El pasado 11 de enero, las conferencias episcopales de África anunciaron su negativa a practicar las bendiciones sugeridas por un documento vaticano, para personas que viven en situación de “pareja irregular”, incluidas las parejas homosexuales. Evitando tensar sus relaciones con Roma, los obispos africanos reafirmaban «su comunión con el Papa Francisco«, pero insistían en que “las bendiciones propuestas no se pueden hacer en África sin exponerse a escándalos«. “En nuestro contexto, esto [las bendiciones de homosexuales] causaría confusión y estaría en contradicción con la imagen cultural de las comunidades africanas». “Nuestro contexto” se refería a que la homosexualidad está prohibida en unos 30 países africanos, e incluso castigada severamente en algunos de ellos, como Nigeria, Uganda y Mauritania. Los argumentos de los obispos africanos han sido fundamentalmente dos. Imponerles una agenda según ellos claramente occidental, la del acompañamiento de los homosexuales, equivaldría a una nueva “colonización cultural”. Por otra parte, el documento del Vaticano proponía, pero no imponía las bendiciones. Y en el contexto de la sinodalidad que quiere el Papa Francisco, el respeto mutuo es fundamental, también cuando se dan divergencias en decisiones de orden pastoral. El caso es que, pocos meses más tarde, esos mismos obispos, apelando igualmente al espíritu de sinodalidad, acaban de crear una comisión especial que estudie la mejor manera de acompañar a los cristianos polígamos, tema que interesa poco a los obispos occidentales en cuyos países la poligamia es ilegal. El anuncio lo hizo el 25 de abril el secretario general del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), Rafael Simbine Junior, durante una reunión en Nairobi de delegados que representan a África en el Sínodo sobre la Sinodalidad, y que se preparan para la segunda sesión de ese Sínodo, que tendrá lugar del 2 al 29 de octubre de 2024. Las deliberaciones de la Comisión «especial» serán presentadas a los obispos de África en la próxima Asamblea Plenaria del SECAM, prevista para julio en Ruanda. Y si el texto sobre la poligamia es aprobado por los obispos, será enviado al Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano.
Los países africanos con mayor índice de personas que viven en familias polígamas, Burkina Faso (36 %), Malí, Gambia, Níger, Nigeria, Guinea, Guinea Bissau y Senegal (23 %) están en África Occidental. En África, los musulmanes son más propensos que los cristianos a vivir en este tipo de arreglo (25 % frente a 3 %), que también prevalece entre los seguidores de religiones tradicionales y personas que no se identifican con una religión. Puede que algunos miembros de la dicha “Comisión especial” episcopal hayan conocido de primera mano la poligamia. Los más ancianos probablemente recuerdan cómo los primeros misioneros cristianos tenían ideas (demasiado) claras al respecto. Antes de que un polígamo pudiera ser bautizado, tenía que escoger con cual de sus mujeres iba a quedarse y reenviar las otras a sus familias, cometiendo así una terrible injusticia con éstas. Hoy, las iglesias africanas en particular y los africanos en general buscan su propio “aggiornamento”, una modernidad que les permita conservar los valores de la tradición. Y en la poligamia, también los había. Por ello ya fue el de la poligamia uno de los temas que afloraron cuando en julio de 2016 el SECAM se reunió en Luanda (Angola), poco después de la publicación de la exhortación apostólica postsinodal sobre la familia, «Amoris Laetitia» (La alegría del amor).
“En la ONU, la Comisión de Derechos Humanos y el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer consideran que los matrimonios polígamos constituyen una discriminación contra la mujer y han recomendado que se prohíban”, resumía Liliane Charrier en un artículo del 15 de abril de 2022 para TV5Monde. Se trata de una discriminación generalizada. Precisamente para contrarrestarla, el gobierno de Sudáfrica, (la poligamia está allí permitida desde 1996), estudió en junio de 2021 la posibilidad de legalizar la poliandria. La reacción popular fue tremendamente negativa y machista. Con todo, ya en un artículo del 11 de mayo de 2018 en Le Monde, la periodista franco-senegalesa Coumba Kane constataba una tendencia al alza en la apreciación de la poligamia, y explicaba que “En Senegal, la poligamia ya no repele a las mujeres educadas”. En ese artículo, “Anta” (nombre ficticio), elegante periodista de 27 años, hija de un médico y una maestra, “niarel” (segunda esposa en wolof) de un marido 19 años mayor que ella, se explicaba: «Siempre quise estar en un hogar polígamo. Es una forma de libertad, porque tengo tiempo para mí cuando mi marido está con la primera esposa. No me veo cuidando de él sola».
En ese contexto, los obispos africanos buscan cómo acompañar a los cristianos que viven en familias polígamas. ¿Cuál es su margen de maniobra? Muy estrecho, según el Padre Don Bosco Onyalla (de la diócesis de Rumbek, Sudán del Sur), fundador y editor en jefe de Association for Catholic Information in Africa (ACI Africa), en un artículo del 2 de noviembre de 2023, en el que imaginaba cual iba a ser el “discernimiento teológico y pastoral sobre la poligamia”. Onyalla cita primero el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CSDC 217), una publicación del Pontificio Consejo Justicia y Paz, que describe la poligamia como “una negación radical del plan original de Dios” para el matrimonio. Recuerda después las palabras de Andrew Fuanya Nkea, arzobispo de Bamenda (Camerún) en una entrevista publicada por el National Catholic Register (NCR) el 30 de octubre de 2023: “En África entendemos el matrimonio como una unión entre un hombre y una mujer, y que todo lo que esté por debajo de eso es brujería […] En África estamos abiertos a muchas cosas. Debatimos sobre la poligamia no porque quisiéramos que se legalizara, sino porque queremos que se nos acompañe”.
¿Mucho ruido, pues, y muy pocas nueces? Tal vez el acompañamiento de los polígamos sería más sincero y llevadero, si obispos y teólogos africanos recordaran que Pablo nunca impuso la monogamia a todos los cristianos, pero sí a obispos y diáconos: “Es pues necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario…” (2Timoteo 3,2); “Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa” (2Timoteo 3,12). Y recordaran también que si la Iglesia terminó definiendo el matrimonio como una unión monógama y fiel fue, en buena parte, porque ese era el tipo de matrimonio que defendía la Ley romana cuando los cristianos llegaron a la capital del imperio.
Ramón Echeverría