisiones de Nicolas Sarkozy sobre Libia.

En este caso, si la operación libia no ha permitido al presidente francés reactivar su nivel de popularidad ante su electorado, le habría servido, sin embargo, para mantenerse en la línea de una gran parte de la población, sobre el expediente de las revoluciones árabes, y en cierto modo, corregirse después los enredos de la diplomacia francesa en Túnez u Egipto.

Una posición un poco paradójica, cuando recordamos el rechazo suscitado en Francia en 2003 por la guerra americana contra Iraq, pero que se traduce sobre el terreno en una cierta indignación frente a los crímenes de guerra del ejército regular libio y de los mercenarios de Gadafi sobre las poblaciones civiles, desde el principio de las insurrecciones.

Un balance de la opinión en el cual Bernard Henri Levy va a desempeñar un papel importante, pero que no ha logrado convencer las comunidades magrebíes africanas del hexágono, que en gran parte parecen rechazar esta nueva aventura en Libia. Una operación, por otra parte antes mal considerada y que hace eco de un pasado colonial doloroso.

¿Nueva guerra colonia?

Un periodo a menudo evocado cuando se trata de hablar de la situación en Libia, especialmente por Mourad, que cree desvelar en la decisión de Sarkozy de mandar sus aviones el 18 de marzo, aniversario de los acuerdos de Evian que marcaron el fin de la guerra argelina, un guiño a la historia. Para este universitario argelino de 30 años que vive en la región parisina, la demostración de fuerza del ejército francés se inspira en la política de la cañonera de la época colonial, y parece “una huida adelante” para una clase política francesa “que pierde velocidad y está deseosa de dar un imagen de gran potencia, aunque el país está en decadencia en la escena internacional”.

Karima, que no tiene pelos en la lengua, percibe la acción de la Otan como “una agresión bárbara injustificable, como en tiempo de las colonias, y cuyas primeras víctimas son los civiles, aunque intentemos decir que se trata de defender a la población de Benghazi”. Para esta secretaria médica de origen marroquí, Francia intenta “otra vez interferir en los asuntos de los países africanos”.

Colgado como Saddam

Mientras que algunos echan pestes contra el intervencionismo francés, otros denuncian los 31 años de dictadura del régimen de Gadafi con mucha vehemencia. “Merece terminar colgado como Saddam”, dice un comerciante tunecino, para quien el líder libio es el que, por los crímenes cometidos contra su propio pueblo, ha hecho posible una intervención extranjera.

Un parecer ampliamente compartido en el seno de la comunidad magrebí, aunque no implica tanto una adhesión al compromiso militar francés. Generalmente, la idea más extendida es que Sarkozy, quien apoyó sin embargo a Ben Ali y Mubarak hasta al final, utiliza como pretexto los crímenes cometidos por el gobierno libio, para empezar una nueva guerra contra un país árabe. Un argumento particularmente presente en las discusiones de los más mayores y los recién llegados, que no dudan en compararlo con la guerra en Argelia.

Una postura nada minoritaria, y que globalmente no tenemos que interpretarla como un apoyo a Gadafi sino como una lectura particular de los acontecimientos, es aquella en que el peso del pasado colonial ocupa un sitio central. Para lo magrebís de Francia, y particularmente los de origen argelino, ver aviones franceses operar y bombardear en Libia recuerda la represión colonial, y representa una nueva humillación en la larga lista de las últimas operaciones militares occidentales que, desde Irak hasta Afganistán, pasando por Sudan y Líbano, apuntan o han apuntado a países árabes o musulmanes.

Interpretaciones que no comparte Ahmed, que apoyaba y quería, antes de los debates en el Consejo de Seguridad, la adopción de una resolución que permitiera una intervención militar. Para este agregado parlamentario, que colabora en el gabinete de una diputada europea lionesa, se trata “de ir para ayudar a las poblaciones civiles y de impedir la toma de Benghazi de los rebeldes por las tropas fieles a Gadafi”. La personalidad de Gadafi hacía temer lo peor, Todavía cree que se habría producido una gran carnicería. Desde entonces, el entusiasmo ha dejado lugar a la duda, en este lionés de 42 años que tiene miedo ahora que el statu quo conduzca simplemente a la dislocación de Libia.

