La ecuación saharaui, por Rafael Muñoz Abad

10/11/2010 | Bitácora africana

La enconada situación que día tras día se vive en el Sáhara ocupado por Marruecos, se asemeja a una de esas paradojas matemáticas que aparecen y desaparecen de la actualidad sinusoidalmente. La incómoda ecuación presenta tantas incógnitas como constantes. El reparto es complejo y digno de un profundo estudio. Me gustaría empezar por el afectado, que no es otro que el infortunado pueblo saharaui; atrapado por el pasado, y viviendo un presente tejido en forma de red que representa los intereses marroquíes, franceses, estadounidenses, y supongo que españoles.

Los casi 250.000 kilómetros cuadrados que representa el Sáhara Occidental y sus ricos recursos naturales, son la tierra legitima del pueblo saharaui. Como es habitual, considero de especial utilidad la perspectiva histórica, por lo que les iré presentando los actores que figuran el reparto de tan enmarañado sainete. El pueblo saharaui vio la llegada de España como potencia ocupante; y de un día para otro, pasó de vagar por las infinitas planicies, a llevar una vida sedentaria bajo la soberanía española. Tras el vergonzoso episodio [otro más] para nuestra historia, que fue aquella atropellada y vil huida ante la Marcha Verde, Marruecos ocupó el papel que venía desempeñando España como potencia ocupante. Y así fue como dejamos al pueblo saharaui y sus DNI a la merced del invasor marroquí y su larga lista de abusos.

A Marruecos hay que reconocerle que ha sabido jugar sus cartas con una maquiavélica maestría diga de mención; sibilina; pero con mucha destreza. Ha dado publicidad a las grandes inversiones en obras públicas; mejora de carreteras en la ex colonia española; aeropuertos; edificios públicos; y toda una manipuladora campaña de publicidad, que haga ver el interés que tiene Marruecos en mejorar las condiciones de vida de unos nómadas que vivían en jaímas, y conducían viejos Land Rovers heredados de la Legión española. El astuto rifeño, con una avalancha de apelaciones que han bloqueado y paralizado el camino legal y natural hacia la autodeterminación del pueblo saharaui, ha sabido bloquear el proceso de descolonización, y elaboración del referéndum del Sáhara. Ha sabido vencer y comprar voluntades de muchos saharauis a golpe de talonario, y concediéndoles puestos consulares en el extranjero. De un sólo movimiento, influyentes y antaño incomodas personalidades, no sólo no han dejado El Aaiún, sino que han reforzado las tesis marroquíes ante los ojos de la comunidad internacional. Finalmente, y a modo de segunda Marcha Verde, ha desplazado población norteña a los núcleos de El Aaiún y Villa Cisneros, con el objeto de asegurarse un hipotético proceso electoral. Lo que sin embargo no sabe Rabat, es el caballo de Troya que se gesta en su vientre del Sáhara.

La historia viene demostrando una y otra vez, que más allá de un genocidio, la decisión de un pueblo no es posible vencerla. A los más recientes capítulos les remito; Namibia, y Timor occidental; ocupadas por la fuerza durante muchos años por la República Sudafricana, e Indonesia respectivamente. Hoy en día, naciones de pleno derecho. Recuerdo a Rabat, que el poderoso ejército sudafricano poco pudo hacer contra la guerrilla del SWAPO, que luchaba por la independencia de Namibia. El Reino de Marruecos debe ser prudente, y actuar con inteligencia. A día de hoy, es socio preferencial de la Unión Europea; sabedor que para su maltrecha economía, es vital mantener unos lazos comerciales con España y Francia, como principales mercados de sus productos alimenticios. Por otra parte es plenamente consciente que los EE.UU. le consideran un aliado de vital importancia en el norte del continente africano, como contención de la expansión del radicalismo islámico en la zona. El apoyo estadounidense es tal, que Marruecos ha sido el primer país africano en recibir aviones de combate F-16block de nueva generación; yendo más allá, les revelo que una de las cláusulas que englobaba la venta de cazas F-104 Startfighter a Franco, era que no pudieran ser utilizados sobre el Sáhara.

