¿ Qué futuro para África?, por Oscar Mateos.

14/02/2011 | Bitácora africana

La primera jornada de talleres del Foro Social Mundial estuvo dedicada a la situación en el continente africano. En general, los talleres confirmaron una tendencia que trasciende la coyuntura africana: las relaciones internacionales y las dinámicas globales están cambiando. En el escenario internacional hay nuevos actores que han puesto en entredicho la hegemonía occidental, especialmente la de EEUU. No es ninguna novedad entonces admitir que el siglo XXI va a ser el siglo de China, de India y de Brasil. EEUU sigue siendo la primera potencia militar, pero a nivel económico y comercial, los países emergentes ya han roto el monopolio habitual para configurar un mundo multipolar, diferente al de la posguerra fría.

¿Dónde queda África en este nuevo escenario? Lo más interesante en este sentido es observar como los tradicionales paradigmas para entender este asunto ya no sirven del todo. No sirve la narrativa “afropesimista” que entiende que África está condenada al subdesarrollo a menos que tenga la capacidad de adaptarse a las reglas de juego capitalista (discurso neoliberal). Pero tampoco sirven los discursos (también pesimistas) que han entendido la relación de África con el mundo como una relación histórica de explotador y explotado (discurso estructuralista). Este último relato explica una importante parte del marco teórico en el que nos movemos (la explotación continua, como subrayan estos días Samir Amin o Aminata Traoré), pero quizá no tiene suficientemente en cuenta el dinamismo y la agencia de las sociedades africanas que va configurando una realidad más compleja e impredecible. Y este quizá es el hecho más extraordinario.

Sí que parecen existir algunas tendencias, discutidas estos días en los diferentes talleres, que van a ser importantes en la comprensión de la situación africana en los próximos años. La primera es el papel, ya casi hegemónico, de China en muchas partes del continente. En lo que más nos interesa, ¿está siendo esta presencia positiva o negativa para mejorar la realidad social de los pueblos africanos? Para Samir Amin y otras voces, la relación es positiva, rompe la relación asimétrica entre occidente y África, es más horizontal ya que no exige condicionalidades en el intercambio, y establece un nuevo escenario sur-sur que obliga a la Unión Europea o a EEUU a redefinir y replantear su relación con África. Sin embargo, este intercambio sigue siendo esencialmente desigual. China está proveyendo de grandes infraestructuras a los países africanos a cambio de contraprestaciones relacionadas con la explotación de los recursos y el arrendamiento de tierras (en algunos casos con contratos a 99 años) de dudoso beneficio para el conjunto de las poblaciones africanas.

Segundo, el proceso de militarización del continente africano parece incuestionable. El discurso de los “estados frágiles o fallidos africanos” ha llevado a EEUU, pero también a la Unión Europea, a invertir gran parte de su ayuda en la reforma de los ejércitos africanos o bien a establecer bases militares en determinadas zonas estratégicas (el programa AFRICOM estadounidense es el ejemplo más claro). El objetivo es triple: lograr países más estables (evitar futuras “Somalias”), controlar las olas migratorias y controlar los posibles focos de terrorismo internacional, especialmente en zonas como la del Sahel. Todo ello, muchas veces, bajo la égida de la cooperación y el desarrollo y la apariencia de un discurso desinteresado.

Tercero, existen procesos políticos y democráticos diametralmente opuestos en el conjunto del continente. Un primer proceso tiene que ver con experiencias de “liberalización política”, es decir, la celebración sistemática de elecciones y la aparente consolidación del pluralismo político. Estas experiencias no son tanto fruto de procesos endógenos y de una verdadera democratización, sino más el resultado de la aplicación de medidas técnicas, diseñadas esencialmente por actores externos como Naciones Unidas y aplicadas conjuntamente por dichos organismos internacionales y las elites políticas locales. Un segundo proceso es nuevo, y tiene que ver con lo que sucede en estos días en algunos países árabes y del Magreb. La exigencia social de derechos políticos, pero también sociales y económicos, sí que responde a procesos internos de largo recorrido y gestados desde abajo. El resultado de estas últimas experiencias es todavía incierto, pero pone de manifiesto que la democratización nunca puede ser algo artificial, exógeno e impuesto. De todos modos, en lo político, África Subsahariana está configurando sobre todo un espacio híbrido, en el que la modernidad se sincretiza con las tradiciones, las cosmovisiones y las realidades locales. Y desde esa situación pueden analizarse muchas tendencias y dinámicas.

¿Será esta década que empieza una década de mayor justicia social para los pueblos africanos? Es difícil establecer una respuesta (sobre todo dependiendo del país), pero sí que es cierto que existen elementos esperanzadores. Por ejemplo, el trabajo de los colectivos de mujeres que estos días podemos ver en Dakar no son artificiales. Las pequeñas luchas por mejorar el acceso al agua, reivindicar una educación pública, protestar contra las reglas comerciales que perjudican a los campesinos africanos, entre otras muchas, hablan de unas sociedades cada vez más articuladas, que muchas veces se mueven al margen del estado, pero que quizá sin grandilocuentes discursos como los que hacemos desde las sociedades occidentales (alejados de estas otras subjetividades), también apuntan en otra dirección, otra lógica, otro paradigma diferente al neoliberal.

original en:

http://www.cristianismeijusticia.net/bloc/?p=4357&lang=es&lang=es

Autor

  • Oscar Mateos es Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración y Posgraduado en Cultura de paz por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Ha sido investigador sobre conflictos africanos de la Escuela de Cultura de Paz de la UAB (2002-2006) y profesor de la Universidad de Sierra Leona (2006-2008).

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