El temor de una nueva Somalia

Una situación que no sorprende a Bakary Sambé, para quien la Otan traduce la voluntad de los europeos y de Francia de aprovechar la ocasión para “reponer a sus peones después los fiascos tunecino y egipcio”. Volviendo a colocar el episodio libio en el vasto juego de competición chino-occidental para el control de África y sus riquezas, este brillante investigador de relaciones internacionales franco-senegalés considera que “este nuevo precedente supone un riesgo, podría ser seguido por otras operaciones del mismo género con el pretexto del apoyo a las fuerzas de oposición”. Quizás con el riesgo de contribuir a “somalización” de todo el continente africano.

Un discurso que comparte Jean, estudiante de origen marfileño, que aunque condene abiertamente los crímenes de Gadafi, ve en la Otan la voluntad de desembarazarse de las mismas motivaciones que condujeron a la expulsión de Laurent Gbagbo. A saber, el control de los recursos naturales y la voluntad de “dominar a un dirigente demasiado independiente de los occidentales”.

Duro golpe para las economías africanas

Lejos de ser minoritarias aunque sin ser mayoritarias entre las comunidades negras, estas opiniones parecen más bien expresar, todavía más que en los magrebís, una exasperación creciente frente al intervencionismo francés en los asuntos africanos. Una injerencia muy mal considerada cuando es puesta en paralelo con la persistencia de las bases militares francesas en todo el continente negro. La reminiscencia del discurso de Dakar, donde Nicolas Sarkozy declaraba delante de un público estupefacto, que el hombre africano no ha entrado suficientemente en la historia, hace eco también del sentimiento ampliamente compartido de un África todavía humillada por sus antiguos colonizadores.

Un resentimiento particularmente fuerte en algunos, que olvidan un poco rápido los crímenes del autócrata libio y prefieren evocar la imagen de un gran líder que ha trabajado mucho para el continente africano, esencialmente a través su proyecto de los Estados Unidos de África. Una realidad que no puede entenderse solo por el entusiasmo suscitado por el discurso “africanista” de Mouammar Gadafi y el peso de las inversiones libias en todo el continente. Inversiones cifradas oficialmente en varios miles de millones de dólares que supieron aprovechar generosamente países particularmente abandonados como Gambia o Mali.

La pérdida de este maná importante de petrodólares invertidos más en África que en las economías occidentales, sumado a que, a partir de ahora, se han esfumado las esperanzas en el proyecto de creación de un Banco Central Africano, a iniciativa de Gadafi, y sobre todo de un Fondo Monetario Africano, inicialmente con base en Yaundé, y dotado de un capital de más de 40.000 millones de dólares (27,6 mil millones de euros), ha acreditado de hecho todas las tesis de teorías del complot. Igual que las de los blogs comunitarios y paginas facebook, donde no es raro ver la foto de Gadafi entre otros líderes políticos.

Una popularidad que no sorprende a Jebril, periodista de origen maliense de un gran diario regional, que considera que la misión mal definida de la Otan en Libia y sus consecuencias sobre la estabilidad del país, corre el riesgo de contribuir a poner en tela de juicio “un crecimiento económico africano que, para los dirigentes occidentales, beneficiaría demasiado a China y a los países emergentes, incluida Libia”.

Una confesión que lejos de ser representativa de una mayoría de franceses de origen subsahariana o magrebí, en este caso, dice mucho sobre una cierta exasperación respecto a la política francesa en África.

Arslan Lehmici

Publicado en Slate Afrique, el 5 de julio de 2011.

Traducido por Kaoutar Inchaallah, estudiante de Lenguas Extranjeras Aplicadas en la universidad de Lyon, colaboradora en prácticas con la Fundación Sur.

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