Todo queda dicho. Para ir dando carpetazo al actor marroquí, no deja de ser curioso como Rabat sale a escena cada vez que detecta una debilidad institucional, o de liderazgo en España, con objeto de intentar sacar tajada, o comprobar la solidez de las tesis españolas. Situación que ni por asomo osaría a llevar a cabo contra Francia; y ahora sí que queda todo dicho. La otra parte del reparto, recoge los intereses franceses y norteamericanos en la zona. Atañas que van dirigidas a encumbrar al Reino Alauita como alfil, y dique que frene las ansias expansionistas de las organizaciones radicales ligadas a Al Qaeda en el Magreb. Tiendo a pensar que Francia, y los norteamericanos, no tienen absolutamente nada contra el atropellado pueblo saharaui; más allá del temor que su frágil independencia, cristalice en un estado fallido, débil, y sin recursos, que pudiera tornarse en un Afganistán a las puertas de Europa; donde las organizaciones terroristas pudieran campar a sus anchas.

No crean semejante razonamiento especialmente descabellado; que el terrorismo islámico se haya enraizado en el interior de Malí, Mauritania, o Níger, obedece a que los tres países reúnen condicionantes semejantes; grandes extensiones, y limitados recursos materiales para tener controlados sus vastos territorios. Situación que tal vez podría generarse en el interior del Sáhara. Baza que razonablemente podría argumentar Rabat ante la comunidad internacional, como motivo para mantener el territorio ocupado por sus fuerzas de seguridad, y evitar así que se tornase en una región descontrolada. Premisa que acierto a entender, encierra más peso específico, que los derechos históricos con los que Marruecos justifica su anexión; difícilmente defendibles en una corte internacional. El interés de Francia en la zona, también reside en el enraizamiento francófono del Sudán Francés, que hace a la ex metrópoli el principal socio comercial del Magreb, y buena parte del África occidental subsahariana. Destacamos la posición argelina, por ser el tercer vértice del conflictivo triangulo Frente Polisario – Rabat – Argel. La independencia de Argelia [1962] es un acontecimiento relativamente reciente, y un episodio traumático para Francia por la convulsa forma con la que joven nación árabe accedió a esta. Rémora histórica que no ha sido lastre, para que Argelia sea uno de los principales proveedores de hidrocarburos de Francia; nación que incluso aceptó comprar el gas argelino al doble de su valor de mercado. Argelia es el principal respaldo de la Liga Árabe a la causa saharaui; da cobijo a su gobierno en el exilio de Tinduf; y proporciona un santuario para el Frente Polisario, al que históricamente ha respaldado militarmente. Marruecos sabe que Argelia es la potencia militar, demográfica, y energética del Norte de África; por lo que su decantación en la ecuación planteada a favor de la causa saharaui, le genera un incomodo vecino; que para más enrede, es un importante socio comercial de Francia y España. Por lo tanto, tampoco le interesa una escalada de tensión con su vecino magrebí, que desemboque en que este refuerce lazos con Europa, y los movimientos independentistas saharauis. Difícil equilibrio se nos está planteando. En resumidas cuentas, parece que lo mejor que le puede suceder a Marruecos, es precisamente lo que lleva ocurriendo desde el último alto el fuego, y por lo tanto lo peor para la causa saharaui, mantener el status quo que hasta día de hoy se venía viviendo en las ciudades del Sáhara ocupado.

Una situación de indefinición; de no avance; de tensa espera; de dar cerrojazo a la prensa internacional; que el tiempo y los gendarmes entierren las generaciones; y que esa lima que es el olvido, convierta la voluntad en resignación disfrazada de aceptación; donde todo se quede en buenas intenciones; en vanos diálogos en Nueva York; o en concesiones folklóricas. ¿Y España?, tras el bochornoso espectáculo que el pasado verano dio el gobierno en política exterior con Marruecos, coleccionando y concediendo bloqueos a Melilla; mirando para otro lado cuando periodistas y ciudadanos españoles eran y son agredidos una y otra vez; durmiendo la siesta mientras policías españolas eran vejadas con graves insultos sexistas; y como colofón, la deshonrosa visita del concepto Rubalcaba a Rabat, no se fuera a enfadar el Rey del Atlas. Lo cierto es que no sé qué pasa con España en este teatro. La hoja de ruta española respecto a Marruecos debería tener tres puntos de capital importancia; para con posterioridad tratar otros quehaceres. El establecer una mediana que delimite las aguas españolas en el archipiélago canario con Marruecos; el dejar bien claro que la Constitución recoge la españolidad de las plazas norteafricanas, y que por lo tanto no hay nada que hablar en materia de soberanía compartida; y finalmente buscar de una vez una salida al conflicto del Sáhara Occidental, como deber inexcusable para España, tanto por cuestiones de proximidad, comerciales, estratégicas, pero sobre todo morales y éticas.

Ambos reinos están condenados a entenderse por motivos que ya hemos esgrimido. Marruecos necesita los mercados europeos para dar salida a su huerta mediterránea, y sus pesquerías manufacturadas; pero sobre todo para seguir recibiendo las divisas que le entran, en buena medida procedentes de las remesas enviadas por los miles de emigrantes que trabajan en países de la Unión Europea. Ante semejante panorama, nos encontramos con el solar que son las actuales relaciones del ejecutivo de Zapatero no sólo con Marruecos, sino con el continente africano. Ejecutivo que confunde talante con la más absoluta dejadez; y que presume de unas excelentes relaciones con Rabat; y tal vez sea cierto, ya que cada vez que Marruecos lesiona nuestros intereses, este gobierno agacha la cabeza, no vaya a enfadar al Rey marroquí. Excelente estrategia para mantener unas buenas relaciones. En otras palabras, permisividad absoluta, la mejor virtud del ejecutivo. Con el vecino rifeño subido a las barbas de los ministros de exteriores, antes Moratinos, ahora Trinidad Jiménez, y a las góticas cejas de nuestro presidente del gobierno, no es que tengamos un paisaje especialmente halagüeño en relaciones bilaterales con Marruecos; no digamos ya a nivel africano, y si una ardua labor de recta y responsable diplomacia aún por ensamblar. A riesgo de ser reincidente, que Marruecos mire exclusivamente por sus intereses, juegue bien sus bazas, y con la habitual astucia someta la ya de por si sumisa posición de España en el conflicto, poco o nada debería tener con que se topase de una vez con un ejecutivo firme, negociador que no bonachón, y responsable en sus concesiones; que lógicamente las tendrá que hacer para a cambio obtener; pero siempre bajo el paraguas de unos puntos innegociables. Como actor secundario, que no menos importante, el reparto recoge a las Islas Canarias; que si bien no tienen nada que decir en política exterior, sí muchos otros intereses en liza en materia de pesca, aguas, y turismo. Desde Agadir hasta Villa Cisneros, las costas de Marruecos y el Sáhara Occidental, son una playa infinita y virgen aún por explotar turísticamente; lo que representaría una muy seria competencia para el sector que da de comer al archipiélago. En materia de pesca, los caladeros canarios-saharianos representan una de las zonas más ricas del mundo en especies comerciales; pero ante la cada vez más menguante flota de bajura-altura, ya nosotros mismos nos hemos encargado de solucionarnos el problema; por lo que sólo acudo a la pelea por la concesión de licencias para faenar.

La situación se torna muy diferente respecto a los derechos de explotación del lecho marino en las aguas adyacentes al archipiélago. Antes de establecer concesiones para la extracción de recursos minerales, o energéticos de los fondos marinos, se debe delimitar la mediana que establezca las aguas donde Marruecos [como estado ribereño] puede exigir los derechos de explotación de su ZEE [Zona Económica Exclusiva], y por otro lado, la zona que le corresponde a España. La gran victima de tal lío no es otra que el pueblo saharaui; generaciones que llevan viviendo más de treinta años en campos de refugiados; en el incierto exilio canario; en jaímas amontonadas en los campos de Tinduf; y al que se le viene privando del inexcusable derecho de todo pueblo, decidir por sí sólo sus designios. En una tierra que les pertenece, usurpada por el invasor marroquí, y cuyos recursos naturales están siendo objeto de una nauseabunda especulación por una nación ilegitimada para tal cometido. Recursos que pertenecen al pueblo del Sahara Occidental, y que son el medio vehicular que debe asegurarles un futuro, y el desarrollo de su sociedad de forma libre.

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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